‘El Kalimán del Sinú’, leyenda de corralejas, no pudo mantear la muerte
El muletero falleció la noche del sábado en Cartagena, donde lo atendían por una isquemia cerebral.
Por Roberto Llanos Rodado
No fue bajo los pitones de un toro embravecido en el redondel de una corraleja ambientada a ritmo de bandas pelayeras. Tampoco víctima del letal Sars-Cov.19, que tanto estrago viene causando.
Luis Gumersindo Cuadrado Ramos, el ‘Kalimán del Sinú’, toda una leyenda como muletero o mantero en las renombradas y controvertidas fiestas en corraleja, falleció la noche de este sábado cuando trataba de recuperarse de una isquemia cerebral en un hospital de Cartagena.
De 63 años, oriundo de Montería, y residente en el municipio de Sampués (Sucre), inicialmente fue atendido del accidente cerebro vascular en Sincelejo, pero luego la familia solicitó el traslado a un centro de mayor complejidad en la capital de Bolívar, donde se produjo el deceso.
‘Kalimán’ había forjado su popularidad y prestigio en las sábanas de Bolívar, Sucre; en todo Córdoba y el Bajo Cauca antioqueño; por su osadía de atreverse enfrentar, provisto apenas de un humilde capote, bestias de 400 o 600 kilos y más de un centenar de muertos en sus pitones afilados.
Su carta de presentación eran también las múltiples cicatrices de cornadas que le tatuaban todo el cuerpo; de las que alardeaba orgulloso pues siempre se pudo reponer de cada una, sin secuelas.
En un diálogo que sostuvimos una vez en el parque Santander de Sincelejo, afirmó que su piel parecía una colcha de retazos con más de 2.500 puntadas de sutura quirúrgica.
“El pitonazo del cuerno de un toro se siente como si te estuvieran cortando con miles de alfileres”, agregó cuando se le preguntó cómo era esa experiencia.
El nombre ‘artístico’ de Kalimán le databa de 1976, cuando se le ocurrió entrar a la arena con un turbante blanco en la cabeza, pieza que estaba de moda entre los atuendos de las mujeres.
El narrador de fiestas en corralejas, ‘Bene‘ Ramos, locutor de Radio el Sol, estación de Nechí (Bolívar), en cuanto lo vio saltar a la arena a exponer la vida, recibir aplausos, y ganarse unos cuantos pesos para sobrevivir; inmediatamente lo llamó ‘Kalimán’, como el súper héroe de radionovelas de la década de los 70.
“Y esta tarde contamos nada menos que con el ‘Hombre Increíble’, el mismísimo Kalimán”, dijo entusiasmado el hombre ante el micrófono.
El mote gustó tanto que Luis Gumersindo Cuadrado Ramos perdió de inmediato su identidad bautismal, y pasó a convertirse en el ‘Kalimán del Sinú’, el agregado en honor a la tierra que lo vio nacer.
Para complementar su papel de héroe de corralejas le agregó a la indumentaria capa, pantalones y zapatillas, todo de color blanco, similar al ropaje del mítico personaje que también ganó fama en los célebres paquitos o revistas comics.
La historia de esta figura popular relata que su contacto inicial con los toros se dio a finales de 1971, cuando acompañaba a su padre, Luis Gumercindo Cuadrado Villegas, en las labores que este desarrollaba en un hato ganadero en Nechí.
Allí el muchacho tuvo un incidente con una vaca, que lo atacó cuando le iba a desatar el becerro para actividades de ordeño.
Para que se familiarizara con el trabajo, el padre lo indujo a que toreara al animal. Se atrevió, y a partir de entonces nació la pasión.
‘Kalimán’ tuvo ocho hijos con cinco mujeres, pero convivía desde hace más de 20 años con Nábora María, quien le parió tres. Con ellos residía en Sampués, municipio artesanal a 15 minutos de Sincelejo.
Nábora lo acompañaba con frecuencia a las giras por las corralejas, y muchas veces presenció en primera fila como su marido era casi destajado por los toros.
Como Luis Gumersindo Cuadrado Ramos, antes de ganar fama como ‘Kalimán’, ensayó en el pugilismo en Montería, en la época en que en la capital de Córdoba surgían figuras del boxeo como Enrique Higgins, ‘Barbulito’ Zuluaga, entre otros.
También quiso incursionar como atleta y ciclista en Sucre, y se desempeñó como mecánico automotriz y conductor de bus en una empresa de transporte interdepartamental de pasajeros.
Pero desde aquella inocente manteada a la que lo obligó su padre en la finca de Nechí, Ramos quedó marcado como con el hierro incandescente que utilizan para el ganado, a tejer su vida en medio del maderamen de las corralejas, los resoplidos de aire caliente de los toros, y el guapirreo de las bandas pelayeras.