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A cien días de los Olímpicos, el estado de Río se ahoga en la quiebra

Autoridades reconocen que atraviesan una "situación calamitosa" que puede desembocar en una explosión social.

A poco más de cien días del inicio de los Juegos Olímpicos, el estado brasileño de Río de Janeiro se ahoga en la bancarrota y sus autoridades reconocen que atraviesa una "situación calamitosa" que puede desembocar en una explosión social en vísperas del evento deportivo, que será inaugurado en 102 días.

Con cerca de 16,5 millones de habitantes -6,3 de ellos en su capital, Río de Janeiro-, el estado está "próximo a un colapso social", como reconocía esta semana Leonardo Espíndola, un alto funcionario regional, a la prensa local.

Región petrolera por excelencia de Brasil, Río se enriqueció durante años con los beneficios del crudo, pero la caída internacional de los precios -que han pasado de los 110 dólares por barril que se pagaban en 2014 a los 40 dólares barril- ha minado sus recursos.

Una ley del Gobierno central que redujo las regalías de los estados productores de petróleo para repartirlas por igual entre todas las regiones provocó un agujero enorme en las finanzas de Río.

El estado ha sufrido también el impacto del escándalo desatado en la petrolera estatal Petrobras, eje de una compleja trama de corrupción, desvíos y lavado de dinero que salpica a funcionarios del Gobierno de Dilma Rousseff, dirigentes de la oposición y a algunas de las principales empresas del país, muchas involucradas en proyectos relacionados con infraestructuras de los Juegos Olímpicos.

Con una nutrida nómina de compromisos de pago, las pérdidas del estado se acercan a los 5.000 millones de dólares anuales y su déficit supera los 20.000 millones de dólares.

La mala gestión administrativa es otro de los factores que agravan el problema, según coinciden analistas locales que destacan que el gobierno regional no tuvo la previsión de crear un fondo de contingencia en épocas de "vacas gordas" para hacer frente a una eventual caída de sus beneficios petroleros.

La situación es "calamitosa", admiten las autoridades, que no pueden contar con el apoyo del Gobierno federal, en medio de la recesión económica que sacude a Brasil -con el mayor desplome en un cuarto de siglo- y la profunda crisis política que ha colocado a la presidenta Rousseff al borde del abismo.

En la mira de los sindicatos y los colectivos sociales, el gobernador de Río, Luiz Fernando Pezao, del Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB), ahora encarnizado enemigo del Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff.

La administración regional ha acometido ajustes, ha dilatado el pago de salarios a sus funcionarios e incluso ha recortado los horarios de la Policía para recortar gastos.

Las consecuencias no se han hecho esperar: problemas en la atención sanitaria, en educación, seguridad y retrasos en los pagos de las prestaciones sociales, en especial a los jubilados.

La gobernación decretó emergencia la pasada navidad y dejó sin aguinaldo a medio millón de trabajadores y pensionistas.

Lejos de mejorar, la situación ha empeorado y, aunque el estado no es directamente responsable de la organización de los Olímpicos, es parte implicada y el "colapso" que reconocen sus autoridades puede impactar en los Juegos.

"Tal vez se avecine una situación en la que no haya gasolina para los autos, nuestros hospitales atraviesan por extremas dificultades y nuestros funcionarios tienen salarios atrasados", reconocía Espíndola, alertando sobre los posibles riesgos en vísperas de los Juegos.

Los recortes en la atención sanitaria son una de las mayores preocupaciones de la población en medio del temor provocado por las epidemias de dengue, zika y ahora también de gripe A.

Una docena de hospitales regionales redujo sus servicios y no atiende urgencias por falta de medicamentos y recursos básicos.

En las universidades, los alumnos encadenan sus protestas por los ajustes en sus becas, mientras más de 100.000 jubilados ven peligrar sus prestaciones.

La seguridad no es un capítulo menor. El ajuste de los salarios de la Policía se ha traducido en un recorte de su jornada laboral, lo que empieza a tener efectos en las zonas más conflictivas, en especial en las favelas, donde en los últimos meses se ha detectado un aumento de la violencia.

Un escenario poco optimista para unos Juegos que han requerido inversiones millonarias de las distintas administraciones -federal, regional y local-, con compromisos de obras de calado que ahora pueden quedar en el aire, como el metro que uniría la turística zona sur de Río de Janeiro con Barra de Tijuca, donde se ubica el Parque Olímpico, y que es responsabilidad de la Gobernación.

Pocos apuestan a que la esperada llegada masiva de turistas durante los Olímpicos, del 5 al 21 de agosto, y los Juegos Paralímpicos, en septiembre, permita equilibrar las cuentas.

"La situación es crítica", resume el secretario regional de Hacienda.

 

EFE

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