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Paren la agresión a Puerto Colombia

La disputa por la titularidad del “corredor universitario y cultural” es, en sí misma, una pelea por la subsistencia del municipio de Puerto Colombia, que a través de la historia ha tenido que resistir la sistemática agresión de la que ha sido víctima a causa del expansionismo barranquillero.

Pasó con el puerto marítimo, el cual cayó en desuso cuando la dirigencia barranquillera del siglo pasado impuso la mentirosa idea de que un puerto fluvial iba a mejorar el tránsito de las embarcaciones de gran envergadura, sacrificando la verdadera vocación portuaria de un municipio que se fundó y se concibió desde su nacimiento como el puerto más importante del país, y por eso fue bautizado como Puerto Colombia.

Es Puerto Colombia la verdadera “Puerta de Oro de Colombia”, porque por sus costas entraron miles de inmigrantes de todas las nacionalidades, y miles de productos traídos del extranjero que hicieron rica nuestra cultura, nuestra economía, y permitieron, en gran medida, que Barranquilla, sea hoy esa ciudad diversa y multicultural que es. Quizá hoy, tantos años después, hay una admisión tácita de esta injusticia, al buscar rebautizar a la capital ya no como “La Puerta de Oro”, sino como “La ventana al mundo”.

Lo cierto es que Barranquilla se quedó con el puerto, acabando con una armoniosa y moderna cooperación con Puerto Colombia que se materializaba en un sistema portuario multimodal que durante las primeras décadas del siglo XX contaba con el segundo muelle más largo del mundo, su respectivo puerto marítimo, un ferrocarril que lo conectaba con la aduana en Barranquilla, y un puerto fluvial por el que las mercancías encontraban su salida hacia otras partes del país a través del Río Magdalena.

Optar por construir el Puerto de Barranquilla, que comenzó a operar en 1936, fue justificado en su momento por los problemas de calado e infraestructura que tenía el de Puerto Colombia, pero estos problemas han persistido en la nueva ubicación, sacrificando millones de pesos a través de los años en obras de dragado constante al río para lograr una profundidad histórica que apenas supera en 4 metros la de su predecesor. El costo de esta decisión, sin embargo, lo ha pagado Puerto Colombia con pobreza y olvido gubernamental, siendo cercenado de su principal vocación y actividad económica.

Pero esta agresión tuvo otro componente, el deterioro de la segunda vocación más importante del municipio, su condición de balneario, que lo hacía un gran atractivo turístico.  

Quien tenga un poco de memoria recordará que hasta mediados del siglo pasado frente a las playas de sabanilla se divisaba una hermosa isla creada naturalmente por la sedimentación que del río Magdalena llegaba al mar Caribe. Este lugar, conocido como Isla Verde, servía de barrera de protección natural para las playas de Puerto Colombia, haciendo de estas un balneario predilecto de aguas mansas y cristalinas que atraía turistas de todos los rincones de Colombia y el mundo.

Isla Verde vería su triste final entre finales de los 50 y principios de los 60, cuando desapareció oficialmente de los mapas cartográficos del Instituto Agustín Codazzi. Coinciden los expertos en que la construcción del tajamar de Bocas de Ceniza, esencial para el funcionamiento del puerto fluvial de Barranquilla, cercenó el flujo natural de sedimentos y corrientes que nutrían a la isla, produciendo su erosión y haciéndola desaparecer para siempre.

Sin barrera natural, las playas porteñas fueron víctimas del oleaje, el sedimento, la erosión y el mar de leva, causando un deterioro irreparable que ha tenido que ser mitigado a través de los años pero que afectó considerablemente el desarrollo turístico y económico del municipio.

Increíblemente, Puerto Colombia ha mostrado una resiliencia sin precedentes, y ha logrado renacer con paciencia y consistencia durante los últimos años. Gran parte de este resurgir de Puerto Colombia se explica gracias al desarrollo que ha tenido la zona del corredor universitario y cultural, el cual es hoy epicentro de nodos de las universidades y colegios, públicos y privados más importantes del Caribe; una zona franca en salud con modernas clínicas que exportan servicios médicos, además de nuevos desarrollos urbanísticos.

El intento de Barranquilla de quedarse con esta zona, es una nueva agresión contra Puerto Colombia, una que atenta contra su subsistencia misma, pues no es solo echar a la basura todo el progreso de los últimos años, sino quedarse nuevamente sin vocación económica de cara al futuro.

Como lo demostré en mi pasada columna, esta pretensión de Barranquilla no tiene sustento histórico ni normativo, pues no existe ningún acto, legal o administrativo, que le otorgue potestad sobre este territorio. A Barranquilla Puerto Colombia nunca le ha quitado nada, ni intenta hacerlo ahora, solo se intenta defender ante las constantes agresiones de las que ha sido víctima durante la historia.  ¿Será mucho pedir que el progreso y crecimiento de la capital no venga acompañado del detrimento y destrucción de sus municipios vecinos?

Soy barranquillero de nacimiento y corazón, amo a mi ciudad y quiero verla progresar, pero tengo esta mala costumbre de analizar las cosas sin sentimentalismos, de centrarme en los hechos y de aspirar a la objetividad en mis argumentos, tal vez por eso me hice médico, porque la ciencia no pelea con la razón. Es por eso que no me tiembla el pulso para expresar mi opinión como la siento y la pienso, y sobre este asunto es clara: paren la agresión a Puerto Colombia.