La muerte durante el aislamiento: cómo afecta no poder despedir a un ser querido
Durante la cuarentena debido a la pandemia por Covid-19 no hay sitio para el duelo.
“Al día siguiente no murió nadie”. Así comienza uno de los últimos libros escritos por José Saramago, Las intermitencias de la muerte (2005), sobre un país donde la gente deja de morir. Lejos de esta ficción literaria, en España o Italia se ha dejado de velar a las numerosas personas fallecidas durante la crisis sanitaria causada por el SARS-COV-2.
El Servicio de Información y Noticias Científicas, Agencia Sinc, en España, en un artículo reciente analiza lo que ellos llaman la excepcional situación que estamos viviendo por el coronavirus imposibilita temporalmente los rituales de cierre, totalmente necesarios para asimilar la muerte de un ser querido. Sin velatorios ni funerales, no existe un contexto en el que se pueda socializar, compartir el dolor o sentirse protegido por tu entorno.
“Se pueden generar sentimientos de culpa por no haber estado a su lado, no haberle protegido lo suficiente o, incluso, haberle contagiado”, indica a SINC Mara Ogando, psicóloga en Redes Cooperativa, dedicada a la atención e integración de colectivos en riesgo de exclusión social. “Por eso es muy importante entender que esto es una pandemia y que está fuera de todo nuestro control”.
Cómo afrontar un duelo en la distancia
La no aceptación y el aislamiento pueden llevar a un duelo patológico. Para evitarlo, los expertos aconsejan hacer algún tipo de rito de despedida en casa que facilite el darse cuenta de que la persona no está o está a punto de irse: desde encender una vela con una foto o escribir una carta o audio de despedida.
Y, aunque estemos separados, poder compartir ese dolor con familiares y amigos, por ejemplo mediante videollamadas, para sentirnos cerca unos con otros. En definitiva, todo aquello que sirva para expresar la tristeza y el dolor que se está viviendo.
También es importante que cuando todo acabe, sí se haga una ceremonia de despedida que ayude a cerrar el proceso.
No obstante, para Marisa Páez Blarrina, doctora en Psicología y directora de Instituto ACT, la resolución del duelo tiene mucho que ver con los recursos personales de cada uno, es decir, la capacidad de establecer contacto con los propios sentimientos, emociones, pensamientos y recuerdos surgidos ante la muerte del ser querido.
Influyen igualmente las circunstancias en las que ocurre la muerte. El afrontamiento de una pérdida suele ser más difícil cuando es repentina, inesperada y ha generado un gran impacto, o si ha ocurrido en circunstancias ambiguas o desconocidas y se trasforma en algo incomprensible.
“Por ejemplo, el desconocimiento de las condiciones en las que se ha atendido al familiar en el hospital, las circunstancias en las que han fallecido los abuelos en residencias o la falta de información sobre el traslado de los cuerpos suman dramatismo a la situación y pueden provocar dificultades en la resolución del duelo”, afirma Páez Blarrina.
Además, el contexto sociocultural condicionará estas reacciones y manifestaciones. “Los procesos de duelo podrían complicarse debido a las dificultades de los familiares a participar en el proceso de la enfermedad y a no contactar con la pérdida de un modo cercano, celebrando prácticas que faciliten el proceso”, apunta.
Hay que destacar también que no se trata solo de un duelo individual, sino que es colectivo y social, al suponer un daño compartido y público. “El trabajo a desarrollar ahora es muy importante, pero el que se despliegue a medio y largo plazo lo será aún más. No solo estará enfocado a las familias, sino a toda la sociedad; será un duelo general en muchos sentidos”, informan los especialistas del organismo Madrid Salud.
Un proceso largo y difícil
Los profesionales de la salud mental han observado cómo en el largo plazo el entorno tolera cada vez menos la expresión del duelo, y a los pocos meses se espera que la pérdida esté superada y que el doliente haga una vida como la de antes. “De alguna forma, el luto y la tristeza que supone generan rechazo”, afirma Páez Blarrina.
in embargo, durante este proceso es completamente normal la confusión, la pena, la tristeza, el dolor, la rabia, el miedo o la culpa. “Estas reacciones son completamente naturales, pero pueden ser especialmente frecuentes e intensas en las condiciones en las que están ocurriendo las muertes durante esta pandemia”, subraya.
La aceptación de la pérdida es mucho más compleja al no ver a la persona. Por eso, según Mara Ogando, “hay que normalizar la montaña rusa de emociones y pensamientos y tranquilizar a la persona que sufre, sobre todo en estas situaciones de aislamiento”.
De la misma forma, es importante ser consciente de cómo ayudar a un ser querido en el duelo. “No solo se debe dar fuerza y apoyo a la persona doliente, sino regular bien hasta dónde deben entrar los familiares y conocidos. Hay que dejarles espacio y, por ejemplo, permitirles no dar explicaciones o contestar llamadas”, insiste.