Con una obra que confronta la cultura tradicional de los pueblos andinos y los efectos arrasadores del consumismo, el artista aimara Cristian Laime expone por primera vez en París, la meca del arte con la que soñaba cuando estudiaba bellas artes en Bolivia, su visión de la Pachamama del siglo XIX.
"Vengo de un país donde tradicionalmente el óleo sobre el lienzo no es muy sudamericano, es un componente más europeo (...) Sin embargo, lo hemos tomado como propio porque somos un mundo globalizado", explicó a EFE Laime en la galería parisina Artivistas, que acoge hasta el próximo 3 de marzo su muestra 'Antropoceno'.
La mujer que lo crió en solitario y que siempre lo apoyó en su sueño de dedicarse a la pintura, su madre Amalia, es la modelo que devuelve la mirada en casi todos los cuadros presentes en esta muestra, donde el símbolo de la cholita boliviana y los vivos colores de sus atuendos se transfiguran por la presencia de grandes plásticos que inundan las escenas.
En una realidad en la que el mar de materiales de la globalización y el consumismo asfixian a la Pachamama (que significa Madre Tierra o Madre del Mundo en idioma aimara y quechua), los personajes de Laime hacen de ellos sus ropas en un intento de no quedar atrapados mientras lidian con la realidad de estos tiempos.
"Este simbolismo surge acerca de cómo nosotros los seres humanos hemos envuelto a nuestro planeta de plástico. A veces todos vestimos plástico", explicó Laime sobre su mensaje.
En Bolivia, y más concretamente en la zona del Altiplano, la noción de conexión con la tierra que implica la Pachamama sigue muy presente en las comunidades, detalló el pintor, y lo más natural para él era personificarla con el respeto que siente por su madre.
La noción de Pachamama es algo con lo que siente que ha crecido y ponerla en lienzo y óleo es, por tanto, su particular forma de rendirle homenaje a su cultura.
Pero sus pinturas son también una advertencia ecológica clara porque el mundo está "en un punto de inflexión" en el que aún es posible frenar una catástrofe natural total, subrayó el artista.
"Generar esa conciencia yo creo que es el trabajo del arte. Lo ha hecho muchas veces, cambiar conciencias, y creo que lo puede seguir haciendo", consideró.
En París, además, Laime es un ejemplo de cómo el arte de los pueblos originarios, que en la historia del arte normalmente se había quedado en el cliché y la mirada exótica y colonialista, está encontrando sus propios espacios. Y la globalización, aún con sus efectos perversos, tiene también buena parte de la responsabilidad de este aspecto positivo.
"Yo, como descendiente de un pueblo originario, de los aimaras, tengo a la mano toda la historia del mundo y por, eso mismo, estamos aquí", valoró Laime, quien pese a no haber conocido a ningún artista en su entorno hasta que comenzó a pintar de manera profesional hace una década, espera poder seguir conquistando nuevos horizontes como ya hizo en Nueva York y hace ahora en París.
Por el camino, además, aspira a lograr otra meta: convertirse en el artista que más haya pintado a su madre, con más de un millar de retratos.
EFE