Populismo, división y abandono: el saldo de una visita presidencial
La visita del presidente Gustavo Petro a la ciudad de Barranquilla no fue un acto de gobierno, sino un mitin cargado de odio y división. En lugar de presentar soluciones, vino a confrontar, atacando al Congreso de la República y a quienes no respaldamos su consulta popular, como si disentir no fuera parte esencial de una democracia moderna.
El presidente no entiende que la campaña terminó el 7 de agosto de 2022. Desde entonces, ha hecho política populista desde el poder, debilitando la institucionalidad y evadiendo su verdadera tarea: gobernar para más de 50 millones de colombianos.
Su reciente discurso en el Paseo Bolívar, en el centro de la ciudad, fue un ataque directo contra congresistas de la región Caribe. Al señalarnos con nombre propio por votar “No” a una consulta innecesaria, que representa un derroche de recursos públicos al servicio de una campaña anticipada, puso en riesgo a nuestras familias y atentó contra la democracia.
La única propuesta que presentó fue abrir diálogos con jóvenes vinculados a bandas, según él mismo dijo, pero sin método, sin cronograma y sin coordinación con las autoridades locales. Una improvisación más en un tema tan delicado y sensible como la seguridad.
Petro ha castigado a una ciudad que lo apoyó masivamente en las urnas. Hoy le da la espalda: no articula un trabajo conjunto con el alcalde Alejandro Char ni con el gobernador Eduardo Verano, desconoce nuestras obras locales y mantiene a los municipios con una inversión mínima por parte del gobierno nacional.
La voz de Barranquilla no es la de un político, es la de una ciudadanía cansada del abandono, que exige respeto y hechos. El presidente nos dio la espalda al dejar caer los Juegos Panamericanos, bloquear el proyecto del circuito de Fórmula 1 y cambiar de sede el Foro Global de Migración y Desarrollo. Esta región no necesita discursos ni excusas, necesita que la miren de frente y que la traten con dignidad.