
“Medusa”: ¿lo bueno, lo malo?
Un análisis a la reciente producción de Netflix que ha dejado huellas muy negativas entre alguna parte de su audiencia.
Por: Adalberto Bolaño Sandoval
La reciente publicación por streaming de la serie “Medusa” ha dejado huellas muy negativas entre alguna parte de su audiencia. Una forma de ese rechazo es que algunos la han visto hasta, máximo, dos o tres capítulos. Casi todos ellos de Barranquilla. Pocos, hasta el final. Es fácil decir, como dicen los protagonistas de la misma producción y como se ha publicado (y criticado) en Facebook: "No vale…".
Lo primero fue la publicidad: se apeló, por parte de defensores de oficio, a incriminar a la serie como supuestas transposiciones de comportamientos de supuestas familias de la realidad, lo que significaría el primer nicho de atracción y publicidad. Luego, la misma productora se encargó (como era obvio) de no aclarar nada. Era normal. Recibió, por el contrario, el modo de divulgación con efecto inverso.
¿Qué hubiera pasado si la historia hubiera sucedido en Bogotá, Medellín o Cali? ¿Cómo hubiera sido el lenguaje de sus protagonistas? ¿Estándar? ¿Regionalista? ¿Contenido? Y el contenido, ¿liviano?, ¿profundo?, ¿con mayores o, simplemente, con dimensiones épicas? ¿Policíaca? ¿Cómo hubiera sido la producción?

Series difundidas por la misma multinacional como “Pálpito”, “Accidente”, Distrito salvaje”, “El robo del siglo”, “La primera vez”, tenían directores, actores y otros integrantes colombianos como protagonistas, y en las dos primeras, actuaba Sebastián Martínez. “Accidente” recurría a extremar la narrativa, llegando a ser un melodrama caricaturizable y caricaturizador. “Distrito salvaje”, con Juan Pablo Raba, entregaba un drama entre lo policíaco y la redención supuesta de su protagonista, un guerrillero que se acogió al plan de paz del gobierno de turno. “Pálpito” denunciaba el tráfico de órganos, así como el poder de algunos adinerados, quienes pueden pagar a cualquier costo la compra de estos miembros, con un trasfondo, muy coincidencialmente, de amores y acercamientos paranormales-románticos que no querían decir su nombre.
Los argumentos eran bastantes consistentes, y, bastante menos los de “Accidente”, que resumía su trama basada, según su publicidad, en las “consecuencias de una fiesta de cumpleaños que acaba en tragedia crean profundas grietas en una unida comunidad, y destrozan familias, amistades y corazones”. Ojalá el resumen condescendiera con la puesta en escena, llevada hasta el extremo patético y melodramático, para hacerla más atrayente. Para ello, los productores apelaban más al corazón que a la tragedia, más a las emociones que a la problematización de situaciones.
¿Y “Medusa”?
La historia nace del atentado que sufre Bárbara Hidalgo, nombrada recientemente CEO de la empresa familiar, llamada “Medusa”. Suponemos que ese nombre de la “telenovela” saldría del monstruo griego, representada como guardiana, pero que también aleja el mal. Y digo “telenovela” porque el tono de la serie representa un mundo tan condensado y resumido con las consabidas características melodramáticas: es una familia de industriales que se odian “fraternalmente”, o, como se dice ahora, con “golpes blandos”, pero que, abocados por el poder, unen esfuerzos a través de la hipocresía, para sacar tajada, cada uno de ellos, de cada fuente posible e imposible, mediante la extorsión y el fraude, pero, además, con el fin de engañarse entre ellos (y no solo sexualmente). Como cualquier telenovela mexicana, aunque con menos excesos, en las turcas. Podríamos plantear que el nombre Medusa conlleva la ira femenina, la cual, para Bárbara, representa la venganza contra sus propios familiares, luego de retornar un poco su conciencia, merced al ataque recibido.
Hablemos sobre lo positivo:
Dirigida por Felipe Cano, un connotado cineasta, quien filmó “La semilla del silencio” (2016) y “Terror en la laguna” (2020) y María Gamboa, quien dirigió la película “Mateo”, nominada al premio Óscar a película extranjera, se podría presumir como un buen tándem para una buena serie. Con relación a los guionistas, Claudia Sánchez y Said Chamié, resultaron ganadores del premio Emmy Internacional por su trabajo en “La reina del Flow” y escribieron también “Romina poderosa”. Este equipo, más actores como: Juana Acosta (Bárbara Hidalgo), Manolo Cardona (Danger Carmelo), Sebastián Martínez (Esteban Arco) y un grupo de actores colombianos muy reconocidos.
La serie explora los dilemas financieros, los rechazos, amores falsos y simulaciones que esconde esta familia, los cuales comienzan a estallar cuando Bárbara empieza a recuperarse. Uno se pregunta: con esos directores y guionistas, con ese elenco de actores y otros apoyos, ¿qué se podría hacer con una historia como esa? ¿Qué podrían hacer unos directores reconocidos como los señalados? La historia está narrada con agilidad, sin regalos gratuitos ni vueltas innecesarias. También revisa las relaciones del sector privado en sus contratos con los indígenas, cuando estos ceden una de sus principales setas como fuente energética y de concentración para los humanos. Este es uno de los tópicos más relevantes: una mirada ecocrítica para la protección de una de las reservas medioambientales más importantes del mundo: la Sierra Nevada de Santa Marta. Otro de los aspectos interesantes es mostrar los desencuentros que se producen en una familia ambiciosa y sus propias trampas, hipocresías y simulaciones.

Pero, unas preguntitas: ¿qué pasa con la verosimilitud? ¿Sus personajes están bien desarrollados? ¿Crecen con la trama?
Bárbara Hidalgo, como se deja entrever, no es una mujer querible. Por el contrario, es un espejo de su padre: despótica, odiosa, mandona, pero que, tras el atentado, se vuelve vulnerable y, con ello, impredecible y que quieren manipular. El efecto postraumático de la explosión no permite una completa recuperación de ella. Y he ahí una anotación y una falla del poco seguimiento: ¿cómo diablos logró cambiar, o, mejorar, según las pautas médicas, sicológicas? Eso no se muestra, aunque el argumento crezca en interés. Las primeras escenas del intento de asesinato de Bárbara impactan y resultar atractivas. La fotografía y los efectos especiales son bastante interesantes, dándole credibilidad a las escenas de las diferentes tomas del estallido. Filmada en Barranquilla, Santa Marta y Bogotá, no se observa ruptura en la espacialidad ni el tiempo de la serie. Y repreguntamos: ¿qué pasaría si hubiera sido filmada en otra zona del país y con otros actores?
Lo negativo: farsas y caricaturas
En la serie existen muchas incongruencias, limitaciones, contradicciones y equívocos tanto del guion como de la dirección. ¿Los acores recitan los textos del guión? Muchos de ellos no crean personajes sólidos ni logran desarrollarse. Parecen comparsas. ¿Se desarrollarán en una posible segunda parte?
Otro de los problemas más evidentes es el lenguaje de los personajes, que llegan a caer en estereotipos. Cuando presentaron la serie “Cien años de soledad” hubo toda clase de críticas, empezando por la adaptación. ¿Y qué no decir del lenguaje y el tono de esos personajes de finales del siglo XIX y comienzos del 20, como si tuvieran que hablar como ahora? Hace 100 años la gente no dialogaba así, obviamente. “Medusa”, al ser filmada en la Costa Atlántica y la historia suceder en Barranquilla, los personajes empleaban un lenguaje estereotipado, vulgar, como si fueran, presuntamente, de estratos bajos, y hete aquí la primera incongruencia: ¿necesariamente ser costeño o barranquillero implica hablar de manera ramplona y caricaturizable? La gente del común, normalmente, no platica así. Recordemos que los estereotipo son imágenes, creencias, simplificaciones, generalizaciones erróneas que conducen a la discriminación, y, en esta serie, el 90% de los personajes caen en esas ofensas al lenguaje.
Y ese es uno de los abusos superlativos de “Medusa”: la exageración bufonesca (y van mis respetos con este gremio) del lenguaje de los personajes, especialmente de los detectives Danger Carmelo y Porras, quienes, entre otra de las contradicciones, revelan sus expresiones de mal gusto no solo en sus oficinas y en el trato cotidiano. Supondremos que un lenguaje como ese es “aceptable” dentro de lo “normal”, que puede ser compartido entre algunas “amistades” y en unas pocas situaciones, aunque inadmisible en el propio lugar de trabajo o con cualquiera. Tales vocablos no solo hacen parte del irrespeto entre los mismos personajes, el cual es asumido con “naturalidad” por ellos, sino que es practicado en las instituciones como la policía. Inclusive, en casa de los Hidalgo o contra Esteban Arco (o contra cualquiera), se observan esas abundancias sicarizantes del lenguaje.

Y qué no decir de los demás personajes: al final, cuando el personaje Gabriel, secuestra a Bárbara (y perdón por hacer spoiler) y lo tienen acorralado, y empieza a expresarse contra los detectives con la palabra “chupaverga” (o cualquiera como esa), da el tono de la incidencia de ese lenguaje chabacano: filosóficamente, tanto este personaje, como la propia serie, están mostrando lo que significa la pérdida del “principio de realidad”, en este caso del “buen” lenguaje, del “buen” comportamiento (pero me estoy metiendo en descalificaciones morales, caramba). Y todo ello, porque Gabriel ha guardado la compostura, pero de repente, se transforma en alguien pedestre: es un rechazo que muestra el disparate y lo absurdo a su propia personalidad, que seguramente estaba guardada hipócritamente, representando también la pérdida del principio de realidad de la serie a través de la “pérdida del sentido” del lenguaje. La pérdida del horizonte del comportamiento y el uso soez del lenguaje ejemplifica, una vez más, la pérdida de los comportamientos y de la cultura: surge entonces no solo una barbarie física sino moral y ética: cambiamos de personalidad dependiendo de la situación (aunque eso es sabido), pero lo coyuntural nos vuelve peores. Y los personajes parecieran que siempre estuvieran perdiendo el sentido.
Y dentro de esas ilogicidades, mencionemos la situación que condujo al secuestro de Bárbara, quien en plena batalla de flores es sacada por Gabriel de ese primer día carnestoléndico, con la excusa de presentarle a Bárbara su novia, “la extrajera”, conduciendo a otra inconsecuencia más, obviamente más traída de los cabellos. Repentinamente, sin ninguna explicación, toda la familia Hidalgo se encuentra “unida” en la fiesta y en una comparsa de las fiestas, cuando antes no se ha indicado nada de esas transformaciones. Quiere decir: existe un hueco, una ilogicidad: no se nos ha informado nada sobre esas festividades y ni si esos personajes pertenecen a alguna muestra del carnaval. Se puede entender que esas escenas son más para una visualización “cultural” (y perdón por ese jab) y poner a “turismear” a propios y extranjeros cuando vean la serie.
Pero lo que he querido decir, entre líneas, en los párrafos anteriores, es que en tratamiento de la serie es farsesca: pareciera presentarse la buena intención de los guionistas y los directores de trasladarnos una historia que revela tensiones entre lo mercantil con lo “serio”, pero entran en el lugar común de muchas películas y series: el abuso desmedido de escenas de cama, que revelan los “destapes” de esa familia, atropellando con su poder en todo, hasta en lo sexual. Hace parte ello de lo mucho que hay de caricaturesco en esta puesta en escena.
Los personajes planos
¿Cómo son los personajes? ¿Se llegan a desarrollar? Creo que son personajes planos, sin pleno desarrollo. El único que se desarrolla es el de Bárbara, mostrándose quizá otra subtrama de la serie: la transformación de un personaje que celebraba el poder, sin parar en mientes, para convertirse en un personaje de mayores horizontes y que sirve para que la familia Hidalgo se “transforme” también. He ahí otra falla: por arte de birlibirloque, todos se transforman en “buenos”. Pero siguen siendo todavía planos: su moralidad, no obstante, es otra. Entonces ya no son planos, ¿o sí? ¿Dará pie para una segunda parte? Otra cosa más: el padre de Bárbara no se desarrolla de acuerdo con los señalamientos que hacen sus parientes.
¿Buena o mala la serie? Esperemos una segunda parte más coherente, con mayores desarrollos de los personajes y situaciones. Y que, ojalá (aunque no creo) ese lenguaje soez mejore. ¿Pero cómo va a cambiar, si los personajes y la trama continuará?