Valledupar 2022 cumple en lo deportivo, pero deja lunares con sus escenarios
Entre el fervor de los aficionados y las medallas, quedan cosas por mejorar.
Los primeros días de los XIX Juegos Bolivarianos de Valledupar 2022 han sido un momento de comunión entre la ciudadanía valduparense y el deporte.
El abrazo de los valores como comunidad se ha visto perfectamente reflejados en las justas y a ritmo del acordeón los aficionados disfrutan de la fiesta.
El gran rendimiento de la delegación Colombia en todos los deportes, que la tienen como la comandante del medallero, solo ha hecho que el aficionado ‘vallenato’ disfrute de las bondades de un evento que, aunque está saliendo exitoso, a la luz del frío análisis, tiene sus lunares.
Son pequeños detalles que preocupan más a futuro por el legado en infraestructura que tendrían que dejar este evento a la ciudad y el país. Es de recordar que la capital del Cesar es la primera vez que asume el reto de organizar una fiesta deportiva de esta magnitud.
Durante el acto inaugural de la noche del viernes, el alcalde del municipio, en tono revanchista, incluyó en su discurso palabras contra quienes criticaron el retraso en las obras.
“Quiero mandarle un mensaje a aquellos incrédulos que le desearon lo peor para estos juegos, les demostramos que es con hechos y no con palabras", expresó José ‘Mello’ Castro, burgomaestre local.
Lo cierto es que los escenarios, en su mayoría pequeños o adaptados a sitios que ya existían y que quedaron bastante coquetos, tienen pequeñas fallas consecuencia de la premura con los que fueron construidos para cumplir los plazos.
Un ejemplo es el estadio donde se juega el baloncesto, el Coliseo Óscar Muñoz, en la Unidad Deportiva La Gota Fría.
Precisamente, a los aficionados ‘les cayó la gota fría’ la noche del domingo, cuando tras el partido entre Colombia y Venezuela por la ronda clasificatoria, filtraciones en el techo dieron paso a goteras que mojaron a gran parte del público que no había podido salir por un fuerte aguacero que se precipitó a esa hora.
También se regó directamente en la madera recién instalada del coliseo. Esa misma noche, un jugador venezolano, tras hacer una gran jugada en el aro, siguió de largo por el impulso y se estrelló contra una pared.
Al ser una ‘decorativa’, pues está hecha de yeso-cartón, el atleta siguió de largo y dejó un hueco de al menos 60 centímetros consecuencia del impacto.
El estadio de fútbol Armando Maestre Pavajeau, como buena noticia, por fin quedó completamente terminado. Con silletería instalada y bellos murales en honor a la Serranía del Perijá dentro del mismo.
La que no quedó muy bien fue la cancha en sí. El terreno de juego se nota con algunas irregularidades y segmentos de la grama quemada.
Ahí se inauguraron los juegos y se está disputando el fútbol femenino, el clima no ha ayudado a que se recupere.
La preservación de esa gramilla deberá ser de primer orden en la agenda para poder sacar el máximo provecho al escenario tras la ceremonia de clausura de las competencias.
Caso curioso fue el del nuevo patinódromo que por la premura de tenerlo listo a la mañana siguiente para las competencias, la secaron con un trapero. Y quedó seco, en apariencia listo.
Pero con la mala fortuna que el material del trapero soltó una mota que tuvieron que retirar barriendo a toda prisa y de todas maneras retrasó el inicio de las carreras al día siguiente. Se pagó una novatada.
Todavía quedan escenarios por entrar en actividad y sin duda, cuando se hagan los eventos, seguirán resaltando los detalles que no se tuvieron en cuenta.
Poco a poco los valduparense irán conociendo, entendiendo y aprovechando al máximo la herencia que les dejó las justas y, con algo de responsabilidad, harán las correcciones para mejorar todos estos espacios.
De lo que se está seguro es que más allá de estos lunares, Valledupar recordará por siempre sus primeras grandes justas internacionales como un éxito, pues pasaron de no tener nada a poder celebrarlos. Solo les queda preservar lo que tienen y a ponerse al día con lo prometido y presupuestado.