¿Muertos todos?: Ecuador
Guillermo Lasso llegaba en 2021 a la presidencia de Ecuador como una promesa de la derecha que anhela recuperar espacios nuevamente en Latinoamérica, un banquero, viejo conocido y antiguo enemigo político de todo el que se cobije bajo el Correísmo. Las expectativas eran altas, tal vez muy elevadas teniendo en cuenta los tiempos que corren. Hoy escasamente dos años después, el mismo hombre que vimos celebrar con júbilo su victoria ante la izquierda, está tan atrapado...que ha tomado la decisión de suicidarse políticamente. Porque eso es la muerte cruzada, una figura constitucional en la que se disuelve la Asamblea Nacional, pero en la que él perderá el poder mucho antes de lo imaginado. Un “me mato yo pero mueres tú”.
Su archirrival, Rafael Correa, está de fiesta. Está todo servido para su regreso triunfal al poder. Definitivamente en política a nadie se debe dar por derrotado eterno, la gente vuelve de las cenizas. El exmandatario sabe que este es el momentúm que necesitaba. Lasso, en una entrevista que concedió pocas horas tras decretar la muerte cruzada, decía: “Escogí gobernar seis meses en el purgatorio, en lugar de dos años en el infierno”. De estas declaraciones se reía el dirigente de izquierda, quien señalaba que de la boca del de derecha, no salen más que mentiras. Una nueva telenovela política embriaga al sur del continente. Salimos de una, para meternos en otra. Será una campaña feroz entre ambos sectores.
Habrá elecciones, quienes resulten elegidos como presidente y asambleístas completarán el periodo inicialmente previsto para los anteriores. El gran problema de Lasso es que nunca tuvo mayorías, ni apoyos sólidos en el legislativo. Es curioso, cuando un presidente domina la otra rama del poder, nos preocupamos porque no hay reales contrapesos, pero cuando no es capaz de maniobrar con ella, pues cualquier intento de reforma es inútil y su gobernabilidad se ve absolutamente reducida; esto segundo es lo que le ha ocurrido a quien sigue siendo hoy Jefe de Estado en Ecuador. Lo será de manera muy limitada y aparentemente no quiere ser candidato en la contienda electoral que se avecina.
La aceptación de su mandato estaba en 13% aproximadamente según diferentes casas encuestadoras, Lasso no contaba con el legislativo y tampoco con el favor del pueblo; entonces no se equivoca al asegurar que los dos años restantes hubiesen sido un auténtico infierno para él. Sin embargo, nadie se convierte en presidente para ceder el poder fácilmente, seguramente veremos a uno de sus alfiles de confianza, salir a pelear e intentar ganar. Difícil la tendrá su elegido.