Gracias Líbano por tanto afecto
Un viaje de 10 días por un país lleno de contrastes.
En El Líbano como en Colombia toda la gente se queja. Hablan de la recesión, de la inestabilidad del Medio Oriente, de lo que podría ser una nueva guerra con Israel o simplemente porque añoran que como dice el refrán, "todo tiempo pasado fue mejor". Pero en honor a la verdad podríamos decir que un país como Líbano también debe ser considerado uno de los mejores vivideros del mundo.
En este frenético viaje de 10 días hemos recorrido gran parte del país, porque entre otras cosas es muy pequeño, tiene menos de la mitad de lo que representa la extensión del departamento del Magdalena. Son 10 mil kilómetros que incluyen un mar mediterráneo absolutamente azul, montañas, bosques y más arriba nieve. A esa nieve llegamos hace cuatro días para conocer los bosques de cedros, el árbol nacional que está pintado en su bandera de colores blanco y rojo.
En el Valle de Kadisha en medio de las montañas las iglesias de confesión maronita se levantan en medio de las piedras y una vegetación exuberante. Allí también está el Museo de Kalil Gibrán y la casa donde nació el que es considerado el santo más popular del Líbano, San Charbel. Y más abajo aunque ustedes no lo crean en medio de un desfiladero encontramos al ermitaño Darío Escobar, colombiano de nacimiento que llegó a estas tierras hace muchos años buscando la paz interior.
El padre Darío Escobar soporta sobre sus rodillas el pesado peso del paso del tiempo. Tiene 82 años, y dieciséis como eremita del santuario de Nuestra Señora de Hauqa, excavado en el interior de una cueva en el valle. También se le conoce como el “valle Santo” porque sus cuevas naturales sirvieron de refugio para monjes y anacoretas maronitas en el siglo XVI.
Ahora, este ermitaño colombiano es el único custodio del valle de la Kadisha. Su avanzada edad no le ha quitado ni la fuerza ni el entusiasmo que emana en su interior. Probablemente, la sangre latina que bombea su corazón sea una de las razones por las que mantiene tanta energía.
Nos podríamos quedar en Kadisha una eternidad, pero también tenemos que hablar de Beirut.
Beirut te atrapará por sus contrastes, con modernos apartamentos de lujo que comparten espacio con edificios que conservan las cicatrices de una guerra civil que dividió al país durante 15 años; por su multiculturalidad, con 18 confesiones religiosas conviviendo en paz, y por sus rincones, que nunca imaginarías encontrar en la que un día fue considerada el ‘París de Oriente Medio’.
La capital del Líbano te recibe con un Bonjour, Welcome, Kifak? Sus ciudadanos mezclan el árabe, inglés y francés sin inmutarse, mostrando su pasado e historia, que fue dictada desde Francia durante 20 años, y la característica de que muchos libaneses han vivido en el exilio o tienen familiares viviendo fuera.
Esta es una característica del Líbano de la que te darás cuenta nada más poner un pie en sus calles. Una ciudad de contrastes. El emblemático Holiday Inn es un hotel de 24 plantas que se erige en el barrio Ain Mreisse, con sus paredes acribilladas por las balas, huella de la guerra civil, y que contrasta con el edificio de apartamentos de blanco impoluto y balcones con cristaleras que encontrarás nada más cruzar la calle.
Las diferencias quedaron atrás y hoy, maronitas, suníes, drusos o chiíes se dan la mano en esta singular capital donde más del 40% de la población es cristiana y hay 18 confesiones reconocidas por el gobierno. “Sólo en el casco antiguo hay 10 iglesias, 8 mezquitas y una sinagoga”, nos explica nuestra guía Bárbara Moutrán en nuestra visita al centro. Somos testigos de este mosaico de religiones. Al lado de la mezquita de Mohammad Al Amin, inspirada en la mezquita Azul de Estambul y construida entre 2002 y 2007 por el ex primer ministro Rafik Hariri, encontramos la catedral Maronita de San Jorge de 1888. Y un poquito más adelante, en la plaza de la Estrella donde esta la torre del Reloj y el Parlamento, una iglesia ortodoxa de San Jorge del siglo XVIII, con el mismo nombre que la catedral ya que San Jorge es el patrón de la ciudad.
Cada uno rezando a su Dios y separados por pocos metros de distancia en un país que es el más diverso a nivel religioso de todo Oriente Medio. Prueba de ello es que hasta el gobierno está repartido de tal manera que se asegure la presencia de las principales religiones en el poder. El presidente de la República Libanesa siempre será un cristiano maronita, el primer ministro un musulmán suní y el jefe del parlamento un musulmán chií, conformando así una democracia repartida por credos.
La versión más glamurosa de Beirut también ofrece hoteles de cinco estrellas como el Phoenicia o el Four Seasons, desde donde se puede disfrutar de un cóctel al atardecer viendo las vistas en la azotea o bañarse en la piscina y fumarse una shisha en sus camas balinesas. Desde estos lugares, mirando hacia la marina de Zaitunay Bay, resultaría fácil pensar que estamos en Miami.
Mi viaje está en el epílogo, pero cada vez que salgo a la calle salen más temas, nuevas entrevistas, oportunidades para grabar y hacer más programas. Pero el tiempo pasa, también debo guardar tiempo para pasear. Hasta aquí escribo porque salgo sin cámara a caminar como cualquier turista, donde solo mi celular podrá atrapar algo que pueda interesarme para insertar en el programa.
Gracias Beirut por tanto amor, ¡gracias otra vez!