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Por favor…, ¿qué alguien me lo explique?

El miércoles de la semana pasada tuvimos una nueva puesta en escena del presidente de los Estados Unidos Donald Trump. En el estilo reality show se explicitaba, con una alta expectación, de escala mundial, con la música adecuada y un protagonista que busca responder a las condiciones generadas en el momento.

No voy a relatar lo que expuso el presidente de la potencia tecnológico-militar más importante del mundo, sólo establecer que se permitía, y lo que es peor, la institucionalidad estadounidense se lo permitía, subir los aranceles a los productos que se consumen en Estados Unidos y que no se producen en dicho Estado, afectando a un número significativo de países del mundo.

La ceremonia protagonizada por Trump venía a poner en entredicho los esfuerzos que la humanidad ha desarrollado con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, al buscar la generación de espacios económicos cada vez más libres, con menos barreras y protecciones y que, desde una muy clara perspectiva liberal, impactará positivamente en dimensiones económicas y sociales, muy sensibles para la humanidad, en el sentido de generar un orden mundial más solidario.

El hecho de quién abre la puerta hacia estas políticas es el mismo país que, hace ochenta años, defiende con fuerza los beneficios de la integración económica y de las bondades para un mundo que había mirado a los ojos a la gorgona de forma tan dramática en un lapso de no más de treinta años, con guerras mundiales, con crisis económica, con experiencias totalitarias, en fin.

El problema es que me cuesta, más allá de tener presente la forma personalista en que percibe el poder el presidente estadounidense, entender el objetivo último de estas medidas. He tratado de informarme al respecto, tratando de escuchar a personas importantes que tienen comprobada experiencia  en la materia y me he encontrado con aspectos que me resultan contradictorios, a saber: se ha desplomado la bolsa de valores en Estados Unidos, se ha devaluado su moneda, se espera una contracción en el consumo, se generarán tendencias estanflacionarias, concepto puesto de moda a partir de 1974, que reúne condiciones inflacionarias, con bajo crecimiento económico y acompañadas de un estancamiento económico. La única medida positiva, abiertamente antiliberal por lo demás, es la mayor recaudación fiscal, se empinaría por sobre los 600 millones de dólares que, perdón por mi posible ignorancia, me parece a todas luces un monto marginal para los estándares de la economía de Estados Unidos.

También ha tenido consecuencias en otras partes del mundo, generando preocupación desde el mismo día que se harían los anuncios. Las diferencias tributarias establecidas para ellos nos hablan de premio o castigo que Trump proyecta sobre el resto del mundo. Una nueva forma de expresar el maniqueísmo de la política exterior de la que hicieron gala las superpotencias en la era de la Guerra Fría, definiendo amigos y enemigos. Para los demás países, los anuncios del Trump significaban saber si estaban o no en las listas negras del gobernante y, sacar cuentas más alegres o tristes, dependiendo de lo que les correspondió. Lo que he escuchado de los especialistas es que cualquiera de las cuentas que saquen, son muy apresuradas, que deben esperar la segunda vuelta, es decir, cómo les va a impactar las medidas que tomen las grandes potencias económicas que se inscribieron en las listas negras de Trump

Al mismo tiempo, estas medidas vienen a poner en entredicho toda la globalización económica que hemos vivido. Si hay una dimensión que se había acomodado de manera clara a este mundo de la interconexión y la instantaneidad era la económica. La firma de Tratados de Libre Comercio, las Uniones Aduaneras, los Mercados Comunes, los Tratados de Protección y Fomento de las Inversiones, en fin, iban todos en dicha lógica. Hoy se escribe una nueva e incierta página en las relaciones comerciales entre las naciones de la Tierra, una página que me gustaría me la explicara la Organización Mundial de Comercio (OMC), que me la descifraran las más relevantes ONGs del mundo preocupadas por las prácticas económicas ajustadas al derecho, a lo acordado, teniendo como paraguas el respeto entre naciones soberanas.

La expresión política más relevante del liberalismo es la democracia moderna, que no pocas veces está bombardeada por amenazas que vienen desde adentro o de afuera del sistema. Forma de gobierno que se ha complejizado, asumiendo nuevas responsabilidades que provienen de dimensiones que no son estrictamente políticas. La posibilidad de ellas de dar respuesta a las problemáticas económicas ya ha significado, en un pasado no muy remoto, una dramática contracción de su presencia en el mundo y el surgimiento de tipos de gobiernos totalitarios, de tan amargos recuerdos para todos nosotros.

The Economist, en febrero del 2023 ya daba cuenta de una preocupación al respecto, de que cada vez eran menos los países del mundo con una democracia plena. Hoy, Trump, se permite, se da el lujo, de poner un nuevo pelo a la sopa de la revuelta democracia, un sistema que ya no sólo debe enfrentar las amenazas que vienen desde el interior de cada uno de los Estados, sino que también deben ponerse en alerta de medidas que se están tomando a miles de kilómetros de distancia, que están plagadas de personalismo, que no respetan los acuerdos internacionales que hemos consensuado por tantas décadas.

Leyendo a Adela Cortina con mis alumnos, cuando la filósofa española nos plantea que, en la actualidad, la ciudadanía ya no sólo se concibe desde la igualdad ante la ley y la nacionalidad. Que la ciudadanía activa se construye a través de la participación política, pero también en instituciones, como las empresas, y muchas instituciones más, que tienen la capacidad de generar riqueza material, social y moral. Cortina pone hincapié en destacar la relevancia del capital físico, como del capital social y ético, y agrega, “sin lo que no prosperan las naciones, mucho menos la república de la Humanidad.” Aún más, a las dimensiones tradicionales que debe dar importancia la democracia, como la política, la social, la civil, la económica, agrega las de la interculturalidad y del cosmopolitismo, que generan una consciencia de solidaridad internacional, de equidad mundial. Es urgente que los ciudadanos estadounidenses se den cuenta de que el resto del mundo no es indiferente a sus decisiones, de que a quién elijan presidente de la República impacta en todos los lugares del mundo y, muchas veces, con mayor fuerza negativa en aquellos que más sufren, en aquellos de los que la comunidad internacional que goza de los privilegios de la riqueza , por una profunda ética social y moral, deberían instalar sus más importantes preocupaciones.

Seguiré tratando de informarme del valor de las medidas tomadas por Donald Trump esta semana, pero sin duda que necesito, de manera urgente, que alguien me las explique.