¡El llanto de Comesaña! y el coro emocionado de los jugadores: "Pelo e' burra, pelo e' burra"
Crónica a un técnico que ha hecho historia en Junior.
Sus lágrimas y su voz quebrada eran la mejor evidencia del sentimiento que le embargaba. Tras mucho trasegar, a sus poco más de setenta años, el más longevo de los técnicos en la actualidad en Colombia, Julio Avelino Comesaña, consiguió lo que por siete años se venía persiguiendo: la octava estrella para el Junior.
Sentimiento entendible luego de arduas luchas que el colombo-uruguayo ha sostenido contra viento y marea con sus críticos, renglón en el que nos incluimos nosotros, por sus desafortunadas actuaciones en otras veces en que ha estado dirigiendo el cuadro rojiblanco. Desafortunada, decimos, porque a excepción del 93, en las otras ocasiones, aunque había acudido a instancias importantes, no había podido darle otra grata satisfacción a la hinchada barranquillera. Varias razones o motivaciones entorpecían siempre la parte final cuando se esperaba una mejor respuesta.
Igual que Comesaña, los directivos del club fueron blanco por sus terquedades en querer tener al uruguayo como técnico del plantel, igual que al argentino “Zurdo” López. Tanto que Comesaña fue calificado esta vez como “Julio Octavo”, una versión menos que la de López quien sigue rondando por las calle de la ciudad tal vez esperando que en algún momento crítico sea llamado por décima ocasión.
Pero, al margen de cualquier anterior consideración, hay que reconocer que esta vez, Julio Comesaña sí dio en el banco. Esta vez por fin, consiguió lo que otros antecesores no pudieron desde hace siete años. El técnico estaba en el filo de la navaja, al borde de abismo o en la boca del volcán. Esta sería quizás su última presencia en el onceno rojiblanco. Primero se le escapó la Copa Águila; y se la jugó entonces con la Copa Suramericana y la Liga colombiana.
A un paso de consagrarse internacionalmente estuvo Comesaña. Un penalti fallido de Jarlan Barrera pudo haberle condenado definitivamente. La Copa Suramericana se escabulló entre sus manos a pocos minutos de conseguirla. Pero le quedaba una instancia más, una última oportunidad para no perder el año. La Liga colombiana le daba una “Vida más” en su recorrido como técnico en el Junior.
Para su fortuna, en el juego de ida en el Roberto Meléndez, sus pupilos sacaron provecho y cosecharon una amplia ventaja de tres goles (4-1). Lucían suficientes para sostener la contienda de vuelta en el Atanasio Girardot. Antes, en mitad de semana, el largo viaje ida y regreso a y desde Brasil desgastaron físicamente al plantel. Sumado a ello la indisposición mental que seguramente le dejó la derrota ante Paranaense.
Todo eso parecía jugar a favor de los paisas del Medellín que armaron toda una fiesta para lograr ellos su séptima estrella y dejar viendo un chispero a los costeños.
Pero esta vez, pudo más el amor propio que las condiciones físicas de los caribeños. Se perdió, sí, pero la diferencia en goles había que sostenerla. Y Junior lo logró pese a un desgaste que por momentos quería cobrarle factura.
Hoy, el empeño, el deseo vehemente y la mística se reflejan en ese octavo título de campeón. Y Julio Comesaña, igual que los directivos del club podrán sacar pecho y gritar a todos sus críticos “hemos ganado”. Ojalá-decimos nosotros-por cada crítica y cuestionamientos se pudieran lograr títulos. Seguramente lograríamos tantas victorias como Nacional, Millonarios y América en el concierto colombiano.
Julio Comesaña fue campeón como jugador del Junior en 1977. Fue campeón como técnico del club rojiblanco en 1993 y ahora, después de 25 años de aquella conquista, consigue la segunda estrella para el equipo. A tales guarismos se le suma una semifinal de Copa Libertadores en 1994, un subcampeonato de la Suramericana y haber salvado al equipo del descenso en el 2008.
A Comesaña hay que abonarle también la oportunidad brindada a jugadores de la cantera que han dado frutos positivos, tal casos como Ditta, Javier Fuentes, Daniel Moreno convertidos este semestre en realidades y otros que vienen abriéndose camino para bien de la institución. Igual la presencia de jugadores como Luis Díaz y Víctor Cantillo.
Julio Comesaña ahora sí, podrá afirmar, que ha sido el mejor técnico en la historia del Junior. Por estadísticas o guarismos numéricos quizás tenga razón. Es lo menos que esperaba la afición en este 2018 después de tantas desilusiones seguidas y de estar al frente del equipo por octava ocasión.
Desde 1977 siendo jugador a 1993 como director técnico, debieron transcurrir 16 años; de 1977 como jugador al 2018, segundo título como técnico transcurrieron 41 años; y desde 1993 como primer campeón con Junior a este 2018 segunda conquista, debieron transcurrir 25 años.
Ojalá la conquista de la novena no sea tan duradera lograrla como esta última, conseguida con jerarquía y mística ovalada, tal como lo quiere siempre la afición de Barranquilla. Para que el llanto de la hinchada, como la de Julio Comesaña esta vez, pueda ser de felicidad y sentimiento por todo lo que se sufre siendo juniorista.