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Décadas de indiferencia con el Magdalena

La deuda que por décadas ha tenido el país con el río Magdalena, principal receptor de los residuos generados por los colombianos a lo largo y ancho del territorio, sigue creciendo al mismo ritmo que las promesas incumplidas de cada gobierno sobre su recuperación ambiental. Con un deterioro cada vez más devastador, el río continúa arrastrando, silenciosamente, la carga de la desidia humana que ha convertido a la arteria fluvial más importante del país en un símbolo doloroso de nuestra irresponsabilidad ambiental.
 
Un estudio realizado por la Universidad del Atlántico, la institución Français de Recherche pour l’Exploitation de la Mer y la organización Echos d’Océans reveló que los ríos son las principales autopistas de transporte de plásticos hacia el mar, y que el río Magdalena encabeza la lista con un aporte alarmante de 18.000 toneladas de plástico cada año. Aún permanece en la memoria colectiva la emergencia ambiental del 2019 en las playas de Puerto Colombia, donde a lo largo de más de 18 kilómetros se formaron verdaderas islas de desechos: montañas de plásticos, desechos hospitalarios, botellas, icopor, residuos electrónicos, madera, desechos orgánicos y basuras de todo tipo que el Magdalena arrastró desde el interior del país hasta Bocas de Ceniza.
 
Aquella escena dantesca, que por días cubrió la arena y el mar, fue más que un desastre puntual: fue la radiografía desnuda de un país que ha convertido su principal río en una cloaca y que aún al día de hoy no asume la magnitud del daño que está causando a sus ecosistemas y a sí mismo. Lo ocurrido no fue un accidente ni una sorpresa; fue el resultado predecible de décadas de abandono, descargas indiscriminadas y una gestión ambiental marcada por la improvisación y la indiferencia.
 
Durante las últimas cinco décadas, el río ha sufrido un impacto humano tan intenso con deforestación masiva, vertimientos sin control, minería irresponsable, expansión urbana y agrícola sin planificación, que su deterioro responde mucho más a las acciones irresponsables del hombre que al cambio climático. Tal y como lo confirma el mencionado estudio, una de las principales aristas del grave problema es la contaminación por plásticos y microplásticos en el ecosistema, que genera una gran preocupación por los efectos que está causando en la biodiversidad y en la salud humana.
 
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) proyecta que el crecimiento mundial de la producción y el uso de plásticos seguirá siendo mayor que el crecimiento de la población. Entre 2000 y 2019, la producción de plásticos se duplicó, pasando de 234 a 460 millones de toneladas (mt), y la organización prevé que llegue a 736 millones de toneladas en 2040, lo que sería 70% más que los 435 Mt de 2020. Con el aumento de los volúmenes de plástico y su mala gestión, crece la amenaza a los ecosistemas.
 
Aunque en Colombia se ha avanzado en la actualización normativa para desincentivar el uso de plásticos y promover alternativas sostenibles, como la Ley 2232 de 2022, que establece la reducción gradual de la producción y el consumo de plásticos de un solo uso, todavía estamos lejos de alcanzar una disminución significativa de la contaminación plástica en el país. Es indispensable seguir fortaleciendo el marco regulatorio, ampliar los incentivos para la producción de alternativas sostenibles y modelos de economía circular, y reforzar las estrategias de educación e información ambiental dirigidas a la ciudadanía. Solo así será posible avanzar en la reducción del consumo de plásticos, el reciclaje y la reutilización, así como en la adopción de modelos de producción y consumo más responsables.
 
Colombia no puede seguir hablando de desarrollo sostenible mientras su río más importante se convierte en un vertedero nacional. Proteger al Magdalena implica mucho más que restaurar zonas deterioradas; requiere transformar las prácticas productivas, fortalecer la regulación ambiental, combatir la deforestación y, sobre todo, asumir colectivamente la responsabilidad que históricamente se ha evadido. Por el río Magdalena debe transitar el desarrollo y el progreso del país, no la basura y los desechos.