Al-Khelaifi, presidente del París Saint Germain.
Al-Khelaifi, presidente del París Saint Germain.
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EFE

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Francia, cada vez menos dueña de su campeonato de fútbol

Ha aumentado su atractivo para el inversionista extranjero después de su sonado éxito en el último Mundial celebrado en Rusia.

El fútbol francés, cuyo campeonato se reanuda este fin de semana, ha aumentado su atractivo para el inversionista extranjero después de su sonado éxito en el último Mundial celebrado en Rusia. Sin embargo, la captación de fondos chinos, estadounidenses, cataríes o rusos también crea suspicacias.

El distanciamiento de los nuevos propietarios extranjeros con las ciudades sedes de los clubes es una ellas, pero también genera otras: ¿los inversores lo hacen como una operación de lavar de imagen? ¿mero negocio? ¿de dónde vienen los capitales de la compra?

La adquisición del histórico Girondins de Burdeos por parte del fondo de inversión estadounidense General American Capital Partners (GACP) por 100 millones de euros ha sido la última operación. El antiguo equipo de Zinedine Zidane fue vendido a manos extranjeras después de dos décadas ligado a la cadena de televisión francesa M6.

"El entorno deportivo se ha vuelto cada vez más competitivo en Francia con la llegada de inversores extranjeros a París, Marsella, Lyon o Mónaco. Para que el Burdeos fuera a más, había que darle medios suplementarios", sostuvo el director administrativo y financiero de M6, Grégory Le Fouler, para justificar la venta del club del suroeste de Francia

Antes del Girondins, entrenado por el uruguayo Gustavo Poyet, hubo más casos, como el del Olympique de Marsella, propiedad de Frank McCourt, un millonario promotor inmobiliario estadounidense que compró la entidad por unos 50 millones de euros, en 2016, o el más conocido, el del París Saint-Germain, adquirido en 2011 por fondos cataríes.

Por sus abultadas inversiones, el PSG está bajo investigación de la UEFA después de que sus dueños gastaran 400 millones de euros en fichajes en 2017 -en Neymar y Kylian Mbappé, esencialmente-, lo que pudo haber contravenido las normas de "fair play" financiero.

En la lista de adquisiciones extranjeras, figuran asimismo el Mónaco, comprado por el ruso Dimitry Rybolovlev; el Sochaux (Segunda francesa), que rompió en 2015 su cordón umbilical con la marca francesa Peugeot para ser vendido al grupo chino Ledus; y el Lille, cuyo propietario desde hace más de un año es el hombre de negocios hispano-luxemburgués Gérard López.

Aunque los nuevos fondos refuercen, a priori, la competitividad de los clubes franceses -algo que aún por ver en sus prestaciones en los torneos europeos-, un impacto negativo de esta "globalización" se empieza a constatar entre sociólogos y expertos como Christian Bromberger.

Bromberger, antropólogo y profesor emérito en la universidad de Aix-Marseille, explicó en una tribuna publicada "Mediacites" que los equipos franceses antes eran presididos por "empresarios locales" que aprovechaban el "impulso del fútbol para poner en valor sus negocios" y que servían como vaso comunicante de la empresa local con el imaginario colectivo de la ciudad.

"Entre cambios de propietarios, y operaciones publicitarias de 'naming', los clubes de fútbol franceses han entrado de lleno en la globalización. Del PSG al Marsella, pasando por Sochaux, Saint-Étienne, Lille o Burdeos, muchos se alejan de sus ciudades cuyos equipos eran, todavía ayer, un emblema", se lamentaba Bromberger.

Este proceso puede inducir a un sentimiento de desamparo y desarraigo de muchos aficionados, quienes, desde hace tiempo, demandan además más jugadores formados en las escuelas de los clubes.

A pesar de la polémica moda inversora en Francia, sus equipos están todavía por detrás de ligas tradicionalmente más potentes, como la inglesa, la española o la italiana.

Según el diario "Financial Times", las entidades franceses figuraban, a finales de 2017, solo en cuarta posición en las preferencias de los inversionistas chinos, unos de los que han mostrado más apetito por los clubes europeos.

El Olympique de Lyon, con 107 millones de dólares; el Sochaux, con 7 millones; y el Auxerre, con otros 7,5 millones, fueron algunos de los beneficiarios de inyecciones chinas desde 2014, cifras que contrastan con los 797 millones de dólares invertidos por los chinos en el AC Milán, o los 400 millones en el Manchester City.

El Niza, otro histórico del fútbol francés, está controlado por un conglomerado chino-estadounidense.

En todo caso, los capitales extranjeros han llegado para quedarse en Francia. Uno de cada cinco clubes profesionales era propiedad de un accionista extranjero, según constató el diario "Le Figaro" a finales de 2016.

La segunda estrella mundialista de la selección francesa, conquistada por los hombres de Didier Deschamps el pasado 15 de julio, podría impulsar aún más al inversor foráneo.

EFE

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