Dos años de genocidio en Gaza
Este 7 de octubre se cumplirán dos años desde la activación del conflicto palestino-israelí en la Franja de Gaza, dos años de una tragedia que ha quitado la vida a inocentes niños, niñas, hombres y mujeres. La población civil de la zona ha visto cómo, ante los ojos impávidos de la comunidad internacional, le han quitado prácticamente todo. Hoy, más que nunca, el derecho internacional se muestra incapaz y, sin lugar a dudas, cómplice de las prácticas genocidas que han afectado a la población palestina.
El escenario internacional actual nos habla de seudos avances que se elevan más bien a un saludo a la bandera que a un apoyo concreto que permita poner fin a las condiciones, que la acción militar judía que contraviene todos los elementos humanitarios del derecho internacional, ha instalado en territorios palestinos. El reconocimiento del Estado Palestino es uno de ellos, ya que no parece generar ninguna consecuencia inmediata, tal como la situación lo reclama. El tema resulta tan desconcertante, ya que a pesar de que 4 de los 5 países permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, han reconocido a Palestina como un Estado, el derecho a veto y el principio de unanimidad en sus decisiones permite que el aliado de Israel, Estados Unidos, bloquee, como lo ha hecho desde la creación del Estado de Israel a fines de la década de 1940, cualquier tipo de medida que impacte de manera directa en el gobierno de Benjamín Netanyahu.
La realidad, dura y dolorosa, dice que el derecho internacional no es capaz de detener la crisis humanitaria que Israel ha instalado en la Franja de Gaza. Dice que un Estado, con la complicidad de un socio poderoso puede, a vista y paciencia de los ojos de todo el mundo, matar niños, hombres y mujeres, destruir escuelas, templos, hospitales, universidades. Dice que el enorme clamor popular en defensa de los derechos de los palestinos que se ha levantado en los más variados rincones del planeta no ha mellado en nada las posibilidades de Israel de poner fin al asentamiento palestino en la región. En estos tiempos, a cualquiera de nosotros, se nos debería caer la cara de vergüenza si queremos hablar de humanidad.
Me llama la atención cómo la comunidad civil internacional ha reaccionado al respecto. Cada día más y más personas saben de lo complejo y delicado de la causa palestina, se comprometen con una comprensión cada vez más profunda de su historia y de la situación humanitaria que hoy enfrenta, tienen la nobleza y la hidalguía de ponerse por encima de sus propias autoridades locales e incluso reclamando la inoperancia de los organismos internacionales que surgieron para prevenir y castigar a los perpetradores de estos horrores. Es por ello que sus esfuerzos son los que emocionan y a través de una serie de iniciativas buscan instalar, a nivel de conciencia global, la importancia, el valor de la causa palestina.
Desde la flotilla humanitaria, hasta las manifestaciones más humildes, se han elevado como un espacio de educación, que dignifica la naturaleza humana y que propone a Palestina y su causa, como un estandarte, el más sublime de todos, sobre la relevancia de los derechos humanos y la justicia social.
Demuestra que las organizaciones humanitarias, que trabajan por proporcionar ayuda en alimentos, refugio, atención médica y espiritual, le están dando una clase del verdadero humanismo a autoridades indiferentes y a organismos internacionales inoperantes.
Los dos años de luchas por la causa palestina eleva el activismo como uno de los medios más significativos para presionar a las autoridades a que tomen medidas que permitan devolver un poco de dignidad a sus acciones.
La experiencia nos indica que la denuncia ciudadana de la violencia ha sido el más importante, a lo mejor el único, mecanismo para visibilizar las violaciones sistemáticas a los derechos humanos cometidos en la Franja de Gaza. La indiferencia de los medios de comunicación se eleva como una cuestión relevante a revisar, ya que su papel de informar, denunciar y levantar una postura ética en concordancia con los valores universales consensuados, es su misión primordial en casos como este.
Desde una pequeña trinchera, con el corazón de un inmigrante palestino que vive en América Latina, región que acogió a nuestros abuelos y sigue acogiendo a refugiados palestinos, levanto, desde la pedagogía de la vida, que cada acción cuenta, individual o colectiva, que transmita la esencia de la lucha justa y digna para una población palestina que ha sido víctima, estos dos últimos años, de lo peor de la naturaleza humana.