Junior: una nómina que se convirtió en 'trituradora' de directores técnicos
Han pasado varios entrenadores, pero ninguno ha dado resultado. ¿Qué sucede?
Terminó abruptamente la era de ‘Julio X’, en un proyecto que daba la impresión de que se iba quedando sin gasolina antes de lo pensado, por las muchas contradicciones que Comesaña iba lanzando a lo largo del camino, en especial, en los últimos 15 días.
Y es que el mismo Julio Avelino comenzó a padecer lo que les pasó a sus antecesores. Poco a poco, se dio cuenta que no tenía los argumentos como entrenador para lograr hacer funcionar el equipo.
Un conjunto mal armado, con jugadores por los cuales se ha esperado mucho, y no han aportado nada.
Así pues, la base de jugadores de Junior se volvió una trituradora de entrenadores.
Técnico que ha llegado, técnico que se ha ido con más vergüenza que otra cosa, con el amargo sabor a la derrota, fresco en los labios.
Cuando Comesaña se fue por novena vez, hace dos años, pasaron por las filas del equipo Luis Amaranto Perea, Arturo Reyes, Juan Cruz Real y nuevamente Julio Avelino Comesaña.
Todos con un factor común: sufriendo una tras otra eliminación, quedando a las puertas de lograr alguna cosa importante, y fallando en los momentos cruciales.
Ellos y sus jugadores
En Junior se han traído desde hace tiempo jugadores del gusto de los dueños, que podrán llenarles los ojos a ellos, pero no las vitrinas del club.
Con la base de jugadores veteranos como Dany Rosero, Fabián Viáfara, Edwin Velasco, Didier Moreno, Freddy Hinestroza, Luis ‘Cariaco’ González, Edwuin Cetré, Carmelo Valencia y Jhon Pajoy, no ha pasado absolutamente nada.
Han fallado una y otra vez, no han resistido la presión. No han tenido la llamada jerarquía que exige el fútbol de alta competencia en los equipos que aspiran a algo más que competir, se han equivocado cuando la jugada les pide un pase y han rematado o han rematado mal la única clara que les ha quedado.
El gran ejemplo de eso fue la estruendosa eliminación de la Copa Sudamericana donde un empate sin goles con un equipo humilde de Argentina les alcanzaba para clasificar.
En cambio, se llevaron un vergonzoso baile 4-0 como locales.
A ellos se suman algunos llegados en el corto plazo como Jorge Arias, Daniel Giraldo, Yesus Cabrera, Nelson Deossa, Iván Rossi, Omar Albornoz y Fernando Uribe, quienes llegaron para este año y su producción ha sido completamente nula a la hora de hablar de cosas importantes.
Además, los ídolos históricos como Sebastián Viera y Carlos Bacca también han fallado este año en el momento en que se esperaba que con su liderazgo pudieran hacer reaccionar a sus compañeros.
Con tanto intrascendente, con tanto jugador indolente, con tanto inmaduro en la cancha e incapaz de lograr las metas, el carrusel de entrenadores, que ya tiene otra vez en fila a Arturo Reyes, solo seguirá dando vueltas de un lado a otro, para seguir con el paseo.
Y es que no es que no les asista la culpa a los técnicos, hoy ya decapitados por los dueños del equipo. No es menos cierto que se han equivocado y si en gran parte muchos de estos jugadores continúan enquistados en la nómina, es porque ellos no solo lo permitieron, sino que lo recomendaron y hasta exigieron.
Además, hay que entrar a evaluar a unos directivos complacientes, que, en su afán de ver ganar al equipo, de buena voluntad han inyectado miles de millones de pesos en los últimos años, pero que al tiempo parece que poco exigieran a los que interpretan –para bien o para mal- los que les manda a hacer el técnico desde el pizarrón.
Al final, está la misma trituradora de hojas de vida, que destrozó a entrenadores novatos y veteranos por igual, a los que vienen de estudiar en Europa o dirigir selecciones, los que llegan bautizados con el aura de ser los de moda o, en el último caso, de ser de la entraña.
Sin un proyecto, está llamado a seguir por el mismo camino. Se va a la topa tolondra. Sacando técnicos, trayendo a cualquiera que le caiga en gracia al de turno o a los dueños. Pero de lo que realmente se necesita, poco o nada.
Finalmente, cómo va a sonar mejor la orquesta si por más que se traiga al mejor maestro, con una batuta de oro, y las más finas partituras escritas por los arreglistas más destacados, si la mitad de los músicos están sordos y la otra mitad toca con instrumentos desafinados.
Ya van muchas veces que una cabeza rueda por culpa de varias. En algún momento, varias más tendrán que rodar. Parece que el momento es ahora.