Egan Bernal durante la Strade Bianche.
Egan Bernal durante la Strade Bianche.
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Egan Bernal confirmó su recuperación, con tercer puesto en la Strade Bianche

La carrera fue ganada por el holandés Van der Poel. El francés Julian Julian Alaphilippe fue segundo.

El corredor colombiano Egan Bernal alcanzó este sábado un buen tercer lugar en una carrera ganada por el neerlandés Mathieu Van der Poel (Alpecin Fenix), quien se proclamó en Siena "rey de las rutas blancas" como vencedor de la 15a edición de la Strade Bianche, después de un duelo encarnizado con el francés Julian Alaphilippe y Bernal.

Van der Poel, de 26 años, inscribió su nombre en la prestigiosa prueba toscana tras una enorme lección final ante los mejores rivales del pelotón. Su arrancada entrando en las cuestas de Siena le permitió llegar en solitario con seis segundos de adelanto sobre Alaphilippe y veinte respecto a Bernal.

El ganador del Tour de Flandes 2020 y de la Amstel 2019 logró con un tiempo de 4h40.29 en los 184 kilómetros de recorrido que incluía 64 de pistas de tierra, una de sus victorias soñadas, lograda además ante rivales laureados en distintas disciplinas, incluidos el esloveno Tadej Pogacar y el belga rival del ciclocrós Wout Van Aert.

El primer español clasificado, décimo, fue Pello Bilbao (Bahrain Victorious), obligado a perseguir a los favoritos al no poder coger la rueda buena en el momento clave de la fuga definitiva.

La clásica "del norte más al sur de Europa", como la definen en Toscana, empezó con una escapada de tanteo entre anónimos y terminó con los grandes favoritos a la gresca. Entre medias, y antes de los movimientos definitivos, el madrileño Gonzalo Serrano puso en guardia al pelotón al llevarse a rueda a un grupo con Van Avermaet, Gorka Izagirre y Kasper Asgreen.

El Jumbo Visma de Van Aert no permitió aventuras que se pudieran complicar, por lo que el vencedor de la pasada edición puso orden con autoridad presentándose en cabeza.

Cerca del sector 8 de "sterrato", a 52 de meta, Alaphilippe conectó la maquina de ataque con un latigazo que dañó las fuerza de unos cuantos. Era el primer aviso serio. El francés seleccionó a ocho corredores de enorme calidad: con Van Aert, Van der Poel, Pogacar, Bernal, Pidcock, el estadounidense Simmons, de 19 años, y el polaco Gogl.

El tren de lujo abrió una ventaja en torno al medio minuto en el tramo de tierra de 11 kilómetros a falta de un maratón para la meta de Siena, 42 kms. Por detrás un grupo con Pello Bilbao, Fuglsang, Mollema y otros aspirantes del segundo escalón que no cogieron a tiempo la rueda de la fuga se vieron obligados a dejarse el alma in éxito para neutralizar la rebelión.

Cuando la diferencia era de apenas nueve segundos, Alaphilippe volvió a apretar los dientes, ahora en modalidad de alto riesgo aprovechando un descenso. El arcoíris de la ruta no quería regalar un metro, por eso dirigió miradas y palabras a su compañeros de viaje. Había que colaborar y no solo él debía arrimar el hombro.

Sin Simmons, que pinchó, los siete magníficos se entendieron por un objetivo común: jugarse la victoria en las inmediaciones de la renacentista Siena, sin más intrusos.

En el tramo 9 de tierra, a 23 de meta, Alaphilippe volvió a sacar el látigo, insaciable. Su arreón mostró la debilidad de Van Aert y Pidcock, descolgados unos kilómetros antes de volver a enlazar con mucho sacrificio.

Solo quedaban grandes campeones al frente: del mundo en ruta como el francés, de ciclocrós como Van der Poel y Van Aert y los últimos del Tour, Pogacar y Bernal. Imposible mayor nivel.

En comandita entraron en el sector 11 de ruta de grava, pero enseguida atacó con virulencia Mathieu Van der Poel. Quién le pudo agarrar la rueda, sino Alaphilippe, atento a una maniobra cantada. Precioso duelo entre dos arcoíris al que se juntó Bernal sacando fuerzas de flaqueza.

Tres fenómenos con 15 segundos de adelanto a 8 kilómetros de la Plaza del Campo de Siena. Tiempo para que cada uno jugara su carta definitiva. El escenario, la Via Santa Caterina, entrando en la ciudad, con un kilómetro terrible con rampas del 16 por ciento decisivo

Pasado el pórtico que daba paso a la cuesta empezó la batalla. Van der Poel lanzó la ofensiva sin mirar atrás. Un golpe seco, imparable, que le permitió al neerlandés abrir un hueco de 50 metros.

Suficiente. Bernal no entró a la pelea, y Alaphilippe ya no tenía gas. Trató de seguir a su rival, pero Van der Poel iba como un cohete hacia la gloria. Una lección inolvidable para el rey del barro, que también se puso la corona de las carreteras de tierra, del ya famoso "sterrato".

EFE
 

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