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La Educación Emocional: un compromiso con el bienestar de los niños y niñas de Colombia

El panorama de la salud mental en la infancia y la adolescencia es alarmante. Según el Observatorio Nacional de Salud Mental, los casos de ansiedad, depresión y conductas autodestructivas han aumentado significativamente en los últimos años. La pandemia por Covid-19 solo exacerbó esta crisis, evidenciando la falta de herramientas emocionales en nuestros jóvenes para enfrentar la incertidumbre y el estrés. Es aquí donde la educación emocional emerge como una necesidad impostergable para garantizar el bienestar de las futuras generaciones.

Por eso, con la reciente aprobación en primer debate del Proyecto de Ley No. 202 de 2024 en la Comisión VI del Senado de la República, del cual soy Autor, busco implementar la Cátedra de Educación Emocional en Colombia, con el propósito de que el país dé un paso decisivo con la educación integral. Como senador, estoy impulsando esta iniciativa, de la que he recibido el apoyo de otros congresistas, con la convicción de que la educación emocional sea un pilar fundamental en la formación de infantes y adolescentes.

La educación emocional es una herramienta poderosa para mitigar la ansiedad y la depresión en niños y adolescentes. No basta con generar conciencia sobre la importancia del bienestar mental; es fundamental que las instituciones educativas asuman un rol activo en la enseñanza de habilidades socioemocionales. Esta cátedra no solo sensibiliza, sino que incorpora estrategias concretas dentro del currículo escolar para que la gestión emocional sea parte de la vida diaria de los estudiantes.

A partir de este proyecto, el respaldo académico de entidades comprometidas con la educación y el bienestar infantil en Colombia como el Programa de Desarrollo Psicoafectivo y Educación Emocional - Pisotón de la Universidad del Norte ha sido clave, demostrando que el desarrollo de habilidades socioemocionales en la infancia previene problemas de salud mental en la adultez. No se trata de improvisar contenidos, sino de diseñar estrategias pedagógicas respaldadas científicamente, que permitan a los estudiantes aprender a conocerse, regularse y relacionarse de manera sana con su entorno.

De manera que, con la aprobación en primer debate se inicia un camino que aún debe sortear múltiples desafíos. Implementar esta Cátedra requerirá inversión en formación docente, desarrollo curricular y seguimiento continuo para evaluar su impacto. Más allá de las buenas intenciones, se necesitan compromisos reales del Estado y la sociedad para que esta iniciativa no se diluya en el camino legislativo.

El bienestar emocional de nuestros niños y adolescentes debe ser una prioridad nacional. La educación emocional no es un lujo ni una moda pedagógica; es una necesidad urgente en un mundo donde la presión social, la hiperconectividad y la incertidumbre afectan cada vez más a las nuevas generaciones. Apostar por esta Cátedra significa trabajar por un país más empático, resiliente y con ciudadanos emocionalmente sanos. No podemos permitirnos seguir ignorando la importancia de enseñar a sentir y a vivir con inteligencia emocional.