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Semana Santa: ¡aleluya, rumba y sol!

Si tuviéramos la oportunidad de viajar en el tiempo a los años cincuenta, sesenta o setenta durante la Semana Santa, nos encontraríamos con un panorama completamente diferente al actual. Las playas estarían desiertas, las discotecas y los lugares de entretenimiento permanecerían cerrados, y el ambiente de recogimiento sería absoluto y riguroso. En los cines y en la televisión, las películas se centrarían en la vida de Jesucristo o en temas «romanos», mientras que, en las emisoras de radio, la música religiosa sería omnipresente.

En la actualidad, la Semana Santa —uno de los momentos más significativos del calendario cristiano— parece haber perdido gran parte del rigor espiritual que históricamente le confería su sentido. Lo que antes simbolizaba un tiempo de recogimiento, oración y reflexión sobre la pasión y muerte de Cristo, hoy en día se vive en muchas regiones del país como un simple periodo vacacional o, incluso peor, como una disculpa para el desenfreno y el exceso.

Sin duda, es evidente que ha ocurrido una «festivización» de lo que originalmente era una conmemoración sagrada. Las procesiones, que antiguamente se caracterizaban por su solemnidad, ahora se mezclan con actividades turísticas, espectáculos y, en algunos casos, celebraciones que distan mucho del verdadero significado espiritual de la fecha.

Ciudades como Santa Marta y Cartagena, con su marcada inclinación hacia el turismo, son un ejemplo elocuente de esta transformación. Las playas se colman de visitantes, los bares operan a toda capacidad, y los conciertos y fiestas privadas han desplazado a las procesiones religiosas en el centro de atención. Se trata de una Semana Santa que, en lugar de conmemorar el sufrimiento de Jesús, parece celebrar el placer terrenal.

Turistas en Semana Santa

Este fenómeno no es nuevo, pero ha ido en aumento. La secularización, el consumismo y una cultura cada vez más hedonista han llevado a que muchas personas —incluso creyentes— intercambien la espiritualidad por la diversión. Las iglesias se sienten más vacías, mientras que los centros comerciales y las discotecas registran cifras récord de visitantes.

¿Estamos ante un cambio cultural inevitable? ¿O es una señal de advertencia para los líderes religiosos y las comunidades de fe que aún aspiran a preservar el profundo significado de esta celebración? En cualquier caso, la Semana Santa de hoy plantea una pregunta incómoda pero imprescindible: ¿sigue teniendo un significado sagrado, o se ha transformado en un carnaval más?