Perea, el Chaco y yo
“Nací el día en que Perea aterrizó en helicóptero en el Metropolitano”.
Eran promedio las 12 del mediodía, cuando mi mamá, con una panza que le impedía verse los pies, rompió fuente. El olor a comida que preparaba mi papá fue lo que me hizo avisarle a mi progenitora que ya era hora de que yo llegara a este mundo. Y no pude escoger mejor día del año 1987 para nacer, el 6 de diciembre.
Ese día, todos los caminos conducían al Metropolitano. Las filas en las afueras del coloso de la Ciudadela parecían interminables y mi papá afanosamente conducía su Renault rojo para llevar a mi mamá al Seguro de la calle 30 en medio de contracciones y dolores de parto.
Mientras tanto, un hombre a quien no tuve el placer de conocer personalmente, o por lo menos, no que yo recuerde, preparaba su regreso a los micrófonos después de una de las tres sanciones interpuestas por el Ministerio de Comunicaciones por su irreverente y particular forma de referirse a jugadores, directores técnicos, directivas de equipos y a cualquier protagonista del que considero el deporte más bello de todos.
Ese hombre no podría ser otro más que Édgar Perea Arias, el único que podía hacerlo y que hasta hoy, nadie más se ha atrevido. Y me refiero precisamente a su manera de volver a las canchas. No creo que a otra persona se le haya ocurrido aterrizar en la mitad del campo en helicóptero, vestido de blanco y con un público ovacionando con emoción su regreso, para narrar los partidos del único equipo que tiene nombre y apellido, JUNIOR, TU PAPÁ.
Ese día, mi mamá se quejaba de los dolores y se agigantaron aún más cuando el médico le dijo que debía ser traslada al Seguro de los Andes porque su hija venía como toda una reina sentada en su vientre, razón por la cual debían hacerle una cesárea. Se dio el traslado, se hizo la cesárea y llegué al mundo. Mi papá en medio de la emoción y la confusión, logró comunicarse con su gran amigo Édgar, le dijo que le hubiese encantado acompañarlo a su regreso a la radio, pero que el nacimiento de su anhelada hija era más importante. El “Campeón”, comprendió y entendió. Y de qué manera lo hizo.
Ignoro qué minuto corría en el juego entre el equipo de los amores del “Negro” Perea y el Santa Fe, cuando el juniorista más grande, vociferó a los cuatro, cinco y seis vientos que había nacido la hija de su amigo, compadre y hermano, Isaac “El Chaco” Senior. Tuvo que haber sido después de las 3:30 de la tarde. Por supuesto el Junior ganó, Perea ganó y yo también. Tal vez por ese detalle del chocoano más barranquillero, yo amo y sufro por los tiburones.
Sé que la noticia golpeó a mi Chaco, lo conozco y sé que le duele la muerte de su amigo. Pero viejo mío recuerda… Sigue siendo feliz, Edgar te dice!.
Shirley Senior López