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El giro a la derecha, también en Chile

Como pronosticaban las encuestas, el ultraderechista José Antonio Kast se ha impuesto en el balotaje de la elección presidencial en Chile. La amplia diferencia y la mayoría en la cámara de diputados, genera condiciones favorables para el sector en los próximos 4 años. Hace varios períodos presidenciales que dicha situación no se verificaba, la separación rígida de los poderes del Estado, tan propia de un sistema presidencial, había generado una realidad de contrapesos entre los poderes ejecutivos y legislativo en Chile, al menos desde el primer  gobierno de Sebastián Piñera. Sin duda que me refiero a congresos elegidos de manera democrática, sin las figuras de los senadores vitalicios y designados que instaló la dictadura en Chile y que sólo pudo ser corregido a finales del gobierno de Ricardo Lagos, en el año 2005.

Para aquellos que vivimos en tiempos de la dictadura de Pinochet en Chile nos parecía imposible que un candidato pinochetista pudiera tener opciones presidenciales, nos equivocamos, ya que el nuevo presidente de Chile no es sólo pinochetista, se acerca bastante a posturas fascistas, herencia de su padre, que ingresa como inmigrante, de manera ilegal para muchos medios de comunicación y que estuvo en las filas del partido nazi en la Alemania de Hitler.

La diferencia, expresada en las urnas, fue además brutal, 17 puntos porcentuales de ventaja, demuestran que pese a los esfuerzos de la candidata oficialista, por remarcar sus diferencias con Kast, por develar sus claras contradicciones,  por establecer que la institucionalidad de los derechos sociales ganados durante la vuelta a la democracia estaban en peligro, por desnudar el discurso falto de contenido de su oponente, nada de ello fue suficiente para que la ciudadanía se expresara de una manera distinta.

Lo que sucedió ayer en Chile tiene también su expresión en otros países de nuestra América Latina, en Argentina, El Salvador, Ecuador y más recientemente Bolivia, se ha producido un verdadero giro hacia la derecha. No es algo nuevo, hemos visto como la alternancia entre los sectores políticos se viene dando como la expresión más genuina del “voto por rechazo”, es decir, la ciudadanía no vota por un proyecto político, por una visión de sociedad, desaparecieron las meta narraciones, hoy se vota para castigar a cualquier gobierno, del cuño que sea, pero que no ha sido capaz de dar las respuestas que la ciudadanía espera.

Estamos hablando de una ciudadanía bien especial también, con poca capacidad de espera, con acceso a redes sociales que le impactan, no siempre de la mejor manera, que generan tendencias, no pocas veces vacías de contenido y con una clara  manipulación. Una ciudadanía más financiera que política, el ciudadano devenido en consumidor, parafraseando a Fukuyama, “la economía ha superado el problema ideológico”.

Sin duda, que desde la complejidad de la Historia y, de estar de acuerdo en el giro hacia la derecha, ya que también hay sensibles disensiones como Petro en Colombia, Claudia Sheinbaum en México o Lula en Brasil, es un fenómeno complejo que difícilmente puede explicarse por una sola causa. Sin lugar a dudas es el resultado de una serie de factores, de distinta índole, que se entremezclan, para tratar de dar luces al respecto.

Desde el arribo al nuevo milenio, muchos gobiernos de izquierda, denominados progresistas, llegaron al poder en nuestra región. El desgaste de largos períodos de permanencia en el poder, asociados a importantes escándalos de corrupción, y si sumamos una especie de fatiga social por las promesas incumplidas, son los principales antecedentes a la hora de entender el voto de castigo.

La situación económica para la región, con prescindencia del periodo pandemia, había sido bastante halagüeña. El crecimiento de la izquierda en la región estuvo acompañado de una especie de boom de las materias primas en los mercados internacionales. Esto lo podemos rastrear en los precios del petróleo, el gas, la soja, el cobre, entre otros, que permitieron financiar las políticas sociales impulsadas por dicho sector. Cuando los precios empezaron a disminuir, las consecuencias negativas no esperaron en presentarse, impactando en la desilusión de muchos sectores de la población: baja en el gasto social, aumento de indicadores macroeconómicos indeseables, como el desempleo o la inflación.

A lo mejor, recordando  a Maquiavelo, el poder del miedo que se instala en la población, del que la derecha de la región ha obtenido los mejores réditos, es el gran instrumento utilizado por el sector para desacreditar a los gobiernos progresistas. El aumento de la violencia, la criminalidad urbana, el narcotráfico, ha llevado a que amplios sectores de la población eleven esta variable muy por encima de las otras demandas. El manejo y control de los medios de comunicación, que gran responsabilidad tienen al respecto, han abonado en gran medida este factor. Recuerdo que antes del estallido social de Chile, a fines del 2019, no aparecía entre las prioridades de la población el tema de la seguridad, por el contrario, pensiones, salud y educación lideraban las preocupaciones. Hoy, 2025, ninguna de ellas tiene el impacto del tema de la seguridad. He allí el nicho descubierto por candidatos populistas de derecha que ponen énfasis en el orden, la seguridad, que hablan de mano dura y que proyectan a la ciudadanía una visión subestimada del problema, que no repara en el impacto de la desigualdad y la discriminación como los principales factores gatillantes.

La mano dura, el orden, la estabilidad, se asocian con posturas culturales mucho más conservadoras, aquello explica el rechazo, de importantes sectores, por el feminismo, las políticas de género, los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres e incluso las leyes sobre el buen morir.

La debilidad institucional y la desconfianza en el Estado, son conceptos que la extrema derecha ha instalado en la región y en el mundo, para desacreditar a los gobiernos progresistas. En aquellos países donde gobernó la derecha, los indicadores al respecto no son mejores, pero parece que la gente se ha tragado la idea de que esto es responsabilidad de la izquierda. Hoy, más mercado y menos Estado, liderazgos populistas, contrarios al orden establecido, pululan en la región con réditos electorales relevantes.

Estaremos atentos a estos 4 años de gobierno, de un candidato que alimentó expectativas muy relevantes en función de los principales factores analizados previamente. Veremos cómo convive con la búsqueda de soluciones rápidas que instaló en la ciudadanía, con la falta de un discurso político con contenido, con sus propias contradicciones que, al ser presidente de la república tendrán una amplificación distinta.