¿Y de la ingeniería genética qué?
Después de varios años de escribir columnas de opinión sobre variados temas, en los que uno aspira, dada la oportunidad que se le presenta, ser interesante, lo que demuestra la preocupación y el respeto que uno asume por la oportunidad presentada. En el mismo proceso uno tiene el temor de caer en reiteraciones, en lugares comunes y en temas personalmente sensibles y que pudieran no ser del interés de los lectores.
Esta semana podría nuevamente escribir sobre las últimas acciones de Donald Trump, su guerra arancelaria que pone al país, adalid del liberalismo económico, en una postura proteccionista que lo lleva a generar una rivalidad comercial que puede impactar de manera negativa en muchos ciudadanos del mundo y con, a mi juicio, insospechadas consecuencias. Las medidas parecen más bien exabruptos de un líder megalómano y tremendamente mediático debido a toda la parafernalia que rodea cada uno de sus anuncios. Ya en una oportunidad explicité los conceptos asociados a la ciudadanía global, hoy más que nunca somos ciudadanos del mundo y parece que los votantes estadounidenses se olvidaron de aquello al poner en la Casa Blanca a Donald Trump.
También, y producto de una sensibilidad muy personal, podría hablar de las últimas acciones en torno al conflicto entre Israel y Hamás, en la franja de Gaza. Resulta una muestra más de lo que la economía de guerra de Estados Unidos ha realizado, desde su instalación como potencia mundial. La guerra ha sido el mejor negocio para el gigante del norte, la guerra lejos de sus fronteras, sin impactar a sus ciudadanos directos, aquella que se sigue por los medios de comunicación y a través de corresponsales de guerra. Los gringos han hecho de la destrucción y de la posterior reconstrucción el más pingue de sus negocios. Hoy, el mediático presidente Trump lo ha dejado más que en claro, para él, la Franja de Gaza no es una problemática bélica, es fundamentalmente inmobiliaria. Lo que parecen olvidar los estadounidenses es que sus decisiones afectan de manera brutal a personas, familias y pueblos que van incubando un odio del que también deben hacerse responsables.
Pero ya que me encuentro de vacaciones y es una temporada especial para leer cosas diferentes, es que quiero detenerme en la figura de Michael Sandel, filósofo político estadounidense, profesor de la facultad de derecho de la universidad de Harvard. En su prolífica obra, Sandel ha instalado reflexiones relevantes para debatir en torno a cuestiones legales y éticas del derecho en variados contextos que van desde la teoría del derecho y hasta la ética empresarial. Sin ir más lejos, su curso “Justice” de la universidad de Harvard estuvo disponible, de manera gratuita, online y a través de la televisión estadounidense.
Son muchas las obras que ha escrito y que tienen la relevancia de ser comentadas. Hace algunos años, me permití escribir una columna sobre sus reflexiones en su libro, “La Tiranía del mérito, ¿Qué ha sido del Bien Común” ?, en donde analiza el fracaso del sistema meritocrático y aborda las principales preocupaciones que instala una sociedad individualista que se ha olvidado de la relevancia de la comunidad en la construcción del presente y el futuro.
Hurgueteando en las librerías me encontré con un pequeño libro del autor, que en español se titula, “Contra la perfección, la ética en la era de la ingeniería genética” y que fue publicado, en su primera edición, en marzo de 2024. De manera brillante Sandel reflexiona sobre los avances de la ingeniería genética que, a partir de sus comentarios iniciales del libro, se mueven, al mismo tiempo, entre una promesa y un problema. La promesa está asociada a los avances médicos en la salud, en la búsqueda de prevenir y tratar un gran número de enfermedades. El problema es que “… nuestro nuevo conocimiento genético también podría permitirnos manipular nuestra propia naturaleza: mejorar nuestros músculos, nuestra memoria y nuestro humor; escoger el sexo, la altura y otros rasgos genéticos de nuestros hijos; optimizar nuestras capacidades físicas y cognitivas; lograr que estemos “mejor que bien””
Solo con estas reflexiones iniciales del autor las temáticas asociadas a la ingeniería genética nos resultan un tema de profunda inquietud, en espacial para aquellos que ya estamos por encima de la medianía de nuestras vidas, que hemos sido criados sobre la base de un discurso moral y político que no es de mucha ayuda para desentrañar que tiene de malo el intento por rediseñar nuestra propia naturaleza. Es la expresión del “Frankenstein” contemporáneo.
El texto luego se desenvuelve sobre experiencias concretas de manipulación genética que han apuntado, desde distintos niveles, en cuatro ejemplos de aplicaciones de la bioingeniería que se insinúan ya en nuestro presente: la optimización de la musculatura, la memoria, la optimización de la altura y la selección del sexo. Sandel llega a la conclusión que en cada uno de estos casos lo que nace como un intento de tratar una enfermedad o de prevenir una afección genética se trasluce hoy como un instrumento de perfeccionamiento, de acuerdo con las leyes del mercado, a disposición del consumidor. El dilema moral parece concentrarse en marcar la diferencia entre curar y mejorar, el problema estriba, tal como lo plantea de manera brillante el autor, es que no es tan obvio en qué consiste dicha diferencia.
Cuando la ciencia se mueve más rápido que las ideas morales, cuando la reflexión ética no es lo suficientemente clara y concluyente, como sucede hoy, los hombres y mujeres del mundo, plantea Sandel, encuentran problemas para articular los motivos de su inquietud. “En las sociedades liberales, recurren primero al lenguaje de la autonomía, la equidad y los derechos individuales. Pero esta parte de nuestro vocabulario moral no nos equipa de forma adecuada para responder a las cuestiones más difíciles que nos plantean la clonación, los hijos de diseño y la ingeniería genética. Ello explica el vértigo moral que ha provocado la revolución genómica”
¿Desde dónde debemos mirar estos problemas? ¿Cuál es la importancia que deben asumir al respecto los líderes de distinto cuño? ¿En qué medida hemos perdido de vista estos problemas y la urgencia de la cotidianeidad con liderazgos mediáticos no dejan espacio para esta necesaria reflexión al respecto? ¿Qué impacto deben tener estos temas a nivel de currículo escolar y desarrollo profesional? Sin dudas que, para abordar la ética del perfeccionamiento, es importante visibilizar esta y otras cuestiones que el mundo moderno a perdido de vista en gran medida, en especial referidas al estatus moral de la naturaleza y a la actitud que los seres humanos deberían adoptar hacia el mundo que les ha sido dado. Todas estas cuestiones requieren ser abordadas de distintas disciplinas, incluso aquellas que en post de un racionalismo exacerbado parecen haber perdido relevancia: es necesario que los teólogos, los filósofos y los teóricos políticos modernos dejen de evitar estas cuestiones, ya que los nuevos poderes que la biotecnología pone a nuestro alcance los elevan a la condición de inevitables.