Adolfo Pacheco Anillo.
Adolfo Pacheco Anillo.
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Incultur.

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Adolfo Pacheco, de profesor a juglar de los Montes de María

El periodista Ramón Vásquez, quien fue alumno del maestro, recuerda para Zona Cero la faceta del ‘profe’ Adolfo Pacheco en su natal San Jacinto.

Acompañado de una guitarra que siempre cargaba en su mano izquierda, Adolfo Pacheco llegaba todas las mañanas a las aulas del Instituto Rodríguez de San Jacinto, en el corazón de los Montes de María, donde ejercía como docente.

El instrumento parecía un elemento más dentro del material didáctico del profesor, como la tiza o el borrador que se usaba en ese entonces, sin embargo, no la rasgaba ante sus alumnos.

Esa fue durante varios años la gran incógnita entre la muchachada, “¿Cuándo nos va a tocar algo el ‘profe’?”

“Las clases con el profesor Pacheco no eran  rígidas, no era el maestro regañón que amenazaba con poner malas notas. Sus clases eran amenas, porque las revestía de anécdotas, pequeñas historias sobre el folclor y su encanto por la música”, rememora uno de sus alumnos de ese entonces, el ahora periodista Ramón Vásquez Ruiz.

Pacheco Anillo, quien aún no incursionaba en la música a nivel de grabaciones, era profesor de Higiene, una materia del pensum académico de los años 60 que se refería al cuerpo humano, que después pasó a llamarse Anatomía.

“Recuerdo una de sus clases en las que nos explicaba sobre los huesos que hacen parte de la cabeza. Mostraba, señalando por encima de la oreja: ‘Estos son los temporales, porque es donde brotan las primeras canas y van direccionando la edad en el hombre’”, señala Vásquez haciendo despliegue de una memoria brillante.

Ramón Vásquez, periodista quien fue alumno del maestro Adolfo Pacheco.

Sus clases se escuchaban bajo un silencio absoluto, como de iglesia, dada la atención que captaba su exposición entre el estudiantado, añade.

Y es que además de lo académico, el ‘profe’ solía destacar entre los alumnos valores como la moral, la ética y el buen comportamiento, dice también el periodista en diálogo con Zona Cero.

Para ese entonces ya germinaba en su corazón los sentimientos por el amor de Mercedes, una sanjacintera a la que compuso uno de sus grandes éxitos, que aún se escuchan como recién salidos de un estudio de grabación.

San Jacinto era un pueblo pequeño, todos nos conocíamos, Mercedes era una mujer muy agraciada, a quien el profe por las noche cortejaba con visitas puntuales a su casa, cerca de La Variante, una carretera diseñada para que los vehículos pesados no precipitaran la destrucción de las calles del centro del pueblo”, agrega Vásquez.

Con la musa inspirada por el tema ‘Mercedes’, vino luego el célebre ‘Mochuelo’, canciones que sin haber llegado aún a las casas discográficas ya las conocía mucha gente en las calles de San Jacinto y en los Montes de María, como resultado de las parrandas en las que eran cantadas.

Así, de esta manera, Adolfo Pacheco se fue alejando de las aulas de clase, de sus alumnos, del pizarrón y las barras de tiza; y se dedicó más al arte, a la composición.

“El tiempo ahora le transcurría en la construcción de sus poemas de amor, las historias y aconteceres cotidianos del pueblo, que luego plasmaba en hermosas páginas musicales. Perdimos al profesor, pero ganamos al juglar”, enfatiza Ramón Vásquez, quien desde entonces asegura guardó una profunda admiración por esta figura del folclor colombiano, que acaba de despedirse.

Adolfo Pacheco se volvió un personaje en el pueblo, al que se miraba mucho más allá del docente, era una especie de líder social, un referente cultural, al que invitaban a reuniones, entrevistas y le pedían concepto para la realización de festivales”.

Para entonces San Jacinto y los Montes de María eran una apacible y bucólica región de la Costa Caribe, habitada por gente noble que nunca llegó a cruzársele por la mente el calvario que vivirían años después con la arremetida guerrillera, paramilitar, y lastimosamente, la de algunas fuerzas del Estado en contubernio con aquellos.

En esta etapa fecunda Adolfo Pacheco Anillo compone La Hamaca Grande, uno de sus más reconocidos éxitos que llegaron a grabar el merenguero Johnny Ventura, Carlos Vives, Los Melódicos, Moisés Angulo, entre otros.

El tema fue grabado originalmente con el acordeón y la voz de Andrés Landero, otro sanjacintero reconocido juglar de la música del Caribe. 

Landero incluyó esta melodía en el álbum 'Voy a la Fiesta', en 1970.

''La Hamaca Grande es el símbolo que me sacó de la pobreza, por eso agradezco tanto a esta canción, que dediqué a los vallenatos  para regalarle mi música de la sabana en cofre de plata, para contribuir a éste género vallenato que se ha ido elevando y que tiene el lugar que tiene hoy'', expresó Adolfo Pacheco en una oportunidad.

''Gracias al Festival Vallenato estamos los músicos ganando más platica, porque antes nos pagaban con ron y comía'', dijo también con su reconocido buen humor.

''Esta canción la compuse porque mi compadre Ramón Vargas, me exigía que le hiciera un vallenato, y el título se lo puso Edgardo Pereira, un día de parranda en su finca cerca de San Jacinto. Ahí está el nombre en la misma canción, 'La Hamaca Grande', dijo en Edgardo Pereira, reconocido empresario”, contó el maestro en una de sus tantas entrevistas.

El viejo Miguel’, un canto al dolor

Un episodio doloroso dentro de la producción musical del maestro Adolfo Pacheco lo constituyó sin duda el tema ‘El viejo Miguel’, y que merece mención especial.

Cuando él tenía escasos 8 años falleció su madre, Mercedes Anillo, una mujer blanca de gran voz que cantaba pasillos y boleros en el patio de la casa.

Su padre, presa del dolor y la tristeza se mudó a Barranquilla, y lo dejó interno en la escuela de San Jacinto, la misma a la que años después regresó como profesor.

''Mi papá me mandó para la escuela de Don 'Pepe', ahí donde daban rejo, de modo que me quedé cuatro años en el internado de San Jacinto y cinco años interno en el colegio Fernández Baena de Cartagena, fue como una semiesclavitud, pero me hicieron bachiller', dijo en una entrevista.

Eso lo dejó marcado al punto de servirle de inspiración musical para el consagrado tema ‘El viejo Miguel’.

''Buscando consuelo, buscando paz y tranquilidad / el Viejo Miguel del pueblo se fue muy decepcionado. (Bis).

Yo me desespero y me da dolor porque la ciudad tiene su destino/ tiene su mal para el provinciano. (Bis).

Me queda el recuerdo perenne de una amistad/ que dejó en la tierra de sus paisanos.

A mi pueblo no lo llego a cambiar ni por un imperio/ yo vivo mejor llevando siempre vida sencilla. (Bis).

Parece que Dios con el dedo oculto de su misterio/ señalando viene por el camino de la partida. (Bis).

Primero se fue la vieja pa' el cementerio/ y

ahora se va usted solito pa' Barranquilla. (Bis).

Se acabó el dinero se perdió todo hasta el gurrufero/ el techo seguro como el alero de la paloma. (Bis).

Pero eso no importa porque es mejor empezar de nuevo/ cual la flor silvestre que al renovar es mejor su aroma. (Bis)'

Todavía le quedan amigos acá en el pueblo/

y hasta el forastero pregunta por su persona. (Bis).

Luis Felipe Rojas, Yoli Pello, a mi me emociona/ el tener que darles ahora mi más triste despedida. (Bis).

Adiós San Andrés tu animador te abandona/

adiós 16 de agosto adiós alegría. (Bis).

Ya no tocará la banda El perro de Petrona/ Adiós Paco Lora me voy de esta tierra mía''. (Bis).

Adolfo Pacheco Anillo nació el 8 de agosto de 1.940 en San Jacinto, y desde muy niño recibió la influencia músical de su abuelo Laureano Antonio Pacheco, maestro de la gaita y el tambor.

Esa herencia musical fue la que lo llevó, recién cumplido los 6 años, a componer su primer verso que tituló 'Mazamorrita Cruda', un canto indio en ritmo de puya.

Adolfo Pacheco Anillo, adiós al ‘profe’ que se convirtió en juglar.