Consuelo Araujo fue una de las creadoras del Festival Vallenato y Ministra de Cultura.
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Prensa Festival de la Leyenda Vallenata

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Consuelo Araújo, una vallenatóloga de tiempo completo

A sus 14 años de partida, ‘La Cacica’ sigue siendo eje referente del vallenato en Colombia y su historia será contada en la pantalla chica.

‘La Cacica’, Consuelo Araujonoguera, no solo abanderó el nacimiento en 1968 del Festival de la Leyenda Vallenata, sino que dejó para la historia su gran tesis laureada sobre los orígenes y fundamentos de la auténtica música vallenata al escribir su libro ‘Vallenatología’.

Sobre lo anterior, muy bien lo sintetizó el padre Enrique Iceda asegurando que  “Consuelo fue una mujer ungida por Dios, y su vida y su obra serán un ejemplo de generación en generación. Ella, tuvo grandes alegrías, triunfos maravillosos y también sufrimientos que le arrancaron la vida. Consuelo fue una mujer virtuosa que se entregó a la causa de la música vallenata escribiendo un maravilloso libro y supo darle la altura necesaria a este bello folclor que hoy recorre el mundo”.

Respecto a la primera parte del libro cuya investigación duró más de 15 años, ella en vida indicó que “se acepta como verdad común que los primeros acordeones ingresaron al país, por vía de Riohacha, en manos de marinos europeos, más posiblemente alemanes o italianos que españoles. Se basa esta apreciación en el comprobado origen del instrumento inventado por Cyrill Demian (1772-1847) en el año de 1829 - esto es 337 años después del descubrimiento de América”.

Seguidamente se hace una anotación sobre el porqué no se quedó el acordeón en la capital de La Guajira. “Cuando los acordeones llegaron a la Alta Guajira, presumiblemente  a mediados del siglo pasado (1850 o 1854), ya los guajiros contaban con sus propios medios de expresión musical, y por lo tanto es probable que rechazaran un instrumento foráneo como el acordeón, el cual siguió su paso hacía otras regiones como las que ahora se llaman Media y Baja Guajira, y más concretamente hacía la provincia de Valledupar donde se asentó y se quedó definitivamente”.

Consuelo Araujonoguera citó en su libro a los primeros acordeoneros que tuvo esta amplia zona del país y en su orden aparecen: José León Carrillo, Cristóbal Lúquez, Abraham Maestre, Agustín Montero, Francisco Moscote (Francisco El Hombre), Eusebio Sequeira, Ramón Zuleta, Fortunato ‘Fruto’ Peñaranda, Francisco ‘Chico’ Sarmiento, Luis Pitre, Francisco ‘Chico' Bolaños, Juancito López, Fortunato Fernández, Fulgencio Martínez, Juan Muñoz, Eusebio ‘El Negro’ Ayala, Francisco ‘Pacho’ Rada y Carlos Araque. “A partir de aquí comienza la generación de los costumbristas que tuvo sus precursores en Emiliano Zuleta y Lorenzo Morales”.

En la última página de su libro publicado hace 42 años, y donde narra en detalle el nacimiento de la música vallenata, expresó que “del vallenato bien puede decirse que, como la Santísima Trinidad (Tres personas distintas y un solo Dios verdadero), es también uno solo verdadero, donde quiera que nazca y se mantenga. Y, cuando digo nazca, empleo la palabra más apropiada, tal vez la única exacta, para aplicar a los cantos vallenatos, porque ahora con el auge y renombre que ha adquirido nuestra música, están proliferando - con la abundancia de la verdolaga en tiempos de invierno - los “fabricantes” de vallenatos que los preparan, los trazan, los cortan y los manufacturan hasta por encargo. Estos no son vallenatos. El vallenato nace, brota, surge, viene corriendo incontenible a través de la inspiración, llega a los labios del afortunado que la posee…Y salta. Después sin que nadie se haya preocupado de encerrarlo entre unas letras y un papel, sin que su mismo autor piense que debe perpetuarlo, penetra y se queda para siempre convertido por derecho propio en parte esencial de nuestra mejor riqueza anímica”.

´La Cacica’ fue muy celosa con la auténtica música vallenata a la que defendió a capa y espada en distintos escenarios incluso cuando fue Ministra de Cultura, dejando su impronta en esta memorable frase: “Yo quiero que se mantenga viva y perenne la lámpara votiva de la fe en nuestra música vallenata, en nuestros valores, en nuestro sentido de pertenencia para que cuando pasen los años podamos decirle a Valledupar como Gustavo Gutiérrez Cabello:

Rumores de viejas voces

de tu ambiente regional,

no dejes que otros te cambien

el sentido musical".

De su despedida de la vida, el 29 de septiembre de 2001 quedaron las palabras del Presidente de la República de aquel entonces, Andrés Pastrana Arango, quien la había nombrado como su Ministra de Cultura.

“Hasta siempre Cacica. Vivirás dentro del alma de tu pueblo y en cada nota de sus acordeones. Vivirás con Los Niños del Vallenato y en el Parque de la Leyenda Vallenata. Entre tanto, puedo decir con el corazón emocionado, esa frase hermosa que nos puso a cantar hace muchos años Juancho Polo Valencia:

Adiós Consuelo, Consuelo querida

Yo te recordaré toda la vida”

A renglón seguido anotó. “Nadie como ella amó el vallenato; nadie como ella lo estudió con tanta dedicación, ni lo difundió con tanta pasión por el mundo entero. Por eso su legado es un legado histórico que estamos en la obligación de rescatar como la más bella herencia de una mujer para su pueblo. Su libro ‘Vallenatología’ es, sin ninguna exageración, la verdadera Biblia del Vallenato. En sus páginas sentimos como si se escaparan las notas infinitas del acordeón, como si nos llegara el aroma de mango de Valledupar, como si nos envolvieran el calor de la Sabana o los sonidos ocultos de la Sierra Nevada”.

Novela en su honor

Dentro de poco llegará a la pantalla chica una novela inspirada en la vida de Consuelo Araújo. ‘La Cacica’ vivirá los amores y parrandas de Consuelo Araújo, fundadora de este evento musical al lado de Alfonso López Michelsen y Rafael Escalona. También recreará la vida de muchos juglares y acordeonistas.

La samaria Viña Machado, modelo pero también con tradición teatral por su papel en Doña Flor y sus dos maridos, revivirá la mujer pasionaria y fuerte que fue Consuelo Araújo. La Cacica tuvo dos amores: el primero fue Hernando Molina con quien tuvo cinco hijos; vivía con el segundo, Edgardo Maya Villazón un momento apacible, lejos de la política, cuando fue asesinada por las Farc, en un episodio que los juglares del Cesar calificaron de contradictorio: la eterna parrandera murió cuando el gobierno de Pastrana buscaba la paz con este grupo subversivo.