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Reina y Rey en el Carnaval de Barranquilla
Reina y Rey en el Carnaval de Barranquilla
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Moisés Pineda Salazar

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Fiestas del Purim y el Carnaval en Barranquilla

Los rabinos de las sinagogas y los depositarios de la tradición barranquillera, hoy nos quejamos de lo mismo.

Por Moisés Pineda Salazar

He entrado a la Iglesia de San Francisco Javier en el próspero y enriquecido  corregimiento de Sabanilla, cuyas rentas nutren las arcas del Municipio que funciona y opera bajo acuerdos entre élites que mutuamente se protegen de las resultas de los procesos judiciales y políticos. En esto, pareciera haberse detenido el tiempo.

Tal como sucedía a finales del Siglo XIX, al cubano Francisco Javier Cisneros Correa, fundador del asentamiento, lo motejaban  "El Señor de Puerto Colombia" para referirse al inmenso poder que tenía y que le permitía cambiar el resultado de un debate en el Senado de la República donde le indagaban por ser la cabeza de la próspera industria de las demandas contra el Estado y de las indemnizaciones que obtenía en la liquidación de contratos de privilegio otorgados por los mismos beneficiarios de sus negocios con los gobiernos de la época.

Igual cosa se decía respecto de su capacidad para modificar el sentido de cualquier decisión judicial que comprometiera sus intereses.

Lo mismo se dice qué pasa hoy allí.

Virgen de Oropa. - Capilla de San Francisco Javier de Villa Campestre

Pero, no hablaré más de la politiquería que afecta a esta pequeña capilla, amenazada con ser demolida como resultado de los cambios introducidos en el POT por los administradores del Municipio que le dicen a los que residen y tributan en este Corregimiento: "demolerles el templo  es una forma de hacerles sentir quién manda aquí" .

Y lo harán  porque los consideran unos competidores políticos, "a los cuales hay que joder".

Dejo eso a un lado para contarles que una hermosísima imagen de la Virgen Negra de Oropa, luce en uno de los nichos laterales en el templo del lugar.

Su vista me vuelve a otras vírgenes negras como la de otra Negrita, la del 2 de febrero, cuyas Ferias en Magangué fueron más importantes que las del Carnaval en Barranquilla,  lo que me obliga a referirme al circuito festivo que empieza con las efemérides del día once, del mes once, del año once, para seguir con la de Las Velitas y las Navidades, pasando por esas de La Candelaria y del Carnaval, para terminar en las conmemoraciones de la Semana Santa.

Es un conjunto de rituales urbanos que construyeron la identidad de la Ciudad de Barranquilla y que, a grandes pinceladas y parcialmente, dibujó Adolfo Echeverria en "Las Cuatro Fiestas".

Un  ciclo festivo, un "espacio vital" en el que los hacedores del carnaval resistimos el embate de una "Globalización"  que invade el alma de los pueblos y los transforma en masa, informe y homogénea.

Carrozas en el Carnaval de Barranquilla.

Al igual que en los del Fundador, en honor de cuyo santo se ha nombrado este templo, los gobernantes de "los nuevos tiempos" temen al conflicto, les aterra la diferencia, los desvelan los desacuerdos.

Pero, a diferencia de aquellos que se contentaban con el poder de los negocios, estos aspiran a ser adorados y seguidos; sueñan con que a su paso las multitudes arrobadas griten su nombre que debe estar escrito en cada piedra.

Quieren ser dioses, pastores, artistas, deportistas de fama .

Ya no les sirve ser políticos.

Ya no quieren ser hombres de Estado.

No les interesan ni la Ética, ni la Moral Pública.

Solo les importa resplandecer, figurar nimbados por la gloria de los likes de sus seguidores, por los millones réplicas y de entradas que viralizan sus palabras, sus selfies y sus momentos más íntimos que en otros tiempos los avergonzarían por los siglos de los siglos.

En tal mundo de precaria memoria y cambiantes circunstancias, los gobernantes han aprendido que desanimar a las comunidades, robándoles el alma, es  el arma maestra que les permite construir sociedades homogéneas en las que suprimen la singularidad, evitan la diferencia, y banalizan la tragedia para poder ejercer un poder autoritario.

Por eso, en aras del llamado imperio de las mayorías, construyen "estados de la opinión" en los que finalmente, es el mercado el que determina el alcance de la política pública, el curso de acción de los gobiernos, el contenido de las instituciones y el sentido de la moral.

Eso explica por qué, hoy, la disputa por el control de los materiales simbólicos que expresan la identidad de los pueblos, y el control sobre las instituciones que los generan, interpretan, conservan y difunden - el carnaval una de ellas- adquiere ribetes tan dramáticos. Y por qué, en la construcción de la gobernabilidad, se aplican a la tarea de vaciar esos materiales de los contenidos originales- dentrellos los del carnaval-  para llenarlos con otros que se ajusten más a sus  propósitos.

Eso me recuerda que cuando en Barranquilla trabajábamos para conseguir que nuestra fiesta urbana fuera declarada Obra Maestra del Patrimonio Oral, Intangible, Inmaterial de la Humanidad, para diferenciarnos del Carnaval Fluminense, decíamos: "mientras en Río de Janeiro desnudan a la mujer cosificándola, acá la ornamentamos, la vestimos dignificándola".

Así lo declarábamos en continuación de la tradición rabínica del Purim, las Fiestas Judías en Honor de la Reina Esther, que nutren las de nuestro Carnaval al poner de relieve a la mujer, cabeza de un orden en el que, al igual que en aquellas conmemoraciones religiosas, las nuestras reproducían los relatos en los que Reyes y Reinas protegían al Pueblo de las asechanzas del poder del mundo subvertido en el que, como  el antiguo Amán del relato bíblico, desde su preminencia, los poderosos  echan suertes para asestar golpes de muerte sobre Israel, en contra de las minorías.

No sé si en 1881 Don José Primero, de Bautismo  nombrado Josè Enrique De La Rosa, Godo apodado "El Pobre", abstemio por decisión, y si su Virrey Don Manuel Benavides, un Liberal apelado "El Pollo Negro" eran casados o no, pero es de esperar que lo fueran porque, independientemente de que la figura central sean  El Rey y su Virrey, solo la fuerza de lo femenino, da vida y salva.

Pero, ¡oh dolor! los Rabinos de las Sinagogas Judias  y los depositarios de la tradición barranquillera, hoy nos quejamos de lo mismo.

Las plumas, la mostacilla, el lamé , el brillo, la hipersensualizacion y el desnudo, están consiguiendo que las fiestas del Purim y los Carnavales en Barranquilla, hayan empezado a parecerse al aquelarre de Río de Janeiro y que miembros de diferentes culturas estemos empezando a olvidar lo que somos, de dónde venimos, cómo llegamos a ocupar nuestros territorios, cómo logramos sobrevivir, qué historias hemos vivido juntos y cuál es nuestro destino manifiesto.

Hemos empezado a dejar de ser pueblo, para convertirnos en "ciudadanos del mundo", que es lo mismo que decir "gente de ninguna parte".

Las autoridades culturales de Barranquilla, siendo coherentes e incluyentes, reconocerían estas influencias de las tradiciones rabínicas  en la formación de nuestra fiesta emblemática y, tal como ocurre en otras ciudades del mundo, el próximo 21 de marzo, abrirían a la comunidad judía un espacio público, generoso, protegido y suficiente, para la conmemoración de las Fiestas del Purim alrededor de la Reina Esther y del Rey Asherot, tal como lo hacen para las fiestas barranquilleras  alrededor de la Reina y del Rey  del Carnaval al que, en 1949 y por desgracia, un cronista social muy  creativo, ayudado por algún antropólogo despistado, traicionando la historia y sin calcular el daño que hacían, lo llamaron "Rey Momo", que es como apelan al de Río de Janeiro.

 

moisespinedasalazar@yahoo.com

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