El "Abuelo" que custodia los bosques vírgenes del sur de Argentina

Adentrarse en el Parque Nacional Los Alerces, ubicado en el noroeste de la Patagonia argentina, es lo más parecido a viajar al pasado. Bosques prístinos, aguas cristalinas y especies únicas de flora y fauna cautivan al visitante, ansioso por encontrarse con la verdadera joya de la corona del parque: el alerce milenario.

También conocido como Lahuán ("El Abuelo"), este árbol de casi sesenta metros de altura lleva más de 2.600 años cuidando de estos bosques, considerados como de los pocos lugares "sin intervención del hombre" que quedan en Argentina.

"Son bosques que están apartados del resto de los bosques. Hay muchas especies que solo existen en esas zonas, como pequeños anfibios o peces, y ni hablar de insectos o de interacciones bióticas que se realizan en este bosque", afirma en entrevista con EFE Hernán Colomb, ingeniero forestal e intendente del Parque Nacional Los Alerces.

Patrimonio de la humanidad 

Situado en la provincia de Chubut, fronteriza con Chile, a 50 kilómetros de la ciudad de Esquel, este parque nacional está conformado por una frondosa selva valdiviana de casi 260.000 hectáreas de superficie, cuyos bosques albergan varios animales en peligro de extinción, como es el caso del huemul, un tipo de ciervo andino.

Dentro del parque, existe un "área intangible" de 180.000 hectáreas, declarada como Patrimonio Natural de la Humanidad de la Unesco en 2017: allí es donde se encuentran los bosques de alerces milenarios, con algunos ejemplares de casi 4.000 años de existencia a los que, al menos desde el lado argentino, no se puede acceder.

"El 34 % del bosque de alerce que existe en Argentina está dentro del Parque Nacional Los Alerces", señala Colomb, al abordar las particularidades de un ecosistema que forma parte de la Reserva de Biosfera Andino Norpatagónica, integrada, además, por los Parques Nacionales Lago Puelo, Nahuel Huapi, Los Arrayanes y Lanín.

Utilizado hace décadas para la extracción de madera y la elaboración de techos de viviendas, el alerce es uno de los seres vivos más longevos del planeta. Con un crecimiento promedio de uno o dos milímetros al año, los expertos miden los anillos del tronco para determinar su edad: así, con 2,6 metros de diámetro, "El Abuelo" tendría 2.600 años.

Cuidados especiales 

Las 180.000 hectáreas protegidas por la Unesco están libres de intervención humana: no hay caminos ni accesos, solo un pequeño recorrido para visitar el alerce milenario, emplazado dentro de un área de "máxima restricción", en la que tampoco hay especies invasoras.

Por ese motivo, la cautela es máxima para aquellos que deseen conocer en primera persona al "Abuelo". Cada día, dos o tres lanchas parten desde Puerto Chucao rumbo a Puerto Sagrario, donde empieza un sendero de unos dos kilómetros y medio hasta el alerce milenario, aunque para transitarlo primero hay que someterse a una desinfección.

"Hay una desinfección previa para poder ingresar a la lancha: se desinfectan principalmente los pies y los zapatos para no transportar los distintos microorganismos que uno arrastra cuando camina", asegura el intendente del parque, añadiendo que la entrada está vedada al público en general, puesto que solo está permitido el ingreso con un guía.

"Es un solo sendero que pega una vuelta. Pasamos por un lago, que es el Lago Cisne (de aguas turquesas), y después recorremos todo el borde del arroyo Los Alerces, con distintos espacios para que los guías vayan mostrando la vegetación o cómo está este ecosistema", apunta Colomb.

De las 250.000 personas que visitan anualmente el Parque Nacional Los Alerces, únicamente 12.000 hacen la excursión de cinco horas hasta el alerce milenario, que cuenta con una supervisión especial para evitar posibles alteraciones como consecuencia de las visitas.

"('El Abuelo') por supuesto que no se toca. Uno lo tiene rodeado para que lo puedan circunvalar las personas sin tocarlo. Se ve aproximadamente a un metro y medio de distancia", explica Colomb, sobre la "gema" final de un itinerario que también recorre las aguas del Lago Menéndez en la ida y en la vuelta.

Una "energía" especial 

Durante el trayecto, el visitante se sumerge en la naturaleza más pura: sin conexión a internet ni electricidad, sin ruidos, contaminación o presencia humana, el turista agudiza los sentidos para absorber la "energía" del bosque, canalizada mediante un alerce milenario que resulta "imponente" para quien lo contempla de cerca.

"Creo que (los visitantes) quedan muy sorprendidos, porque realmente es imponente el árbol", constata Colomb.

El tiempo pasa y las sociedades cambian, pero "El Abuelo" seguirá custodiando durante muchos años más su pequeño rincón del Parque Nacional Los Alerces.

EFE

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