Usain Bolt, favorito para las pruebas de velocidad del atletismo.
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Bolt llama por tercera y última vez a las puertas de la gloria

El jamaiquino se alista para retirarse bañado en oro.

Una leyenda viva del atletismo y un reto obsesivo, el triple-triple, convierten a Usain Bolt, por tercera vez consecutiva -y última-, en la pieza central de los Juegos Olímpicos, capaz por sí sola de arrumbar la crisis deportiva y moral que padece el rey de los deportes.

Cuando el astro jamaicano se coloque en los tacos de salida para dirimir la final de 100 metros, el próximo domingo, un silencio sobrecogedor precederá al disparo en el estadio Olímpico. Ningún aficionado se acordará entonces de los casos de corrupción y dopaje que arruinan la imagen del atletismo.

Nadie se acordará de que el atletismo ruso ha sido borrado de los Juegos de Río como castigo por el "dopaje de Estado" denunciado en el informe McLaren, ni de que el expresidente de la IAAF Lamine Diack, predecesor de Sebastian Coe, está encausado por corrupción.

Las anchas espaldas de Bolt lo taparán todo, al menos durante los diez días de acción en el estadio Olímpico. Sucederá en Río, como ocurrió antes en Londres 2012 y en Pekín 2008, los otros dos escenarios de los tripletes boltianos. Y nunca más, porque ya ha dicho que estos son sus últimos Juegos.

Bolt rompió en Pekín 2008 todos los esquemas del esprint al colgarse tres medallas de oro (100, 200 y 4x100) aderezadas con otros tantos récords mundiales. En Londres se convirtió en leyenda al repetir la triple hazaña, algo que nadie había logrado jamás. En Río reitera su triple aldabonazo a las puertas de la gloria para convertirse definitivamente en mito.

Superados, como en vísperas de Londres 2012, sus habituales problemas de espalda, y restablecido de la lesión muscular que en julio le impidió disputar los campeonatos de Jamaica, Bolt se ha plantado en Río en una forma física que intimida a sus rivales, como lo prueba su registro de 9.88 en Kingston (junio) y el más reciente de 19.89 en 200 (22 de julio en Londres).

En ninguna de las dos distancias del esprint domina el ránking mundial del año. Los líderes de la temporada son estadounidenses: Justin Gatlin (9.80 en 100) y LaShawn Merritt (19.74 en 200), y sin embargo nadie le discute el rango de favorito. Cualquier aficionado sabe que en la hora suprema Bolt se agiganta y achica a sus adversarios, como ocurrió en Londres con su doble victoria sobre un Gatlin que llegaba en plan gallito.

Dos de las 47 medallas de oro que pone en juego el atletismo tienen un destinatario casi seguro: Usain Bolt, una bendición para el deporte que ofrece espectáculo dentro y fuera de la pista. Este lunes, mientras alguno de sus rivales estaría devanándose los sesos buscando la forma de vencerlo, Bolt apareció bailando samba junto a bailarinas de apariencia no menos espectacular que el esprinter.

Gloria bendita para los medios de comunicación, después de varios meses resignados a relatar un rosario de escándalos de corrupción y dopaje.

El reto es todavía mayor para la estadounidense Allyson Felix, que tiene intención de competir en 200, 400 y en los dos relevos. Si lo ganara todo, igualaría la hazaña de Fanny Blankers-Koen, la holandesa voladora, la única con cuatro oros en unos mismos Juegos.

El británico Mo Farah, cinco veces campeón mundial y europeo en pruebas de fondo (5.000 y 10.000), se apresta a repetir su doblete olímpico de Londres. Látigo inmisericorde de los africanos, Farah, nacido en la capital de Somalia, ha logrado escapar a las sospechas de dopaje que se cernieron sobre su entrenador, el estadounidense Alberto Salazar, y sobre su amigo Jama Aden, detenido en Sabadell (España) en junio pasado en una operación policial contra el dopaje.

La polémica volverá a rodear la figura de Caster Semenya, la ochocentista sudafricana de apariencia andrógina que en los Mundiales de Berlín 2009 asombró por su rotunda superioridad.

La IAAF le impidió competir mientras abría pesquisas que detectaron en la atleta un tipo de hiperandrogenismo, lo que condujo a establecer en 2011 una norma sobre criterios para separar las categorías por sexos, obligando a quienes presentaban esta anomalía a reducir sus niveles de testosterona por debajo de un cierto límite.

El rendimiento de Semenya cayó bruscamente, pero en julio del 2015 el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) estimó el recurso de la atleta india Dutee Chand y anuló la norma, por lo que Semenya puede competir en Río sin restricciones. Sus marcas han vuelto a ser inalcanzables para sus rivales y amenaza incluso el récord mundial, que lleva 33 años en poder de Jarmila Kratochvilova (1:53.28).

La suspensión de Rusia privó a los Juegos de algunos atletas que aspiraban a ganar títulos en Río y negó a Yelena Isinbáyeva la posibilidad de una despedida olímpica de oro. La mejor pertiguista de la historia tendrá que contemplar los Juegos desde el sofá.

La etíope Tirunesh Dibaba, la neozelandesa Valerie Adams, la checa Barbora Spotakova y la jamaicana Shelly-Ann Fraser-Pryce el comparten un reto: convertirse en la primera atleta que gana tres oros consecutivos en una disciplina individual.

Entre los dos millares de atletas que saldrán a escena en Río, un español, el marchador de 50 km Jesús Ángel García Bragado, establecerá el récord masculino de participaciones, con siete, igualando la plusmarca absoluta de Merlene Ottey, jamaicana de nacimiento y eslovena al final de su carrera.

Durante diez días, a partir del viernes, el atletismo irá desgranando campeones hasta rematar el día de la clausura, el domingo 12 de agosto, con el maratón masculino, que, como las pruebas de marcha, se disputará fuera del estadio, en pleno centro de la ciudad.

EFE

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