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¿Cómo los agentes artificiales transformarán el Derecho?

Cuando en el 2020 la pandemia nos obligó a implementar la virtualidad en el derecho, no imaginábamos que estábamos abonando el terreno para una de las transformaciones más grandes que vivirá nuestra práctica.

Un agente es, básicamente, un programa que puede “hacer” cosas y no solo “decir” (como los chatbots a los que ya estamos acostumbrados). Por poner un ejemplo trivial: en la planificación de unas vacaciones, el típico chatbot puede escribirte un itinerario de viaje; en cambio, un agente puede -además- hacerte las reservas en los restaurantes, comprarte los tiquetes aéreos y enviar un correo a tus clientes diciendo que estarás fuera de la oficina en esas fechas. Algunos de los agentes más conocidos ya llevan algunos meses operando. Pero su mayor desarrollo está aún por llegar. Microsoft, Anthropic, Google y otros están en la carrera por quién desarrolla el agente más consistente y confiable del mercado, así que, seguramente, los próximos meses estarán marcados por anuncios de avances en este frente.

En Colombia, hace años, vivimos un proceso de transición digital de la justicia que nació de la pura necesidad de hacer frente al confinamiento. El Decreto 806 de 2020 permitió que memoriales y comunicaciones se enviaran por correo electrónico; se exigió a las partes suministrar direcciones electrónicas y la sede física quedó vacía. La norma fue tan exitosa que se convirtió en legislación permanente: desde entonces las notificaciones por e-mail son el estándar, los poderes pueden otorgarse por mensaje de datos sin necesidad de autenticarlos presencialmente en notarías y las audiencias se celebran, por regla general, de manera virtual. Las acciones de tutela y habeas corpus se radican en línea, las denuncias penales se reciben a través de una página web y el sistema de la rama judicial permite consultar expedientes digitalmente. Estos y otros ejemplos ilustran bien sobre cómo la justicia colombiana ya opera, en buena parte, desde la nube.

Si las empresas de inteligencia artificial se hubieran adelantado a la pandemia, los usos de los agentes para el derecho no superarían significativamente las ventajas de los chatbots actuales: a lo sumo, servirían como asistentes para redactar escritos que en todo caso llegarían hasta la impresora del abogado. ¿Qué tanto más podría hacer un agente cuando los memoriales se reciben físicamente en una ventanilla de atención al usuario? Sin embargo, desde el 2020, el matrimonio de la virtualidad con la agencia artificial sí puede ser muy fecundo. 

Imagine un agente jurídico capaz de revisar su bandeja de entrada, identificar notificaciones judiciales, descargarlas y programar las respuestas o recursos dentro del término legal. Otro agente podría recibir la información de un usuario y diligenciar por sí mismo los datos del accionante en la plataforma de tutela en línea, transcribir los principales fundamentos, adjuntar las pruebas pertinentes y radicar automáticamente la acción constitucional. Los litigantes podrían tener agentes para consultar periódicamente el estado de sus procesos en la página de la Rama y enviar escritos de impulso procesal. Otro agente podría configurarse para recibir una citación a audiencia, agendar en el calendario el espacio, acceder al expediente para descargar los insumos pertinentes y enviar al abogado una guía de audiencia algunos días antes. En fin.

Como en todo: cautela. La  revolución no consiste en reemplazar al abogado o al juez, sino en liberar su tiempo para tareas de mayor valor. La inteligencia artificial no debería administrar justicia, eso debería seguir siendo competencia humana. Y la razón no es tecnológica, sino de gobernanza: a mí me gustaría -¡para bien y para mal!- seguir siendo juzgado por mi par… con sus virtudes, su empatía, sus sesgos, sus imperfecciones y, en general, con toda su humanidad. 

Pero ello no obsta para que la incorporación de los agentes ayude liberar tiempo en muchas tareas rutinarias que no requieren especiales competencias humanas. Tareas como seguimiento a estados de procesos, planificación de agendas, generación de enlaces, acuses de recibo, transcripción de audios eternos, traslados de memoriales, etc., son labores que el talento humano de hoy hace porque no tenemos otra alternativa. En todos estos frentes, la agencia artificial puede ayudar a muchos humanos que, día a día, luchan por cumplir con una inhumana carga de trabajo. La transformación que está por venir hará que muchos abogados se liberen del yugo de las tareas operativas y que el talento humano se dedique cada vez más a aplicar las competencias por las cuales se estudia derecho. Y eso, verdaderamente, nos deberá llevar a una práctica cada vez más humana.