Alexander Garrido Salas fue asesinado en la puerta de su vivienda el 24 de septiembre.
Foto
Mery Granados

Share:

'La muerte de mi primo se pudo evitar'

Revelador testimonio de un familiar del funcionario de Electricaribe asesinado en el barrio Los Andes.

Siendo aproximadamente las 8:00 a.m. del día 24 de Septiembre, Alexander Garrido Salas se despedía de su madre, con el compromiso de realizar la compra el próximo sábado: esta era solo una de las tantas responsabilidades que como padre, hijo y trabajador ejemplar tenía. Mientras se disponía a abrir la puerta de la camioneta para trasladarse a las instalaciones de Electricaribe S.A. E.S.P., empresa de la cual era trabajador, un -hasta ahora desconocido- sujeto impactó con arma de fuego en su humanidad. La bala se alojó en su cabeza, sin orificio de salida, provocando, al cabo de tres angustiosas horas, su muerte.

Es este hecho lamentable lo que merece una reflexión por parte de la comunidad atlanticense y colombiana en general. No solamente el drama familiar, irreparable desde todo punto de vista, sino otros aspectos que usualmente no son resaltados en los medios de comunicación: quizá porque tales reflexiones no aumentan el morbo, el amarillismo y el sensacionalismo que impera.

El primero que cabe resaltar es que el trágico hecho pudo evitarse. Por su trabajo y su lucha contra el fraude, Garrido Salas venía siendo amenazado, situaciones que fueron informadas a la empresa y al aparato estatal. Con mediación del Sindicato Sintraelecol, se ratificó la necesidad de un traslado o un cambio de puesto de trabajo, para minimizar el riesgo de inseguridad. No obstante, la empresa hizo caso omiso, y las amenazas no fueron esclarecidas por el Estado. Los trabajadores están subordinados, por su contrato de trabajo, a la empresa; pero la subordinación no puede convertirse en exponer la vida del trabajador, sin que el patrón brinde las mínimas garantías para ejecutar su labor. Las autoridades deberán esclarecer la responsabilidad de la empresa y esperamos el compromiso de ésta para que la investigación llegue a buen puerto.

En segundo lugar, este acontecimiento debe revaluar el papel del sindicato. El movimiento sindical, caracterizado por sus luchas reivindicativas propias, terminó en la mayoría de los casos disociándose de la sociedad de la cual hace parte. No es sólo buscar mejores condiciones de trabajo si no propenden a que el servicio que presta la empresa mejore. ¿De qué sirven las reivindicaciones económicas si el servicio de electricidad brindado provoca amenazas en los trabajadores? Esta reflexión, quizá, puede servir de ejemplo en los demás sindicatos.

Lo tercero se refiere al servicio que presta Electricaribe. Recientemente se informó cómo trabajadores de ésta empresa fueron atados a un árbol en La Guajira por habitantes del sector. Los trabajadores, que deben cumplir con órdenes, son atacados y maltratados por los usuarios, por un servicio que dista de ser el mejor. La lucha contra el fraude, que dejó como mártir a Alexander Garrido Salas, debe continuar, pero, paralelamente, la empresa debe comprometerse a que el servicio que presta, sea de calidad. Los trabajadores serán los primeros beneficiados cuando el servicio por el que pagan los usuarios deje de ser pésimo.

El cuarto punto atañe a que esta sociedad violenta, reproducida por los aparatos ideológicos, termina por formar a un usuario intolerante ante un mal servicio. Esa realidad innegable no se puede superar si no se suprime la cultura de la violencia que impera. Empresas como Caracol y RCN se lamentan, en los noticieros, de hechos como éstos, pero luego se programan novelas donde el común denominador es la violencia y el narcotráfico. ¿Superar la violencia será posible con el bombardeo mediático que la reproduce?

Por último, esperamos que este crimen atroz no engrose las cifras de impunidad del país. Los autores materiales, pero, sobre todo, los determinadores del homicidio, deben responder ante las autoridades. Si algo de positivo puede verse en este entristecedor panorama, debe ser que prontamente se mejore la calidad del servicio, se brinden garantías para los trabajadores de la empresa, y se reproduzca una cultura de paz que arrebate espacios a la violencia.

Por Miguel Camilo Espinosa Ardila