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Delirium Tremens 

Afirmar que la derecha, y el antipetrismo en un sentido más amplio, está perdiendo el tiempo en discusiones internas está lejos de ser un descubrimiento nuevo; es más, ha sido la crítica que al unísono han hecho muchas voces que cohabitan el espectro ideológico de los candidatos de derecha, pero que son ajenas a sus estructuras y sus lógicas partidistas, dentro de las cuales me incluyo. Ya estamos en diciembre y el panorama respecto a la unificación detrás de un candidato no parece estar más claro que hace algunos meses. Basta con observar lo sucedido en los primeros días del mes con la candidatura de Miguel Uribe padre para evidenciar la falta de probidad dentro de esta franja ideológica. Irónicamente, cada una de estas candidaturas ha, en algún momento u otro, hecho el llamado dirigido al resto de candidaturas para “dejarse de egos y poner primero a Colombia” u otros vagos llamados a la unión.

El mensaje práctico detrás de esa sonada unión es que todo el voto que pueda considerarse de derecha debería consolidarse detrás de un único candidato desde la primera vuelta y que dicho candidato debería ser el que más probabilidades tendría de derrotar a Iván Cepeda en una eventual segunda vuelta. No obstante, todas y cada una de las candidaturas de derecha parecen adolecer del mismo mal, una especie de alucinación severa que les hace habitar y desenvolverse en una realidad que solo ellos mismos perciben, un delirio profundo ocasionado, en algunos casos, quizás por la abstinencia forzada a las dulces mieles del poder, que aparentemente les hace creer que ellos mismos son esa única opción electoral viable para la derecha colombiana, que la persistencia de las otras campañas obedece pura y simplemente a la ambición personalista desbordada de los otros personajes, y que por supuesto el curso de acción lógico es plantarse con aún más firmeza en su convicción de presentarse a la primera vuelta presidencial.

Los ejemplos abundan. Podría empezarse por analizar al tambaleante Centro Democrático, cuya obsesión con el drama dentro del mismo partido, agudizado por la incertidumbre sobre quién será el ungido por el expresidente Uribe, es el retrato perfecto de la álgida desconexión entre su militancia y el contexto político actual. Dotan a este proceso interno de una importancia tal que solo haría sentido si en efecto el partido gozara de una posición en la que realísticamente pudiera aspirar a “poner presidente”, como fue, por última vez, hace ocho años. Como si no fuera poco, es claro que ninguna de las candidatas que oficialmente están en la baraja del partido cuenta con un perfil idóneo para cautivar votos que se encuentren más hacia el centro que su actual militancia, puesto que, precisamente durante toda su vida política, han pretendido destacarse por ser las más leales escuderas del expresidente Uribe. Lo anterior, quieran o no, genera una serie de resistencias en el público actual que hacen inviable escoger a cualquiera de ellas como la candidata única de la derecha y, a su vez, ha dado pie para que la única ficha en la derecha cuyo perfil le brinda credibilidad y la capacidad de tender puentes hacia el voto de centro, que por supuesto es Juan Carlos Pinzón, haya pasado los últimos tres meses siendo objeto de ataques por parte de los sectores más radicales de la derecha, en lugar de ser fortalecido y promovido como evidentemente lo necesita, al haberse encontrado más al margen de la arena política que el resto dentro del último cuatrienio. El mismo Pinzón se ve también enfrascado en su propia pelea contra la realidad. Su renuencia a emitir un mensaje que promueva un proyecto de país o un discurso diferente al que terminó precipitando la llegada de Petro le ha impedido crecer en popularidad. Pareciera que él, así como muchos otros actores de la derecha, fantasean con que las causas profundas que llevaron al cordobés a la presidencia desaparecieron mágicamente una vez quedó claro que ellos representan la única alternativa de gobierno medianamente funcional, desconociendo aquello que justamente ha catapultado a Abelardo De la Espriella en las encuestas: la capacidad de vender una imagen que, cuanto menos, parece ser diferente a la de los gobiernos anteriores a Petro.

Por más que sea, de lejos, el más popular de la derecha en este momento, A. D. L. E. y todos aquellos que piensan que él es definitivamente la única opción de triunfo para la derecha, tampoco es que manejen una relación muy sana con la realidad. “El Tigre” tiene un techo, y se debe a que, por más que lo intente, será muy difícil que una gran parte del público separe al abogado de sus numerosos clientes, algunos de ellos cuestionados, y porque, al igual que las precandidatas del C. D., siempre buscó destacarse por su capacidad de generar polémica con sus declaraciones, desde lo culinario hasta lo político, lo cual lo aleja irreparablemente del perfil conciliador que aumentaría las probabilidades de una victoria contra Cepeda en segunda vuelta, tal y como lo señalan las mismas encuestas de las que sacan pecho desde su campaña.

Todos hablan de unidad, pero llegar a ella será imposible mientras cada quien insista en operar dentro de sus propia realidades, en las que por supuesto sobra admitir sus limitaciones con franqueza.