“Carlos Lajud Catalán murió soñando con una Barranquilla justa”
Cuando hablaba por micrófono se transformaba, no toleraba a injusticia, recuerdan los hijos del destacado periodista asesinado en Barranquilla.
Por: Lesly Carrillo Pérez
Hablar de Carlos Lajud Catalán es sinónimo de ética profesional y de tener “los pantalones bien puestos” a la hora de poner en evidencia lo que no marchaba bien; pero también es recordar una época, en la que al igual que en la actualidad, el trabajo periodístico era intimidado y reprimido, en la que pocas personas como él se atrevían a llamar las cosas como son, y mejor aún basadas en pruebas reales, de aquí proviene su adagio de “El papelito habla”, frase que buscaba resaltar que la verdad siempre era legitima a través de la utilización y demostración de pruebas contundentes y documentadas.
Fue un periodista de gran trayectoria a nivel local, nacional e internacional. Era un fiel representante de un periodismo informado, intrépido, fuerte crítico de gobiernos locales, se centraba en denunciar públicamente las negligencias presentadas por aquel entonces en la ciudad y ayudar a sus habitantes a buscar soluciones inmediatas a sus problemas sociales y culturales.
Amante de las letras, la música salsa, el deporte y su familia. Gran hijo, esposo, padre y maestro. Construyó una linda relación con su esposa Betty Martínez de Lajud, de la que nacieron dos de sus cinco hijos.
No le gustaba el mamarracho, ni admitía errores ortográficos. Era muy exigente a la hora de redactar, aunque utilizaba un lenguaje un poco coloquial algunas veces. Militó en grandes diarios como El Nacional, Diario Del Caribe, El Heraldo, El Espectador, Diario del Caroní, entre otros. También estuvo en varias cadenas radiales como Emisoras ABC.
Primeros años
En el Carmen de Bolívar, un municipio ubicado a 114 Km al sudeste de Cartagena de Indias, corría el año de 1948 de aquel 16 de diciembre, cuando en el seno de la familia de César Lajud Arias y Zoila Alejandrina Catalán Terán recibían la llegada de su segundo hijo al que pusieron por nombre Carlos Alfonso Lajud Catalán. Éstos por causa de negocios en un municipio aledaño, dejaron a sus hijos en manos de la tía Isabel Catalán quien se encargaría de su crianza y cuidado.
Cuenta la tía Isabel que el pequeño Carlos era un niño muy alegre, cariñoso y sociable, el cual se daba a querer fácilmente por su familia y amigos. Desde sus inicios mostraba actitudes de liderazgo, le gustaba mucho hacer discursos y recrearlos frente a sus amigos de infancia; les decía que estaba haciendo un libro y ya mostraba ser aliado de la verdad.
Estudió la primaria en el colegio Cristo Torres, de su pueblo natal, pero a los 14 años viajó a Barranquilla a continuar con sus estudios secundarios en el Colegio Colón.
No obstante, su padre quería que fuera abogado, y para complacerlo decidió estudiar Derecho, pero pese a que estaba avanzado en sus estudios y casi para terminar, decide desertar de esta facultad.
En esos momentos la Universidad Autónoma Del Caribe abrió el programa de Comunicación social, y Lajud se convierte en estudiante pionero de esta carrera en el alma mater.
Aunque decidió ir tras su sueño, esto le costó que su padre le dejara de apoyar económicamente, y se vio obligado a laborar e incluso empezó de algún modo a ejercer el periodismo para sufragar sus gastos.
Aún habiendo culminado académicamente la carrera, no había tomado la decisión de graduarse y como ya ejercía, no sentía la necesidad de hacerlo. Fue con la ayuda de su colega Yomaira Lugo, entonces decana de la facultad de comunicación en la UAC, que logró cerrar el ciclo académico y obtener el título de periodista.
Recorrido por la prensa
Una de las virtudes que caracterizaba a Carlos Lajud era su precisión a la hora de escribir, esto le permitió hacer periodismo en grandes diarios del país y del extranjero.
Tenía un estilo muy peculiar en sus crónicas, siempre destacando la belleza del Caribe colombiano, pero también muy mordaz a la hora de hacer denuncias cuando las cosas no marchaban bien.
Trabajó en el Diario El Nacional durante varios años, estuvo también en el Diario del Caribe, luego pasó a El Heraldo donde tuvo gran relevancia su trabajo periodístico alrededor de los años 70`s, fue editor regional en la costa, inicialmente, del Diario El Espectador, pero años más tarde trabajaría de la mano del legendario periodista Guillermo Cano en la sede principal de la ciudad de Bogotá.
A principio de la década de los 80`s se traslada a Venezuela, específicamente a la ciudad de San Félix, vinculándose al Diario el Caroní donde dejó una gran experiencia.
Era polifacético, le gustaba mucho el baloncesto y ejercía el periodismo en este deporte, al igual que en el golf, el boxeo y el fútbol.
Por la manera de escribir y entrevistar a grandes glorias deportivas de Colombia y de transmitir a través de un lenguaje enriquecido de veracidad y de claridad, fue reconocido con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, lo que lo convirtió en uno de los mejores periodistas de nuestro país.
Una hermosa historia de amor
Lajud se conoció con Betty Martínez en una fiesta a la cual fueron invitados por una amiga en común, se cruzaban miradas, pero ambos eran muy tímidos a la hora de “lanzarse al amor". Poco a poco fueron rompiendo el hielo, conversaron y se dieron cuenta que había química entre ellos. Estuvieron conociéndose alrededor de unos 6 meses, interactuando hasta que se oficializaron como novios.
Este noviazgo duró alrededor de unos 8 años, donde cuenta la señora Betty que fue un vaivén, en el sentido que ella estuvo por fuera del país y dejaron de verse por un tiempo, luego fue él el que viajó, pero siempre permanecía el amor y las ganas de querer estar juntos. Hasta que un día por sugerencia de los padres de ella se tomó la decisión de una unión matrimonial, ella al principio se rehusaba, pero en vista de una relación tan larga que llevaban ya era hora de “sentar cabeza” y formar una familia.
Los novios se casaron a finales de la década de los setenta, y acordaron no tener hijos en los primeros años para seguir estudiando sus respectivas carreras.
En 1982 nació la primogénita, Natalia Patricia, y un par de años más tarde llegaría Carlos Alfonso para completar la dinastía Lajud Martínez.
Cabe anotar que Carlos Lajud tuvo otros tres hijos de otras relaciones: Carlos José, Gustavo y Carolina Lajud.
Dos de sus cinco hijos heredaron la vena periodística. Algunos viven en Canadá y otros en Bogotá. Ellos tienen buenas relaciones entre sí y guardan el legado y el cariño que les inculcó su padre durante los años que lo pudieron disfrutar.
En palabras de Carlos Alfonso Lajud Martínez, quien en el periodismo se hace llamar con los mismos apellidos de su papá, cuenta que fue una persona muy correcta y con una forma de hablar directa, franca y muy sincera teniendo siempre los argumentos para debatir sobre sus ideas.
“Tengo muchos recuerdos muy lindos de mi padre, fue un hombre de admirar, entregado a su familia y cuando estaba frente a un micrófono se transformaba porque no toleraba la injusticia, la indiferencia que muchas personas sentían frente al robo de los patrimonios y de la ciudad. Soñaba con una Barranquilla justa y una Colombia más ecuánime y murió creyendo en eso”.
Era un hombre muy detallista con su esposa y un padre amoroso y entregado a sus hijos. Les enseñaba a ser correctos y era muy estricto en cuanto a los estudios porque no toleraba la mediocridad. Decía que cada argumento debía venir acompañado de un soporte preferiblemente. De ahí su frase célebre “El papelito habla”.
Lajud Catalán fue vilmente asesinado a bala a las 7:30 de la mañana del 19 de abril de 1993 en la carrera 47 con calle 74 cuando cruzaba la calle, a pocos metros de llegar a su destino en una emisora.
Los sicarios callaron a la voz que informaba y buscaba siempre decir la verdad. El periodismo local se vistió de luto y dejó un vacío entre quienes lo seguían día a día a través de su programa.
Este miércoles se cumplen 30 años de su triste partida. Todavía muchos de sus colegas lo recuerdan con esa forma de ser tan directa y con una ética intachable en cuanto a lo profesional.
“Lajud era un tipo muy tranquilo, en el sentido del trabajo periodístico, era un hombre muy centrado en el comentario de las actividades que él hacía… Era un gran amigo, una gran persona y un tipo muy servicial, tenía un temperamento que no le gustaban las cosas malas, pero a las cosas buenas le apuntaba y si iba a hacer algo malo decía por ahí no es… Era un buen amigo, pero un amigo de verdad”, recuerda su amigo Jorge Narváez.
Este trabajo periodístico busca exaltar el nombre de quien fue un gran periodista, que dejó un legado y que no será olvidado entre sus colegas y todos los que lo conocieron. Ojalá se pueda crear un premio periodístico para honrar su nombre y quede para la posteridad.