Share:

La Gran Parada de Tradición: para admirar y disfrutar

En el segundo día del Carnaval la verdadera esencia del mismo quedó al descubierto ante mis ojos y fue bello.

“¿Después de la Batalla de Flores, qué hacemos?”, pregunté a mis amigos barranquilleros el sábado y en cuestión de un segundo me respondieron: “¡Tom, vamos al concierto de Carlos Vives!”. Confieso que no tuve nada en contra, es más me agradó la idea de untarme más con el folclor del Caribe.

Así fue. Salimos para disfrutar un poquito más del Carnaval y el inolvidable show del cantante costeño. Mientras esperábamos empezamos a hablar de la Batalla de Flores. Les comenté que la veía muy bien, pero mis amigos se quedaron decepcionados y decían que a las comparsas de tradición las dejaron salir muy tarde y le dieron prioridad a todas las carrozas de las empresas que pagaron por un cupo en la Batalla. Es verdad, pensé. La verdad no puedo comparar el desfile con los realizados los años anteriores y a un extranjero se le puede impresionar fácilmente con la alegría y el entusiasmo de los participantes.

Cuando hablamos, me di cuenta que no veía muchos grupos tradicionales y en lugar de ellos escuché mucha champeta y veía bastantes carrozas y disfraces de fantasía.

“Si quieres ver como es el Carnaval de verdad y aprender algo de la historia, tienes que ir a la Gran Parada de Tradición”, me recomendó un amigo y claro que no me podía perder de la experiencia el domingo 15 de febrero en la Vía 40.

Gozo en vez de rumba

En el camino hacia el 'Cumbiódromo', a ver la segunda parte de los 4 días finales de la gran locura, me dijo mi compañera de trabajo: “hoy será todo mucho más suave, habrá menos gente, no se escuchará champeta y se verá más el Carnaval de verdad”.

-"Gracias a Dios", le contesté, después del día de ayer con quemadura, pea y poco sueño, no me quiero imaginar cómo podría aguantar este estado 3 días más… es obvio que todavía necesito practicar para seguirles el ritmo.

Al llegar al ‘Cumbiódromo’ sentí la diferencia. Empezó el desfile y las calles estaban más despejadas y tranquilas. Había más espacio para los grupos y sus participantes para bailar, pero eso no quiso decir que el evento estuviese aburrido. Al contrario, ese orden hizo que la belleza del Carnaval floreciera.

"Me siento como en un libro que cuenta una historia sobre la Barranquilla antigua y su gente”, susurré para mí.

Los cumbiamberos galanteaban con sus respectivas cumbiamberas, los bailarines del Garabato se peleaban con la Muerte, los del Mapalé se movían fuerte al ritmo de los tambores y los del Son de Negro se burlaban haciendo muecas a los conquistadores españoles. Lo que más me sorprendió es que hoy se podía ver hasta detalles de las danzas. Si la Batalla de Flores era para rumbear, la gran parada es para admirar y disfrutar. En ese desfile se nota más que nunca que el Carnaval de Barranquilla lleva el título del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Me compré una cerveza bien fría, me recliné en un bordillo de la Vía 40 y pensé “esa es la vida que me merezco“. Mientras los grupos pasaban bailando me di cuenta de que podía recargar mi baterías y mi cansancio se fue.

Lo mejor de este evento es que ahora tengo una historia que contar a mis amigos cuando con impaciencia me pregunten: “¿Oye Tom, que vamos a hacer hoy en la noche?”

Por Thomas Ritter

 

Más sobre este tema: