Por: Fanny Sosa Márquez

Corrían los años 70 y la fiebre del fútbol, en especial por el amado Junior, estaba en todo su furor. Los pelaos del Colegio Americano bajo la batuta del profesor Roberto “El Flaco” Meléndez entrenaban duro y parejo. Y ahí estaba siempre en primera fila del equipo americanista el popular “Lucho Pepa”, Luis Rodríguez Lezama, quien oficiaba como arquero de su curso y de la selección del plantel.

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No es que fuera tan buen portero, pero se defendía como gato boca arriba y lograba tapar muchos goles, aunque de vez en cuando le hacían unos tan fáciles que sus compañeros le decían: “¿Hombeee Lucho cómo te dejaste hacer esa pepa?”. De ahí salió el famoso apodo.

Cuando recordaba esas épocas en los encuentros de la promoción CA 79 y los compañeros le decían que era una “coladera” en el arco, con una pícara sonrisa contestaba: “Pero fui mejor que Óscar Rogelio Quiroga, quien fue arquero del Junior”.”

Vivíamos cerca, él en el barrio La Florida y yo en Las Mercedes. A menudo coincidíamos en la ruta hacia el colegio ubicado en la carrera 38 con calle 74 y aunque en esa época no éramos cercanos, sí nos reconocíamos y nos saludábamos.

Al salir del bachillerato nos volvimos a encontrar en la Universidad Autónoma del Caribe en las aulas de la facultad de Comunicación Social. Bromeábamos junto a los compañeros americanistas con los que también coincidimos, porque todos pensaban en no volver a ver a nadie del colegio y justo allí nos volvimos a encontrar un grupo grande.

Lucho al final no siguió con mi curso en la universidad y terminó sus estudios con otra promoción y fue ahí que nos volvimos a encontrar en el ejercicio del periodismo, ya él dedicado a la reportería gráfica en varios medios locales. 

También compartimos en los frecuentes encuentros de la promoción americanista o en cualquier rueda de prensa o evento periodístico en el que coincidíamos. 

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De lo primero que hablábamos era del Junior, equipo de sus amores y de los míos también, que el técnico no daba la talla, que tal o cual jugador eran unos “paquetes” que las directivas no se metían “la mano al dril” para tener un equipo de altura. En fin, ese tema no se acababa nunca. En los últimos tiempos la política no podía faltar en las conversaciones, arreglábamos el país en las conversaciones.

Mi querido Lucho era un gran ser humano, con sus virtudes y defectos como todos, siempre solidario y colaborador, con una sonrisa pícara que iluminaba su rostro, en especial cuando les decía a los colegas que había sido mi novio en el preescolar del C.A pero que al pasar a la primaria yo no le había vuelto a dar ni la hora. 

Cabe anotar que no estudié la primaria con él, yo ingresé al colegio en el bachillerato. ¡Ayyy Lucho, nos divertíamos tanto con esa broma!

Ya con sus serios quebrantos de salud en el año anterior, junto con los compañeros del colegio estuvimos siempre atentos para saber de su estado, visitarlo y darle ánimo.

Nos alegró profundamente que en noviembre de 2024, en plena recuperación al salir de una UCI e intubación y bajo visto bueno médico, Lucho quiso asistir a la celebración de los 45 años de la promoción 79 del Colegio Americano. Dijo que solo estaría una hora y se fue a la media noche muy animado por haber compartido con sus amigos de infancia y juventud. Él, que siempre tomaba las fotos al grupo y casi nunca salía en ellas, esta vez le dijo a un compañero fotógrafo que le hiciera las gráficas estando él en cada mesa del agasajo. 

Días después me envió las fotografías con el pedido especial de publicarlas en el grupo de WhatsApp y en el de Facebook de la promoción “para que no digan que nunca entrego las fotos que tomo” aseguró. Ahora que lo pienso creo que se estaba despidiendo.

Hasta pronto querido Lucho, siempre estarás en los corazones de quienes compartimos contigo en diferentes etapas de la vida.