Liliana Pabón Celedón, aprendiz del Sena que transformó el dolor en alas para volar
Vivió una infancia marcada por la violencia y durante su formación no solo aprendió sobre motores y estructuras metálicas, también a reconstruirse.
En los hangares del Sena Atlántico, entre herramientas, turbinas y sueños que despegan, una mujer aprendió a sanar. Su nombre es Liliana Pabón Celedón, aprendiz del programa Mantenimiento en Línea de Aviones del Centro Industrial y de Aviación, y su historia es un testimonio vivo de que de la resiliencia también se aprende, se construye y se comparte.
Liliana no tuvo un camino fácil. Su infancia estuvo marcada por la violencia y el miedo en una finca llamada La Sombra, en Pivijay, Magdalena.
Lea: Jaime Abello Banfi recibió Mención Especial del Premio Maria Moors Cabot
A los 13 años, llegó a Barranquilla buscando refugio y una oportunidad para empezar de nuevo. En el barrio 7 de Abril encontró una nueva familia y, con el tiempo, descubrió su verdadera identidad.
“No sabía si era niño o niña, solo quería esconderme, en ese momento simplemente me vendaba para que nadie me viera. Pero encontré personas que me aceptaron, que me ayudaron a descubrir quién era. Entre ellas, mi esposo, mi ángel guardián”, afirmó Liliana.
Luego se convirtió en madre de tres hijos y, desde entonces, decidió esperar el momento adecuado para cumplir un sueño que siempre la acompañó: estudiar. “Quería proteger a mis hijos, pero también quería completar mi historia. Cuando estuvieron grandes, me atreví a buscar mi lugar, y así llegué al Sena. Aquí encontré la mejor parte de mi vida”, señaló.
En el programa Mantenimiento en Línea de Aviones, Liliana no solo aprendió sobre motores y estructuras metálicas, también a reconstruirse. “Cuando quitaba la corrosión del metal con la lija, sentía que también quitaba la corrosión de mi corazón. Cada práctica era una forma de sanar”, dijo.
Además: Colombia, en el top 10 regional con alta tasa de rechazo de visas estadounidenses

No fue un proceso sencillo, pensó en retirarse muchas veces y que no podía más. “Pensé incluso en rendirme para siempre. Pero mis instructores y el equipo de Bienestar siempre me dieron fuerza, me recordaron que valía la pena seguir”, confesó.
Liliana no solo venció la adversidad: la transformó en motor para inspirar a otros. “El suicidio no es una opción. Siempre hay alguien que quiere escucharte, alguien que puede tenderte la mano. A quienes viven algo parecido, les digo: no se queden callados, pidan ayuda. Todo se puede, siempre se puede volver a empezar”.
Hoy, con 35 años, se levanta cada mañana con la convicción de que su historia puede salvar otras. Que su voz puede ser el puente entre la oscuridad y la esperanza. Que su vida, como los aviones que algún día mantendrá en vuelo, también fue diseñada para despegar.
“Esta Liliana es la que dice que todo es posible. Que los sueños sí se cumplen. Que el Sena no solo enseña oficios, sino también a volar sin miedo”, expresó Liliana Pabón Celedón, quien se describe como una verdadera resiliente.