El sociólogo Orlando Fals Borda.
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Juana Julia Guzmán, Felicita Campos y María Barilla, mujeres protagonistas en la 'Historia doble de la Costa'

Intervención del sociólogo magdalenense Edgar Rey Sinning por la conmemoración de los cien años del natalicio de Orlando Fals Borda

Por Edgar Rey Sinning

Resumen

La vida del sociólogo Orlando Fals Borda estuvo signada por la presencia de varias mujeres que jugaron un papel clave en sus investigaciones sobre el Caribe colombiano. Mujeres caribeñas/ribereñas como sus abuelas Cristina Machado, chimila nativa de Pijiño del Carmen (Magdalena), y Cándida Álvarez, de San Fernando de Oriente (Bolívar); su madre, María Borda Angulo, de Chivolo (Magdalena); su esposa, María Cristina Salazar Camacho, bogotana y otras como Juana Conde, campesina de El Bongo-Basura (Sucre).

En ese sentido, la ponencia muestra el protagonismo que jugaron Juana Julia Guzmán, Felicita Campos y María Barilla en la Historia doble de la Costa, cuatro tomos que el sociólogo caribeño dedicó a la reconstrucción de la historia social, cultural, económica y política de la costa Caribe, en particular en los departamentos del Atlántico, Bolívar, Córdoba y Sucre, territorios pertenecientes a la antigua provincia de Cartagena y el departamento del Bolívar Grande.

La primera, Juana Julia, mujer luchadora de los inicios del siglo XX, se convirtió en inspiración y aliada para quienes participaban con Fals en la implementación de la IAP, y en su honor se bautizó el grupo de estudio. Felicita Campos había muerto cuando el trabajo se inició en Sucre, pero, conociendo la lucha por recuperar la tierra de muchos campesinos de su tierra, San Onofre (Sucre), en su honor se denominó el Centro de Estudios del departamento de Sucre a comienzos de los 80. Finalmente, María Barilla, la diosa popular del fandango, inspiró la portada del tomo IV de la:. Fandanguera insigne, diva que con su bailar encendía la imaginación. Su proceso de recuperación de su figura fue un trabajo conjunto de quienes la conocieron y el pintor Wilfrido Ortega Rey (Corozal, Sucre).

Sin duda, esas tres mujeres jugaron un papel protagónico en la aplicación de la metodología IAP, que Fals sometió a prueba en la reconstrucción de la historia regional, lo que abrió el camino para que científicos sociales como sociólogos, antropólogos e historiadores continuaran su senda en los estudios regionales, y 1979) iniciada años antes por Germán Colmenares (Cali: Terratenientes, mineros y comerciantes (siglo XVIII) y Popayán, una sociedad esclavista, 1979).

Introducción

La presente ponencia pretende justificar y explicar el protagonismo de tres mujeres nacidas en el viejo Bolívar Grande, del que surgieron tres entidades territoriales: Atlántico (1910), Córdoba (1952), Sucre (1966) y manteniéndose el departamento de Bolívar. Estas mujeres que aparentemente no se conocieron, sí fueron importantes

para que los integrantes de la Fundación del Caribe 1 y sobre todo para que el sociólogo Orlando Fals Borda, se apoyara en ellas, en varios momentos de sus investigaciones en Córdoba, como fue el caso de Juana Julia Guzmán; Felicita Campos, en el caso de Sucre y la inmortal María Barilla como símbolo de resistencia cultural.

Cuando un lector se aproxima a del padre de la sociología colombiana, Fals Borda, comprende la importancia de estas tres mujeres en sus diferentes momentos. Trataremos de explicarlo a partir de compañeros del sociólogo en el periodo entre 1972 y 1986, cuando Fals reconstruye con sus equipos de trabajo la historia de la Costa, particularmente del territorio de la antigua Provincia de Cartagena de Indias.

Juana Julia Guzmán (1892-1975) será actora de primera línea en la recuperación de la historia de las luchas obreras y campesinas del hoy territorio de Córdoba, especialmente en Montería y otros municipios. Su localización en Montería, viviendo en condiciones miserables, abandonada y arrimada adonde unas hijas de compañeras de luchas del pasado la mantenía en pie. Sus últimos años de vida fueron de enseñanza con su temple, con la experiencia cundida por las luchas, persecuciones, represión y encarcelamiento, pero firme en sus convicciones. Inspiró a hombres y mujeres que formaban parte de los grupos de estudios en Montería y Córdoba. Acompañaba en las largas jornadas de trabajo por la recuperación de tierras para los campesinos cordobeses, hasta que murió en 1975, en plena labor de trabajo colaborativo con Fals Borda, Víctor Negrete y los otros compañeros y compañeras, como Matilde Eljach.

Felicita Campos, por el contrario, había muerto cuando su nombre apareció en la escena de la lucha campesina en Sucre, al inicio de la década de los 80, cuando se comienza a organizar el grupo de estudio. Sin embargo, varios de los líderes campesinos que asisten y participan en las primeras reuniones en los sectores rurales del municipio de San Onofre (Sucre), incluido un familiar muy cercano, informan de la existencia en el pasado de una mujer de origen rural, activista de los derechos de los campesinos, de nombre Felicita Campos. A partir de ese momento, la figura femenina de esta lideresa es reivindicada como símbolo de lucha por la tierra de los campesinos y campesinas desposeidos.

Se inició una construcción colectiva de la figura cimera de Felicita, algunos parientes recordaban aspectos de su actividad política de lucha, como el viaje que realizó desde su pueblo natal San Onofre hasta Bogotá a pie, posiblemente. Su llegada a Magangué y de ahí a embarcarse en un barco hasta Honda y luego subir a Bogotá, no ha debido ser un viaje de placer. Todo porque era necesario conseguir la titulación de Nacional y vendida por uno de sus propietarios, Carlos Cavelier, entregada a los campesinos de la zona.

Por su parte, María Barilla fue la diva que incendiaba la imaginación en las noches interminables de los fandangos cordobeses. Porros y fandangos, aires musicales ancestrales que identifican las sabanas del viejo Bolívar, hoy tienen como epicentro los pueblos de Córdoba y Sucre, donde se organizan los mejores festivales, sobre todo en San Pelayo, donde se realiza el Festival Nacional del Porro. En esos espacios festivos apareció la diva fandanguera María Barilla, pero sus oficios de lavandera y planchadora de ricos monterianos la acercó a otras mujeres que habían constituido la “Sociedad Obreras Redención de la Mujer” , de orientación socialista.

María Barilla acompañaba a otras bailadoras como ella, mujeres que se dedicaban a vender en el mercado de Montería. Una prima suya perteneció al Baluarte Rojo de Lomagrande. Es decir, que como se discutió en Montería, apenas se publicó el cuarto las tierras donde varias familias de campesinos trabajaban sin escrituras. Parte de esas tierras son las que conformaban la gran hacienda La Comandancia, de propiedad de la familia francesa Cavelier, recientemente adquirida por el Gobierno tomo de la célebre obra de Fals, (1986), existía la posibilidad de que esta diva fandanguera no hubiese existido. Esa afirmación ponía en duda la veracidad de los planteamientos históricos y sociológicos de Orlando Fals Borda, al creer que era un “mito”. Mucho menos se cuestionó la relación entre María Barilla y la “Sociedad Obreras Redención de la Mujer” , fundada por el italiano anarcosindicalista Vicente Adamo y la lideresa Juan Julia Guzmán. A esa reunión asistió el sociólogo Fals Borda y contraargumentó con evidencias las afirmaciones aparecidas en el libro.

En esta ponencia intento reflexionar y presentar argumentos de investigadores que estuvieron con Orlando en el proceso de recolección de la información suficiente para escribir los cuatro tomos de la Historia doble de la costa. Adicionalmente, reviso  fuentes del Centro de Documentación Regional-OFB del Banco de la República en Montería y reproduzco mis conversaciones con Matilde Eljach, Víctor Negrete Barrera, Néstor Herrera Pacheco y el pintor Wilfrido Ortega Rey, quien elaboró el óleo de María Barilla, que ilustra la portada Retorno a la tierra, el cuarto tomo

Fals Borda y las mujeres populares

La historiadora zaragozana Amparo Murillo, en una comunicación personal en 2006, expresó sobre Fals “Habla de mujeres populares tan hermosas como María Barilla… habla de mujeres populares, no tienen que ser las mujeres esposas de los gobernantes, como de la élite, habla de mujeres populares tan hermosas como María Barilla, que se han construido ya como en elemento, icono de la cultura del río Sinú, de las expresiones folclóricas de las sabanas de Córdoba” . Así como la lavandera María Barilla es un ejemplo de ello, también lo es su mención a la clasificadora de hoja de tabaco Juana Julia Guzmán; a la líder campesina Felicita Campos, a Juana Conde, campesina de El Bongo-Basura (Sucre). Pero Fals Borda también tuvo contacto permanente con mujeres bailadoras de gaita, porro, fandango, cumbia, tambora y chandé. Más de una vez terminó en una rueda de tambora en San Martín de Loba, durante el Festival Nacional de la Tambora. Era consciente de la fuerza telúrica de las mujeres populares, como Agripina Echeverri (Alto del Rosario) o Venancia Barrionuevo Cárdenas (Atillo de Loba), como lideresas de los grupos de tambora y de las luchas de los pescadores del Brazo de Loba. Pero Fals Borda reconoció públicamente que las mujeres caribeñas/ribereñas, como sus abuelas Cristina Machado, chimila nativa de Pijiño del Carmen (Magdalena), y Cándida Álvarez, de San Fernando de Oriente (Bolívar); su madre, María Borda Angulo, de Chivolo (Magdalena); su esposa, María Cristina Salazar Camacho, bogotana y tantas otras jugaron, un papel importante en su vida personal y como científico social.

En su trasegar por el Caribe continental, sobre todo en pueblos grandes y pequeños, siempre mostró una admiración por esas mujeres que mantienen el hogar, atienden a los oficios de la casa (cocinar, planchar, lavar, barrer) y trabajos para contribuir a sostener a la familia, la sabia combinación de las labores domésticas con el trabajo productivo/remunerado, pescando, ganándose el día en otras labores como planchar o lavar ropa ajena. Mujeres que en las noches de fandango, cumbia, tambora o gaita aparecían con sus arreboles, mujeres portadoras de la fiesta, la alegría, el sabor y la melodía, la cadencia y, en fin, mujeres como emblemas de la fiesta.

Esta relación la hacemos pensando que, en la región Caribe, en general, la fiesta en su conjunto tiene como estandarte a la mujer. Eso pasa en la sabana de Sucre, Bolívar o Córdoba, donde al ritmo de los fandangos y porros interpretados por las bandas de música popular aparece la mujer como símbolo de la celebración. Dos ejemplos palpables son María Barilla y  “Pola”  Berté. En cada expresión musical existe una mujer que simboliza la fiesta. Destacamos a la mujer caribe como alma y nervio de la vida y de la fiesta. Siempre encontramos una Úrsula Iguarán en cada familia como esa mamá grande familiar.

Sus cantos simbolizan el carácter fiestero y parrandero de las mujeres del caribe. Es ese espíritu libertario y autónomo el que caracteriza a las mujeres de los sectores populares, posición que refleja una cosmovisión diferente a la de otras regiones y que se expresa en sus relaciones con el compañero. No son libertinas o mujeres de vida alegre, son luchadoras que bailan como expresión de libertad.  “También vino un bailador de Tolú que sabía de mi fama como bailadora. Él me pretendió creyendo que yo era una mujer suelta. Se equivocó. Yo bailaba por elegancia no por vagabundería", así respondió alguna vez María de los Reyes Contreras Tovar, bailadora de gaitas en Ovejas.

Justamente, Orlando Fals Borda, defendiéndose de los cuestionamientos de algunos cordobeses por el protagonismo que le dio a María Barilla en el tomo cuatro afirmó: “El doctor Méndez cuando era alcalde, si mal no recuerdo, le exigió bailar con él y ella le contestó: ¡Bailo con usted, pero si toda la gente baila conmigo” ! (Fals, 1987, p.19). Sin duda, a muchas personas de la élite les mortifica que las gentes populares aparezcan como protagonistas de su propia historia, quieren solo héroes de las élites, casi siempre blancos, por eso se cuentan a sí mismos la historia de los vencedores y no de la de los vencidos. Los sectores subalternos han tenido participación activa en la dinámica de la historia y la cultura de la humanidad. Sabemos mucho de Simón Bolívar, pero desconocemos de los que lo acompañaban e iban a pie, descalzos, hambrientos.

Podríamos seguir mencionando a mujeres que, en medio de sus cantos y bailes, expresan autonomía y libertad. Pero miremos también a otras mujeres, también populares y luchadoras por los derechos de los humildes, de los que no tienen voz y, por lo tanto, no existen en la historia de la nación y menos en las tierras caribe.

Después de María Barilla, portada del tomo cuatro de la Historia doble de la costa y protagonista de un porro que es, sin discusión, el himno popular de Córdoba, que popularizó a esta mujer lavandera y planchadora, encontramos a Juana Julia Guzmán, la única de las tres mujeres escogidas como protagonistas de este trabajo que en vida compartió con los investigadores de la Fundación del Caribe. Ella murió (1975), justamente, en momentos en que se recogía información en los talleres de IAP en Montería y Córdoba. Fue una mujer humilde de origen campesino que se desempeñó en los oficios domésticos como “muchacha de servicio” o simplemente sirvienta, pero también fue cantinera y ventera en un barrio popular de Montería: el Chuchurubí.

Nació en Corozal (hoy Sucre) y aseguraba que era analfabeta, pero también reconocía que había aprendido a leer en casa de su padrino Cristóbal Badel, en Corozal. Al trasladarse al Sinú, la llamada por una tía (tradición caribe) residente en Montería, no tuvo reparos en desempeñar esos nuevos oficios para ella. Pero Montería fue más que un lugar para esos trabajos menores. Juana Julia se enteró en esa ciudad de las actividades socialistas que en busca de un mundo mejor realizaba en sectores subalternos, obreros cordobeses y monterianos el italiano Vicente Adamo. De esa amistad y militancia política surgió en 1918 la Sociedad de Obreros y Artesanos”  y, al año siguiente, la  “Sociedad Obreras Redención de la Mujer” , que la eligió su única presidenta a los 27 años (Fals Borda 1986, 142B). A esta organización llegó más tarde María Barilla. La socióloga Matilde Eljach, que formó parte del grupo de estudiantes de sociología de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla, afirma que

En Juana Julia Guzmán encarnan las historias de los hombres y las mujeres de América Latina que fueron sepultadas por las narraciones opresivas de los colonizadores. Pero que remueven los obstáculos para hacerse oír, para cantar sus voces, sus historias, sus sueños, sus luchas. Son las historias que Orlando Fals Borda nos enseñó a identificar, a decantar, a valorar, a rescatar de entre tanta mentira oficialmente impuesta para ocultar los caminos de transformación, justicia social y dignidad (Eljach, 2013, p. 8).

Otros integrantes de ese contingente de hombres y mujeres también opinan que gracias a la voz de Juana Julia Guzmán se pudo reconstruir la otra parte de la historia de Córdoba. No la historia oficial escrita por los terratenientes y hacendados cordobeses, sino la lucha de los sin tierra, la de los campesinos y obreros de la primera mitad del siglo XX. Con sus narraciones se salvaron para la historia hechos sociales y políticos de esa lucha ancestral de los campesinos e indígenas por la tierra. Gracias a la lucidez de esa mujer que realizó trabajos destinados para los humildes, los desterrados, los pobres, el sociólogo Orlando Fals Borda y todo el equipo de trabajo que lo acompañó se enteró de esas situaciones y así el país y el mundo conoció las luchas de mujeres lideresas, que con el tiempo se convirtieron en protagonistas de la colección Historia doble de la costa  .

Ese par de mujeres nacidas en lugares diferentes del viejo departamento de Bolívar, coincidieron en Montería y Córdoba. En el caso de Juana Julia Guzmán se ajusta a aquel verso que dice “porque no importa dónde se nace, ni donde se muere, sino donde se lucha”  (Café y petróleo, Ana y Jaime).

Ahora abordemos a la tercera mujer que consideramos protagonista en la obra de Fals Borda, Felicita Campos. Una enigmática campesina con la que compartieron los integrantes del grupo de estudio sobre las luchas campesinas y obreras de Sucre. Nació en San Onofre (Sucre). Con escasa formación académica, tal vez analfabeta, su figura como luchadora apareció cuando se discutía el nombre del grupo de estudio que se organizó para recuperar la historia de la lucha de los campesinos sucreños. Alguno de ellos comunicó que había sido una mujer luchadora en los años 30 y 40 del siglo XX y que coincidió en la misma época con Juana Julia Guzmán y con María Barilla, pero seguramente no se conocieron.

Según lo recogido por el sociólogo Néstor Herrera Pacheco, Felicita Campos encarnó la lucha campesina de los sanonofrinos y sus alrededores, lo que la convirtió en una lideresa natural. Todos la recordaban como la persona que se atrevió a desafiar el poder de los terratenientes y latifundistas en esa área del antiguo departamento de Bolívar. Hoy el municipio de San Onofre y toda la zona le pertenece a Sucre, la última entidad territorial departamental organizada en ese territorio.

Felicita Campos, con su actitud y liderazgo, enfrentó a los terratenientes que maltrataban a muchos campesinos, a quienes despojaban de sus tierras corriendo la cerca, colocándole alambre de púa, comprando autoridades civiles, policiales y judiciales. Según se denunció, ella misma fue víctima de atropellos y despojo. Felicita Campos, al no encontrar respaldo en la institucionalidad, como consecuencia del contubernio entre los ricos hacendados y terratenientes de Bolívar (en ese momento) con las autoridades, se preparó para un viaje a tierras desconocidas, pero que, se sabía, gobernaba la nación. Emprendió un viaje hacia la capital, fue así como llegó en barco a Cartagena, de ahí a Honda y luego subió a los andes, hasta Bogotá.

De la memoria de quienes la conocieron se supo que Felicita Campos duró en la capital muchos meses haciendo las reclamaciones ante oficinas públicas, tal vez en el Ministerio de Agricultura. Después de esa lucha,  “un poco sui generis”  para el momento, logró que le restituyeran los títulos de las tierras que le habían arrebatado.

Cuando regresó triunfante de Bogotá a San Onofre y la zona, el revuelo fue grande. La noticia corrió “como pólvora”. Los sanonofrinos, como buenos caribes, son comunicativos y “todo el mundo” se enteró. Esa acción, en solitario, tal vez, fue el mejor ejemplo para que sus coterráneos lucharan por sus derechos a la tierra. Esa historia inspiró al Grupo de Estudios de Sucre, no solo a ponerle su nombre al colectivo, sino a pensar que la historia por la lucha por la tierra tenía sentido y, por lo tanto, era válido iniciar a contarla antes que los historiadores oficiales lo hicieran, tergiversando los hechos políticos y sociales.

Pueden ser románticas estas versiones de mujeres populares, que con escasa preparación académica asumieron, en su momento histórico, luchas obreras y campesinas del lado de los subalternos, como afirmaría Antonio Gramsci y que Fals Borda cita varias veces. Es más, en Mompox, en 1990, contestándole al francés Luis Striffler, quien afirmaba que los pescadores del San Jorge, por su naturaleza, no tienen historia, Fals afirmaba no solo que sí tienen, sino que sus voces han sido silenciadas históricamente.

Esas tres mujeres, cada una en su lugar y en las condiciones sociales del momento, incidieron positivamente en la recuperación de la historia de la sociedad bolivarense de la mitad del siglo XX, hoy departamentos de Córdoba y Sucre. Por lo tanto, también fueron protagónicas de la Historia doble de la costa de Orlando Fals Borda.

El encuentro con estas luchadoras

Como queda dicho, solo Juana Julia Guzmán estaba viva en los tiempos de Fals, las otras dos habían muerto. Posiblemente, esa sea la razón para que se dudara del papel de María Barilla, tal como lo reseñamos arriba, que no era una fábula de un anciano lúcido sinuano, como se sugirió en el evento comentado. Tratando de reconstruir los momentos del encuentro del sociólogo con estas mujeres protagonistas, en el caso de Juana Julia Guzmán nos apoyamos en el investigador cordobés y compañero de Fals, Víctor Negrete Barrera, quien afirmaba que la tarea no había sido fácil, porque antes de 1972 era poca la información que se tenía, hasta que uno de los integrantes del grupo que constituyó la Fundación del Caribe, Franklin Sibaja, recordó detalles de la vida monteriana:

Nosotros ya teníamos alguna información mínima sobre Juana Julia cuando Franklin se enteró de esa señora. De tal manera que, al empezar a hablar entre nosotros, Franklin se encargó de seguir averiguando dónde se encontraba, si estaba viva o no. Fue él quien llegó con la noticia de que estaba viva. Posteriormente, empezamos a averiguar más: estaba en un barrio popular de Montería, viviendo en unas condiciones lamentables. Una señora también de edad, que era hija de una de las directivas de la Sociedad Obrera de Atención a la Mujer, era la que la atendía (Comunicación personal con Víctor Negrete, 26 de marzo de 2025).

De tal manera que Juana Julia Guzmán, luchadora popular y lideresa por los derechos de las obreras y campesinas de Montería y Córdoba, estaba viva, había nacido a finales del siglo XIX en Corozal, hoy Sucre. Al ubicarse el lugar de residencia de la líder sindical de los años 20 y 30 del siglo XX, Negrete me cuenta

Una vez ubicado el lugar, fuimos a verla. Al presentarnos, ella se mostró muy desconfiada, supongo que por las experiencias que había tenido con organizaciones pasadas, las cuales le enseñaron a ser cuidadosa con la información, con las personas e incluso con sus enemigos. Y es que Juana Julia había luchado por la cuestión de la tierra, se hizo prácticamente la enemiga de muchos hacendados del departamento, en esta zona. Por eso, siempre tuvo mucho cuidado con lo que le preguntaban. Además, había sido guardiana de la cárcel nacional (Comunicación personal con Víctor Negrete, 26 de marzo de 2025).

Según la apreciación de Negrete, Juana Julia estaba curtida en el compartimiento de información, su saber no podía caer en manos de cualquier persona que fuera a utilizarla para menesteres contrarios a los intereses de las luchas populares. Por eso, en el proceso de convencerla de la necesidad de recuperar esa historia olvidada de la lucha campesina por la tierra en el viejo Bolívar era clave su testimonio, sobretodo la lucidez que mantenía. Sus reservas sobre los visitantes que le hablaban permanentemente le permitió entender el protagonismo de su conocimiento. Pero los integrantes de la Fundación del Caribe lograron hacer acuerdos con la dirigencia de la ANUC Montería y Córdoba, quienes también comenzaron a visitarla y a conversar, generando mayor confianza. Así se coordinaron varias reuniones con las organizaciones campesinas. Ese fue el motivador para convencerla “de lo que se quería hacer, fue como ella empezó a narrar con más detalles todo ese proceso de las organizaciones obreras que van desde 1918, aproximadamente, hasta 1926” (Comunicación personal con Víctor Negrete, marzo 26 de 2025).

Sin duda, gracias a esta mujer olvidada fue posible recuperar la memoria histórica de esas luchas de la primera mitad del siglo XX. Pero la situación para Juana Julia y la organización obrera y campesina fue crítica cuando el gobierno conservador del presidente Miguel Abadía Méndez (1926-1930) deportó al italiano Vicente Adamo, líder sindical de orientación socialista. A pesar de que el partido Conservador perdió las elecciones presidenciales, las represalias contra ella y los tres baluartes autogestión campesina (Loma Grande, Callejas y La Nueva Galia) donde el movimiento campesino era fuerte no se hicieron esperar. Ella sola no podía, luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán (9 de abril de 1949) la represión se agudizó y Juana Julia se retiró por el desmantelamiento de las organizaciones populares.

A partir de las narraciones de esa testigo de excepción, la historia de las luchas populares de esa parte del viejo Bolívar, hoy Córdoba, cambia. A quien narra no se lo contaron, lo vivió, contó su vida, una historia llena de anécdotas, de alegrías y sinsabores. El narrador relata lo oído, pero  “su don es poder narrar su vida, su dignidad, poder narrar toda su vida”(Benjamín, 2010, p. 96), eso hizo Juana Julia. El valor de sus narraciones enriqueció el conocimiento de esa otra historia de los subalternos de Montería y otros municipios del actual departamento de Córdoba. Seguramente, su cotidianidad, antes de conocer a Adamo y de organizar la “Sociedad Obreras Redención de la Mujer” , cambió a una vida agitada, llena de compromisos organizativos y políticos. Posiblemente se mimetizó en las noches de largas discusiones organizacionales y políticas, definiendo estrategias sindicales por las reivindicaciones de las mujeres y hombres humildes del territorio.

Ahora bien, cómo apareció la inspiradora figura de Felicita Campos, mujer igualmente luchadora popular, posiblemente en solitario. El caso de esta mujer sanonofrina y su relación con la reconstrucción de la historia de las luchas campesinas y obreras de este departamento fue totalmente opuesta a la de Juana Julia. Mientras esta narró su vida, la vida de Felicita se conoció a través de otros. Según el campesino Florentino Montero, del corregimiento de Libertad, municipio de San Onofre, quien vivía en el corregimiento vecino de Aguas Negras,  “en una reunión que organizaron con Fals y unos dirigentes campesinos, ahí en Aguas Negras San Onofre, fue que se logró conversar sobre ese tema por primera vez” (Comunicación personal con Néstor Herrera, abril 6 de 2025).

Según las descripciones oídas por los narradores que la conocieron o supieron de ella, era una mujer de origen negro, como toda esa área de los departamentos de Sucre y Bolívar (zona de la denominada María la Baja para diferenciar de María la Alta, Montes de María). Era una mujer delgada, de estatura baja y se destacaba por ser:

Trabajadora en actividades agrícolas y pecuarias en la granja de su casa, pero, en términos de organización comunitaria o popular, no se dio esa circunstancia. No, más bien enfrentó esa lucha sola, reclamando unas escrituras de terrenos que había heredado de sus antepasados. Entonces, la lucha que planteó fue contra los antiguos propietarios que intentaban expropiarle esas tierras. Tanto les reclamó que incluso organizó una marcha a pie hacia Bogotá. Usted sabe que, en ese entonces, los caminos eran muy difíciles porque no había vías adecuadas (Comunicación personal con Néstor Herrera, 6 abril de 2025).

Después de la presentación de la señora Felicita y su lucha en solitario por recuperar las escrituras que la acreditaban como propietaria de unas tierras heredadas de sus antepasados, haber logrado gestiones positivas en Bogotá impactó positivamente en la población campesina, mayoritariamente negra, porque la situación de Felicita era similar a la de muchos campesinos de San Onofre y pueblos circunvecinos. Recibió el aplauso unánime de su pueblo, “predominantemente agropecuario y de raza negra”  (Comunicación personal con Néstor Herrera, abril 6 de 2025).

Con estas informaciones y en una reunión del Comité de Usuarios Campesinos de Aguas Negras, con la presencia de algunos familiares, se conformó el grupo de estudio en Sucre (San Onofre) para iniciar la recuperación de la historia de las luchas agrarias, Florentino Montero propuso que, en virtud de la lucha de Felicita por conquistar sus terrenos, el grupo de estudios tomara su nombre. Todos estuvieron de acuerdo. Orlando Fals Borda participó en esa reunión.

Se reunió el Comité de Usuarios Campesinos de Aguas Negras, en San Onofre. Estaban presentes algunos integrantes del movimiento de la señora Felicita Campos; me imagino que el apellido de él (Bello) era el materno. Fue Florentino Montero quien, en virtud de la lucha que esta señora había librado por defender sus tierras, propuso que el grupo tomara su nombre.

Entre los asistentes había dirigentes campesinos de la ANUC de San Onofre, como Apolinar Arrieta y Francisco “Pacho” Barrios; Carmelo Barrios, de Betulia, quien era uno de los dirigentes nacionales de la ANUC; y Germán Ahumada, una persona de Bogotá que se vinculó a las actividades del movimiento campesino (Comunicación personal con Néstor Herrera, 6 de abril de 2025).

También asistieron a la reunión Néstor Herrera Pacheco y estudiantes de algunas instituciones educativas de Sincelejo, como la Antonio Lenis y otras oficiales. Entre los asistentes sobresalen Fredy Aguilera Garavito, que participará en los foros que Orlando Fals Borda organizó entre 1987 y 1990 y también hizo parte de los autores de La Insurgencia de las Provincias y otros movimientos sociales.

Pues bien, Felicita Campos, como protagonista principal de su propia lucha, inspiró a hombres y mujeres en los inicios de la década del 80 del siglo XX a recuperar la historia olvidada de los subalternos de esa parte negra del Bolívar Grande. El municipio de San Onofre es uno de los más grandes y antiguos de Sucre. Es un extenso municipio, con una población fundamentalmente negra, que huyó de la esclavitud a la que fue sometida por las autoridades virreinales de la Nueva Granada y su principal puerto negrero, Cartagena de Indias. Todos esos asentamientos son afirmación vecinos de San Basilio de Palenque, primer pueblo libre de la esclavitud en América. Hombres y mujeres que desde entonces luchan por tener un pedazo de tierra.

La tercera protagonista en esta ponencia es una lavandera y planchadora de “ropa ajena” , que además de bailar porros y fandangos en las plazas del viejo Bolívar, formó parte de las mujeres que participaron con Juana Julia Guzmán y otras humildes Sociedad Obreras Redención de mujeres en la organización de orientación socialista la Mujer, de la que fue presidenta Juana Julia. “Mayo” Barilla o María de los Ángeles Tapias, nacida en Ciénaga de Oro en 1887, y que falleció en 1940 en Montería, fue muy reconocida por lo que significaba para la cultura popular en su condición de bailadora, cantadora de porros y fandangos en los pueblos del Sinú. Fals reconstruye su figura en el momento en que afloran los nombres de mujeres fandangueras, bailadoras de porro y la música tradicional de los pueblos del antiguo Bolívar, en este caso, Córdoba.

Las mujeres reconocidas por su destreza en las ruedas de los fandangos, cumbias, tambora, bullerengue, gaita y chandé, han sido vilipendiadas y, en algunos casos, acusadas de prostitución, brujería, hechicería  y  otros  calificativos racistas y xenofóbicos. La mácula sobre estas mujeres humildes será reiterada, por eso la María de los Reyes Contreras Tovar, bailadora de gaitas en Ovejas que citamos arriba. No era una mujer suelta, no lo eran tampoco María Barilla y sus amigas. La importancia de esta mujer en la obra del sociólogo colombiano estriba en que representa la mujer de carne y hueso que, con su figura menudita, alegraba las noches de fandango bailando como una diva, que por sus arreboles era pretendida por muchos de sus parejos de baile, como lo reconoció Bienvenido Espitia, entrevistado por el sociólogo.

Sin embargo, la figura de María Barilla fue cuestionada en la Mesa Redonda organizada en Montería en 1986, meses después de aparecer el libro. De hecho, según lo recogido por el relator del evento:

en su mayoría, las intervenciones giraron sobre la presentación de la persona de María Barilla. La crítica, en este sentido, se planteó en torno a que no debía investigarse un mito de esta naturaleza, ya que su nueva imagen como persona llevaría a desvirtuarlo. Según la crítica, esto golpea la tradición, el folclor y la raigambre popular, llevando a perder el sabor que el mito encierra (Martínez, 1986, p. 10).

Adicionalmente, algunos asistentes hicieron fuertes críticas al vínculo que Orlando Fals Borda estableció entre la fandanguera María Barilla y el líder socialista Vicente Adamo, en especial, la afirmación de que aquella perteneciera a la Sociedad Obreras Redención de la Mujer, que presidió Juana Julia Guzmán. Se afirmó que el sociólogo no tenía pruebas que mostraran esa relación. Se dudó, inclusive, de que el informe del texto  “esté ceñido a la realidad de los hechos” (p. 11), se acusa que “parecen más bien inventos, narraciones noveladas del autor” (p. 11).

Por supuesto, el autor comprobó con documentos en mano lo consignado en su libro y desvirtuó uno a uno los comentarios en su contra. Frente a este infundio, la respuesta de Fals fue contundente al señalar que el símbolo que aparecía en el sello de la sociedad era “una mujer planchando ropa” (p. 19). Y la “Mayo” y sus amigas tenían como oficio, justamente, planchar y lavar ropa ajena, de los patronos blancos. María Barilla no era definitivamente un mito, era una realidad. De hecho, el pintor Wilfrido Ortega Rey nos contó que cuando recorrió con Fals varios pueblos de Córdoba, quienes la habían conocido le comentaban:

Fuimos a varios puntos de la región de Córdoba buscando a alguien que conociera a María Barilla. Siempre nos comentaban que era una mujer delgada, morena, bajita, que se ganaba la vida lavando ropa; pero era una verdadera líder, conectada con otras líderes como Juana Julia Guzmán y otras personas más.

Ese camino nos llevó hasta el P5, donde alguien, no sé si una hija o una pariente cercana, nos describió a María. Con esos detalles, hice varios apuntes y bocetos. Cuando se los presenté (a Fals Borda), me dijo: “Esto hay que hacerle un trabajo a color, hazlo al óleo”. Hice un óleo con un formato de un cuarto de pliego, 50 x 35 cm (Comunicación personal con Wilfrido Ortega Rey, Sincelejo, 10 de abril de 2024).

Después de ese ejercicio, según recuerda el pintor, apareció una foto “encontrada en el fondo de un baúl, no sé de quién, y esa es la imagen que de una o de otra manera él viene acompañando en página del libro” (Ibíd). Se refiere a la fotografía de 1922, que está incluida en el tomo IV, en la página 132B. Además de esa foto en la página 138B, se publicó otra fotografía de Gertrudis Fuentes Barilla, nieta de María y Antonio Fuentes, con su hija Margarita en Tres Palmas en 1985, es decir, meses antes de la publicación del Retorno a la tierra.

Posiblemente la duda sembrada por algunos investigadores locales e intelectuales fue motivación para que se iniciaran búsquedas de información sobre este personaje enigmático de la subregión de estudio (hoy Córdoba). Por ello, Edgardo Esquivia, investigador popular de las tradiciones y costumbres cordobesas, se propuso indagar sobre la fandanguera más popular de todos los tiempos del caribe colombiano. Ha prometido publicar un libro sobre la “Mayo”  Barilla.

Cada mujer en su momento

Así como Orlando Fals Borda redescubre la Costa Caribe con la IAP, en su estudio sobre la sociedad y la historia regional encuentra personajes protagónicos que contribuyeron positivamente en lo que posteriormente escribió y publicó. Por ello, defendió el hecho histórico de la existencia de María Barilla, no como mito, sino como historia. En la mesa redonda referenciada arriba afirma con vehemencia “traté de hacer alguna novedad en su tratamiento, fue precisamente para colocarla en su contexto histórico, en su momento social. No se puede negar (otro dato columna) que ella actuó, bailó y vivió en el momento culminante de las revoluciones socialistas de comienzos de este siglo” (p. 17).

Las tres mujeres que hemos analizado en esta ponencia están presentes en algunos aspectos de esa historia regional. Encontrar en esos pueblos hombres y mujeres que

hayan sido actores sociales, políticos y culturales fue la mejor expresión de la vitalidad de las comunidades rurales del caribe profundo. En ese trasegar, Fals halló ancianos y ancianas lúcidas, investigadores populares, historiadores locales y muchos archivos de baúles de las abuelas, que cuando se abrieron dejaron ver documentos (escritos, fotografías y otros) que testimoniaban hechos de la vida política, social, económica, religiosa y cultural pueblerina. Fue tanto lo que descubrió Fals Borda que en San Martín de Loba encontró un hermano, no blanco como él, sino negro, Alfredo Fals Angulo. Realmente andar por los caminos, los ríos, caños, ciénagas y riachuelos escuchando historias reales, confrontadas con documentos históricos, le permitió al sociólogo obtener información de primera mano, valiosa para sus propósitos investigativos, de ahí sus resultados.

Estas mujeres, tal como hemos comentado antes, no aparecieron de la nada, estaban ahí, una viva y las otras dos muertas, pero vivas en la memoria de sus congéneres y coterráneos. Cada una cumplió un papel protagónico en el momento. Fals valora la existencia de esas mujeres, en su obra afloran en su dimensión humana y social colocándolas al lado de los hombres que las conocieron. Muestra su significado para la lucha campesina, para la recuperación de las luchas históricas por la tierra.

Se podría argumentar que solo Juana Julia Guzmán merece ser considerada como protagonista, por su papel de liderazgo en la primera mitad del siglo XX, sobre todo por sus aportes entregados a los investigadores de la Fundación del Caribe y, en particular, a Orlando Fals Borda, quien lideró ese proceso.

Fue Orlando quien realizó varias entrevistas con ella, le tomó fotografías, le preguntaba y esas cosas. Su labor fue fundamentalmente esa. También participó en el grupo, elaboraba los folletos con todas sus apreciaciones, con el conocimiento que tenía de la historia. Todo eso nos sirvió muchísimo para darle ese carácter a los cómics (Comunicación personal con Víctor Negrete, 26 de marzo de 2025).

Con esas palabras, Negrete nos cuenta sus recuerdos de las conversaciones con Juana Julia. Las entrevistas le permitieron al grupo acercarse más a esta mujer, recelosa al comienzo, por la información que suministraba y el uso que podría dársele. Hablar con Fals, ver a los líderes campesinos de la ANUC, a los otros compañeros de la fundación y a su conocido Sibaja hizo que abriera su mente y:

Ella ganó confianza y comenzó a asistir a las reuniones donde estaban los campesinos. El cariño y apoyo que recibió de las organizaciones campesinas y de nosotros le dieron mucha confianza. Empezó a narrar cómo fueron los procesos y se consiguieron algunas fotos que hoy son ampliamente conocidas.

Fue así como se fue elaborando ese material documental. Después, llegó Ulianov Chalarka, quien se encargó de los dibujos y los folletos (Comunicación personal, Víctor Herrera, 26 de marzo de 2025).

Fals recordaba en forma reiterada la figura protagónica de Juana Julia en sus textos al recuperar las conversaciones con Matilde Eljach, Víctor Negrete y otros líderes campesinos de los años 80, cuando se organizaron los cuatro encuentros para discutir el tema del ordenamiento territorial de la Costa Caribe. Resaltaba el significado de su lucha en los años 20 y después cómo en los 70 ayudó a recuperar una historia de los subalternos del viejo Bolívar, ahora Córdoba. Afortunadamente se conoció a esta mujer, quien estuvo dispuesta a narrar sus vivencias en las luchas populares en Montería y Córdoba, antes de morir en 1974, en el justo momento en que se recuperaba la historia de los sin voz del departamento. Murió en condiciones lamentables, había bajado mucho de peso, estaba muy delgada, pero, consciente de sus saberes, sacó fuerzas para narrar muchos sucesos olvidados o desconocidos. Si hubiera muerto antes de ese encuentro, muchos hechos no se hubieran conocido.

Por fortuna, este importante descubrimiento permitió que ella pudiera compartir buena parte de su vida; no toda, pero sí los aspectos más importantes de la lucha campesina, sobre los baluartes, o sea, la organización que los campesinos de esa época que estaban tratando de fortalecer como parte de su gestión. Estos baluartes representaban una de las principales estrategias y metas de la ANUC en aquellos años.

Ella fue fundamental en todo esto, pues nos permitió tener no solamente la información sobre los baluartes y la lucha campesina, sino también sobre lo que estaba pasando en Montería y en algunos municipios del departamento, que era una situación muy difícil. Imagínese: conocía de lo que ocurría en Cereté y otros lugares.

No hubo tiempo ni condiciones para reconocer en vida todo su aporte, junto con el de Vicente, los artesanos, los obreros y las mujeres de esos años. Ese conocimiento se ha constituido en un ejemplo importante para muchos (Comunicación personal con Víctor Negrete, 26 de marzo de 2025).

Es a partir de ese dato columna, como lo denomina Fals, la información de Juana Julia forjará una relectura, reinterpretación y rescritura de la historia del hoy departamento de Córdoba. Muy posiblemente esa información, confrontada con los archivos oficiales del viejo Bolívar, localizados en Cartagena, y los archivos históricos de la Nación en Bogotá y de Indias en Sevilla, permita escribir una historia cohesionada del territorio. Esa historia regional nutrirá a la historia nacional, permitirá que muchos intelectuales del país adelanten trabajos inspirados en la  , como lo expresó en 2006 el historiador antioqueño Víctor Álvarez Morales

… no hay ninguna duda es llamar la atención sobre un campo que no era claro en este país, todos sabíamos que era una sociedad de regiones, pero esa Historia de la costa abrió un horizonte que muchos vemos trasegar, yo específicamente estoy trabajando sobre Antioquia, aprendí de Fals las necesidades de reconocer identidades regionales, reconocer culturas, economías, sociedades y pensar que si hay una historia de Colombia es la de las confidencias, confrontaciones y complementariedades regionales, no de una cosa genérica que llamamos historia, que no se sabe bien como agarrar (Víctor Álvarez Morales, 2006, Telecaribe).

Fue una enseñanza en dos sentidos. Los miembros de la Fundación del Caribe y, en particular, Orlando, que tenía la iniciativa y responsabilidad del trabajo, entendieron lo significativo para la investigación. Pero por otro lado, los campesinos se sintieron estimulados al conocer el papel protagónico de Juana Julia. Adicionalmente, el ejercicio académico ha sido apropiado por estudiosos de comunidades locales, sean o no profesionales de las Ciencias Sociales y Humanas. La Investigación Acción Participativa que le proporcionó Fals a la comunidad académica fue determinante para que en la región Caribe se iniciaran una serie de estudios de localidades o historias subregionales y se elaboraran monografías municipales. De hecho, en algunas entidades se convocó a presentar este tipo de trabajos para premiarlos premiados con la publicación del texto.

Por su parte, Felicita Campos se remonta a los mismos años en que los terratenientes bolivarenses se apropiaron de inmensa fincas y haciendas, tierras comunales, lugar de residencia y trabajo de comunidades negras herederas de las luchas de Domingo Bioho. Desde que se escaparon de la esclavitud, los libertos organizaron varios pueblos en la zona de María La Baja, entre ellos San Basilio de Palenque, reconocido como el primer pueblo libre de la América esclava. Así, con el correr de los años, las fugas de negros encontraron en ese espacio tierra para cultivar y vivir, a mediados del inicio de la primera mitad del siglo XIX, pero según la tradición africana. Esas tierras se poblaron y “civilizaron” con la fuerza física de negros y negras, sin amos. Testimonio de ello, son los pueblos como San Pablo, Rocha, San Onofre, María la Baja y otros, donde la presencia de personas negras es dominante.

Fue justamente en ese territorio donde la inspiración de Felicita Campos afloró. La figura de esta luchadora emergió en las reuniones que se organizaron alrededor de los inicios de la ANUC Sucre y lo recogido por los miembros de la Fundación del Caribe da cuenta de cómo al final del siglo XIX aparecieron terratenientes que con documentos (títulos) en mano reclamaban para sí los terrenos que históricamente le habían pertenecido a la comunidad. Sin embargo, al inicio de 1923 se sintió con más fuerza la agresión y el despojo de las tierras por parde de los hacendados, que amangualados con las autoridades civiles y policivas, notarios y jueces, se apropiaron de terrenos y arrasaron con los cultivos de arroz y otros productos agrícolas, dejando a los legítimos dueños en la calle y viviendo en condiciones de pobreza y miseria.

A pesar de la resistencia de los campesinos, los terratenientes vencieron la resistencia utilizando la represión de la fuerza públicas, especialmente de la policía. Los desalojos se convirtieron en el pan de cada día. La tranquilidad de otros tiempos formó parte del pasado, y el cepo, la cárcel y la expulsión se convirtieron en una rutina. A los negros herederos de los terrenos dejados por sus antepasados se les desconocieron sus derechos.

En el marco de esas tensiones, originadas por la arremetida de los ricos que llegaban de Cartagena y de Sincelejo, surge la figura de una campesina maltratada, Felicita Campos, quien se rebela en contra de las arbitrariedades de los terratenientes bolivarenses. Esa menudita mujer negra intentó organizar a sus compañeros de desgracia, pero no lo logró porque la represión se ensañó en ella. Varias veces fue encarcelada con algunas de sus compañeras, como Ernestina Silgado, no obstante, su férrea voluntad no fue fácil vencer. En 1929 inicia su recorrido en barco desde Cartagena, luego bajó hasta Honda y subió a Bogotá, la capital. Después de muchos meses volvió a San Onofre con los títulos que les acreditaban la propiedad de la tierra a ella y a sus familiares, lo cual les garantizaba el vínculo con la tierra en la que vivían desde siempre y que había sido heredada de sus padres y abuelos.

Su regreso marcó un hito en la historia de los campesinos sanonifrinos y del resto del departamento. Entendieron que era posible luchar por sus tierras siguiendo el ejemplo de Felicita Campos. Sin embargo, la historia cuenta que el terrateniente logró desaparecer los papeles que los acreditaban como propietarios, para lo cual sobornó a las autoridades civiles y al notario. La lucha entre campesinos y terratenientes no se detendría. Al final, Felicita Campos o La Negra Felicita, sufriría toda clase de atropellos y abusos de las autoridades. Su casa fue incendiada 49 veces y ella, encarcelada por lo menos en 30 ocasiones. Murió en 1942, después de 14 años de lucha, al parecer, por la mordedura de una culebra.

Gracias al reconocimiento a Felicita Campos en la memoria oral fue posible recabar la historia de la lucha por la tierra de las comunidades negras campesinas sanonofrinas. Víctor Negrete recuerda que la Fundación del Caribe tenía tres sedes: Barranquilla, Sincelejo y Montería. La primera desapareció  “inesperadamente”:

Pero nos quedamos. El grupo se creó entonces. Empezaron a investigar, y fue así como descubrieron la figura de Felicita. Cuando más o menos ya tenían completa la información, Ulianov Chalarka se trasladó hacia allá (Sucre). Allí, junto con el grupo, lograron elaborar el folleto sobre Felicita Campos (Comunicación personal con Víctor Negrete, 26 de marzo de 2025).

La lucha de estos campesinos despojados de su tierra siguió. El hijo de Felicita Campos, Ignacio, encabezaba las protestas. En la década de los 70, al conocerse la existencia de la Asociación de Usuarios, los campesinos organizaron su comité y la ANUC Sucre se fortaleció. Dicha organización jugó un papel trascendental en la recuperación de tierras en manos de terratenientes y grandes hacendados en Sucre, quienes constituyeron empresas capitalistas explotando la mano de obra de negros e indígenas.

El protagonismo de María Barilla fue cuestionado por algunos intelectuales, sin embargo, cuando nos acercamos a las lecturas sobre ella, a las conversaciones con el pintor Wilfrido Ortega Rey y el investigador cultural Edgardo Esquivia, se ratifica su existencia. El primero me comentó que, al inicio, el libro (Tomo IV) tenía prevista una fotografía, pero, al no encontrarse, se optó por incluir un retrato hablado.  “Fue lo que motivo nuestro encuentro a través del sociólogo Néstor Herrera Pacheco en Sincelejo”  (Comunicación personal con Wilfrido Ortega, 10 de marzo de 2025). Por ello, Fals y el pintor recorren varios pueblos de Córdoba y barrios marginados de Montería buscando información sobre la figura de la fandanguera. La descripción de quienes la conocieron fue:

Promedio de estatura bajita, 1.65 metros, más o menos. Color de piel moreno plomizo, ojos cafés oscuro, cabello negro y liso, delgada y de expresión jovial. Los asistentes de los fandangos donde la Barilla la describieron con su vestimenta sencilla, de acuerdo con la moda de la época.

Le gustaba lucir sus prendas. Acompañaba el ritmo de la banda con sus movimientos cadenciosos, especialmente en la pieza que le gustaba, haciendo la pose a ritmo de porro a talón puyao (Comunicación personal con Wilfrido Ortega, 10 de marzo de 2025).

Como puede apreciarse, con este testimonio desaparecen las dudas respecto a la fuerza y resistencia de las mujeres en la cultura popular, No solo son divas que con sus arreboles encantan a los hombres, son más que eso, más allá de sus faldas, de sus trenzas, de sus encantos, aparecen las patriotas caribeñas, soñadoras por una patria justa y equitativa. Supimos de su existencia y su papel protagónico en las luchas por la independencia. Es importante entender la valoración que hizo en su momento Orlando Fals Borda de estas tres mujeres, en particular María Barilla. En su defensa, afirmó en esa lejana noche monteriana de 1987, aunque se desvista a María Barilla y se le encuentren todos los lunares posibles, a pesar de los diversos análisis históricos, podrá seguir siendo un mito. Aún más, estoy convencido de que el tratamiento que le di en este libro la enaltece como mujer y como trabajadora, la enaltece como un ser creador y, por lo tanto, son elementos que ayudan a sostener su mitología (Martínez, 1987, p. 18).

He ahí el tema que nos convoca en este texto, porque si bien es cierto que Fals la descubre en la rueda del fandango, también lo hace en la actividad política a través de su participación en las luchas de la organización de mujeres obreras que lideraba Juana Julia. Negarle ese papel a la “Mayo” Barilla es desconocer la agencia de las mujeres en las luchas populares. Papel que ya habían desempeñado en las independencias de España o en las luchas obreras de inicios del siglo XX, protagonizadas por líderesas como María Cano y las tantas mujeres colombianas y caribeñas. La academia apenas empieza a reconocer el protagonismo de la mujer en las grandes transformaciones del país y deja atrás las anécdotas amorosas que las restringían al papel de amantes fortuitas de los protagonistas hombres. Habrá que seguir hurgando en los archivos oficiales o en los “archivos de baúl de las abuelas” para ir descubriendo que las mujeres no son divas que enamoran, sino, que han jugado un papel protagónico en la toma de decisiones frente a hechos políticos y sociales que han cambiado el rumbo de la historia.

Así lo entiende Fals cuando pone en su lugar de privilegio histórico la figura emblemática, y contradictoria para algunos, de “Mayo” . Él mismo se pregunta: “¿ qué se puede esperar de un símbolo como María Barilla, que es un valor permanente de nuestra cultura?”  Y responde:

Desde este punto de vista, el tratamiento de sí la Barilla es o no un mito, me parece superficial o secundario. Es el para qué del mito, el para qué de la interpretación histórica y humana lo que nos debe interesar. Y en este caso el por qué y el para qué de la interpretación pueden guiarnos cuando uno explica claramente desde qué punto de vista está estudiando el fenómeno (Martínez, 1987, p. 18).

Ahí está el quid de cuestión que nos plantea Fals. La vida cotidiana de los humildes y subalternos es el trabajo. Se trabaja para alimentarse biológicamente, pero se disfruta bailando, que es el alimento espiritual del ser humano. Como en el carnaval, el (Mircea).

María Barilla se debe valorar en su dimensión histórica y humana, como lo plantea Fals, no buscarle lunares sociales o morales en un contexto cristiano plagado de la doble moral. La “Mayo” fue, es y será un símbolo de las miles y tal vez millones de mujeres que con las velas encendidas iluminan la imaginación, mientras danzan libremente y con autonomía en las ruedas de fandango, cumbia, gaita, chandé, bullerengue o tambora. Así lo apreció Fals en las tierras del Caribe profundo por donde anduvo. En Atillo de Loba animó a Benancia Barrionuevo a cantar la tambora “La puya del bagre”, de su autoría, compositora, pescadora, agricultora y bailadora.

Ideas finales

En la sociología andante heredada de Orlando Fals y Alfredo Molano, recorriendo algunos de los caminos con la guía del primero, fui encontrando a esas mujeres, protagonistas de luchas populares locales. Organizaban asociaciones de padres de familia, animaban a los campesinos a articularse, especialmente a los pescadores. Lideraban eventos como los festivales de música popular, al lado de gestores culturales e historiadores locales. Pero también organizaban grupos de danzas y comparsas para que las tradiciones del pueblo no se olvidaran y se conservaran. Las mujeres son las que además transmiten a las nuevas generaciones los ritmos de la tambora, del porro, el chandé, la cumbia, el bullerengue y las fiestas populares como el carnaval. Mujeres como Margarita Cantero Pérez, en Carrillo-San Pelayo (Córdoba), y Carmen Martínez, en El Banco, son ejemplo de un pasado reciente. Se trata de lideresas de procesos folclóricos y populares. Otro ejemplo es Veruschka Barros, hija del maestro José Barros Palomino, quien jalona el festival nacional de la cumbia en El Banco.

Las mujeres lideran los procesos para la recuperación de tradiciones y costumbres ancestrales; reivindican lo propio, lo raizal. Así lo vimos en varios de los grupos de trabajo que organizamos en 1990 para adelantar el Proyecto de Historia Local y Regional de la Costa, bajo la responsabilidad de la Universidad de Cartagena. Esta iniciativa fue financiada por el PNR-Secretaría de Integración Popular-Presidencia de la República, proyecto que contó con la asesoría de Fals Borda. Recuerdo a Antonia Santos Torres Baños, en Barranco de Loba y a otras mujeres, que con su memoria oral nos permitieron nutrir el trabajo Tierras de Loba: cultura de resistencia. De allí surgió la mención a leyendas populares, los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo, y tantos otros.

En ese andar por el Caribe observamos a las mujeres como portadoras y sujetas de la alegría misma de la fiesta. Inspiradoras constantes de poetas, cantores populares y de improvisadores en la rueda de la alegría. En las composiciones recogidas por Manuel Huertas, encontramos a “Pola”  Berte, la gran fandanguera de Sucre; a “Pacha” Gamboa, la cantadora de tambora de Tamalameque; y a Marina la cumbiambera de su tierra natal El Banco, a quien Rafael Caneva Palomino plasmó en su poema:

Ven, Marina, cumbiambera/

tejedora de caminos/

Ven, Marina, con tu alma/

con tu cuerpo y con tu brío.

Como esta, son múltiples las construcciones poéticas, canciones y décimas, dedicadas a estas divas que simbolizan la vida, el amor, la amistad, la tolerancia, la autonomía y la libertad.

De esas tres mujeres, Orlando Fals Borda solo conoció a una: Juana Julia Guzmán. La historia de vida de las otras dos fue el resultado de un proceso de recuperación colectiva de la memoria oral de hombres y mujeres que compartieron con María Barilla y Felicita Campos. Estas últimas murieron en la década del 40 del siglo XX, pero cada una aportó a la recuperación de la historia social, política, cultural y económica de esa basta subregión del antiguo departamento de Bolívar. Reafirmamos que son protagonistas de una historia reconstruida a través de muchas voces. Al punto que el segundo himno de Córdoba es el porro María Barilla, aunque muchos consideran que debería ser el oficial.

Referencias bibliográficas

Chalarka G Ulianov. Historia Gráfica de la Lucha por la Tierra en la Costa Atlántica 1972-1974, Montería: Fundación del Sinú, 1985.

Eljach, Matilde. El baúl de Juana Julia. Experiencias de la I.A.P. y la construcción de conocimiento, poder y territorialidad. Revista CEPA N°17, agosto-diciembre 2013.

Fals Borda, Orlando.  Tomo 4, Bogotá: Carlos Valencia, 1986.

Martínez Simanca, Albio. Historia y mito, Montería: Casa de la Cultura, 1987.

Correa, Hernán Darío (Editor), Bogotá: COLCULTURA-PNR-PNUD, 1990.

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