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Marcos Coll con sus compañeros de la Selección Colombia de 1962.
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marcoscoll.wordpress.com

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Marcos Coll: adiós olímpico

El periodista Ahmed Aguirre hace un recorrido por el mundo futbolístico de este gran jugador barranquillero fallecido este martes.

Cincuenta y cinco años atrás, el mundo del deporte y particularmente en Barranquilla y Colombia recuerdan aún aquella hazaña de nuestro fútbol en el Mundial de Chile 1962. Una selección de pocos pergaminos internacional acudía por vez primera a un campeonato universal donde solo se daban cita los mejores 16 equipos por naciones. Arica, Chile, tuvo por anfitrión a Rusia con Lev Yashin, “la araña negra” considerado el mejor arquero del mundo, a Yugoslavia, otra potencia futbolística, a Uruguay dos veces campeona y a la humilde Colombia, quizás la convidada de piedra.

Desde ese entonces, 3 de junio de 1962, hasta este junio de 2017 a pocas horas de haber fallecido Marcos Coll Tesillo, no deja de acudir a la mente aquel gol marcado por el barranquillero a quien comenzaron a llamar desde ese momento “El Olímpico” Marcos Coll.

Corría el minuto 23 del segundo tiempo y Colombia perdía 4-1. Era el segundo corner a favor de los colombianos. Costado izquierdo en el vértice de la esquina.  El balón salió raudo en busca del objetivo: la red rusa. Conectado con borde interno del pie derecho, la pelota -contrario a lo que se acostumbra en los tiros de esquina- no alzó vuelo ni se fue veloz como una flecha. Esta vez, la pelota llevaba impreso un sello personal con el nombre de Marcos Coll.

Como el Muro de Berlín

En medio de sus recuerdos,  en una entrevista publicada hace varios años en El Heraldo, y de la cual tomamos parte del texto, Marcos nos recuerda parte de aquella faena. El futbolista asegura que el gol olímpico fue como la caída del muro de Berlín: Rusia se vino abajo en su andamiaje. “Yashin se molestó enormemente con sus compañeros y a partir de ese momento Colombia fue el dueño del juego hasta lograr el 4-4. Si el partido demora unos minutos más les ganamos”.

Contrario a lo que muchos creen, aquel gol, esa anotación no fue como tradicionalmente sucede: no fue un gol arriba, por elevación; fue un gol casi a ras de piso.  Marcos lo recuerda así: “coloqué el balón en el vértice de la esquina izquierda y le pegué con borde interno del pie derecho, el efecto que le puse al balón dio sus frutos.  El balón hizo su recorrido y por el efecto que llevaba, picó a pocos centímetros de la línea de gol y se coló casi por entre el cuerpo de Yashin”.  

Con la Selección Colombia se distinguió por su clase para jugar el balón.

“Fue  un regalo de Dios  el haber anotado eso gol olímpico. Eso me produjo una sensación en mi vida, en mi familia y aún sigo gozando de la dicha por el reconocimiento de la gente. “Fíjate, -nos contó esa vez Marcos- el otro día mientras compraba algunas cosas en una droguería, un señor ya mayor que estaba con su esposa y un hijo como de 20 años cuando me vio, gritó ¡nojoda Marcos Coll que placer, déjame tomar una foto con mi familia y contigo..! imagínate, la felicidad de esa familia es tan grande como la felicidad que me produce a mi todo esto”.  

Se  “estremeció a Rusia”

Hoy, 55 años después y cuando se han celebrado desde entonces 13 mundiales más, aquella hazaña y aquel gol siguen siendo para Marcos Coll una de sus más importantes fuentes de orgullo. Cada vez que se acerca un Mundial este barranquillero es epicentro de entrevistas y consultas periodísticas del mundo entero. Aquella fecha del 3 de junio de 1962 la tienen pendiente los periodistas de Cali, Bogotá, Medellín, Barranquilla, de todas partes de Colombia. Y también del exterior.  Todo aquello forma parte de la historia futbolística de nuestro país y se constituye  en apertura obligada para todo lo que tenga que ver con la participación o la ausencia de Colombia en cualquier campeonato del mundo.

En todos los mundiales, el nombre de Marcos Coll  tendrá que resonar. Porque hay que hablar de ese único gol olímpico anotado hasta ahora. De alguna manera los colombianos y particularmente los barranquilleros estamos a la expectativa, esperando tal vez que se produzca una nueva anotación de esta naturaleza. Porque entonces el mundo tendrá que hablar de ese segundo gol olímpico. Se establecerán comparaciones. Marcos Coll va a permanecer  siempre en la historia del fútbol de Colombia y del mundo entero.

Su llegada a Junior fue ampliamente promocionada.

Muchas son las anécdotas que Marcos pudiera regalarnos sobre su actuación como deportista. Pero hay una muy especial y que le llena de entusiasmo cuando la recuerda. Fue precisamente tras el gol olímpico en Chile. Un día después de la hazaña le avisaron que en el lobby del hotel estaba un periodista que quería entrevistarlo. Cuando Marcos bajó y saludó al periodista, éste, al presentarse le dijo “yo de fútbol no sé nada, pero de la revista francesa en que trabajo como corresponsal me han enviado para hablar con usted, mucho gusto mi nombre es Buck Canel”. En aquel instante-cuenta Marcos- “quedé petrificado por la sorpresa; entonces le dije: ¡cómo, repítame su nombre! ¡hombre usted no sabe el honor que me hace conocerlo, yo desde muy niño he oído hablar de usted, soy uno de sus admiradores y no me pierdo ninguna narración de sus partidos de Serie Mundial en las Grandes Ligas”.

 

 

También nos contó alguna vez que llegó al fútbol por casualidad porque su deporte favorito era el béisbol.  Siempre fue fanático de los Yankees y  soñó con ser un gran beisbolista. Pero-como dice Rubén Blades- “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida..

En 1946 con ocasión de los V Juegos Centroamericanos y del Caribe en Barranquilla, Marcos fue testigo presencial de la inauguración del estadio de béisbol Tomás Arrieta. Vio allí jugar a la selección Colombia que se coronó campeona venciendo a todo sus rivales incluyendo a Cuba. Chita Miranda, “petaca” Rodríguez, Niño Crissien, etc.  fueron sus ídolos. Resultaba paradójico que siendo hijo del prime árbitro colombiano reconocido internacionalmente por la FIFA, Elías Coll Tara, lo menos esperado es que Marcos resultara fanático del béisbol y no del fútbol.

Marcos Coll se destacó como uno de los grandes jugadores del Deportes Tolima.

En un torneo intercolegial de futbol, hizo parte del equipo del Colegio Americano donde adelantaba sus estudios. Con una destacada actuación de él, su colegio se coronó campeón. Un veedor del Club Sporting de apellido Pissela lo convocó a las divisiones menores. En diciembre de 1952 el equipo Banfield, de Argentina, vino a Barranquilla a jugar partidos amistosos y uno de esos partidos fue contra el Sporting que era dirigido por el argentino Raúl Leguízamon. Coll fue llamado al banco de suplentes. A los 10 minutos del segundo tiempo Rubén Deibis una de las figuras del Sporting se lesionó. Marcos entró en su reemplazo y se mandó tremendo partido hasta el punto que el estadio municipal repleto comenzó a corear su nombre. La faena de Marcos quedó redondeada marcando el tercer gol del Sporting que se impuso 3-1.

Los periódicos y en las emisoras a titulaban con un nombre que comenzó a hacerse famoso en toda Colombia: Marcos Coll.  En todas partes se hablaba del hombre pase-gol, de las calidades y virtuosismo de un jovencito barranquillero que con su dominio y manejo del balón enloquecía a sus contrarios. Tres años después el Medellín lo lleva a sus filas. Dirigido por José Manuel Moreno 'El charro' y en su nómina militaban figuras de talla como Caimán Sánchez, Retamoso, Carlos Arango, Larrá, De La tour etc. Cuenta Marcos que en aquel equipo que fue campeón en 1955 él solo pudo jugar como en 10 partidos. Al año siguiente regresó a Barranquilla y le dijo a su papá que ahora sí iba a estudiar porque a él le gustaba jugar y en el Medellín no tuvo muchas oportunidades.

Su talento lo llevó a jugar en el exterior.

Cuando estaba a punto de matricularse, aparecieron directivos del Tolima y lo llevaron al equipo. Eran tiempos tormentosos en el interior del país por la violencia de la política con los partidos Liberal y Conservador. El padre de Marcos puso una condición: su hijo iba a Ibagué a jugar si el Tolima se llevaba también otros jugadores. Tolima aceptó y con Marcos Coll fueron contratados Álvaro “El gato” Camacho, Guillermo Galaviz, puntero derecho y Carlos Carroll.  A partir de entonces Coll inicia su gran carrera profesional.

Virtuoso del medio campo

Después de jugar en el Tolima 5 años y de superar una lesión en una de sus rodillas, pasó al Bucaramanga donde fue subcampeón en 1960. Pasó al América donde actuó  5 años y regresó al Tolima de donde vino al Junior en 1969. En su equipo rojiblanco terminó su carrera como jugador y  siguió vinculado como entrenador de divisiones menores.

Siempre fue volante creativo. Sus condiciones técnicas, virtuoso del balón, avalaron-como él dice- su puesto en el medio campo, donde juegan los inteligentes. “El fútbol me dio todo, me dio fama, me dio una linda familia, me dio estabilidad económica y la oportunidad de enseñar lo que me gusta”.

Un pasaje del duelo entre Colombia y la Unión Soviética.

Marcos Coll prestó por muchos años sus servicios como instructor de fútbol en las Minas del Cerrejón. Su alegría y entusiasmo se desborda cuando en la calle, el taxista para su carro o cuando el carro mulero lo saluda “hey olímpico”  como igual lo hace el médico, el abogado, el empresario o la ama de casa que lo reconoce en una farmacia y le pide tomarse una foto con sus hijos. “El dinero y la fama quita los nervios-dice-pero el cariño de la gente vale mucho". Uno de sus hijos, Mario Alberto, siguió sus pasos de futbolista, en tanto los otros Fabián y Omar se dedicaron a sus profesiones universitarias.

Como todo buen barranquillero, Marcos Coll fue siempre  “mamador de gallo”, dicharachero y con un manejo siempre del buen humor. Entre sus anécdotas recuerda un día se embarcó en un bus y cuando iba a pagar el pasaje, el chofer le dice: “yo siempre me he querido tomar una foto con usted”. –Ah bueno-le dijo Marcos. El chofer paró el bus, sacó su celular y le pidió a un pasajero que le hiciera el favor de tomar la foto con el deportista. Los pasajeros todos saludaron y aplaudieron a Marcos.  

Hoy, nos toca despedirlo para siempre. Dos años antes fue a Antonio Rada al que hubo que despedir. De aquella trilogía barranquillera del mundial 62 solo queda Efraín “Caimán” Sánchez residenciado en Bogotá. Marcos Coll, “El Olímpico” seguirá imperecedero en nuestro fútbol como uno de los grandes protagonistas de la historia.

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